Comienza la aventura….
5 de julio, 2017
Mi viaje por carretera para ir a un lugar del interior con el fin de realizar la segunda revisión de la traducción terminó siendo una aventura, ¡mucho más allá de lo que esperaba! Las primeras dos o tres horas después de salir de la ciudad a las 4 a.m. fueron buenas, pero cuanto más nos adentrábamos, más estrechas eran las carreteras. Estuvimos a punto de colisionar con un camión que venía en sentido contrario y estaba pasando un vehículo que venía cuesta abajo. Luego se acabó la parte pavimentada y transitamos por carreteras de tierra que estaban siendo preparadas en varios lugares para echarles el asfalto. El conductor tenía un pariente en el asiento trasero para que lo acompañara y lo mantuviera despierto en el largo camino a casa, pero desafortunadamente su pariente se mareó, y las carreteras estrechas, sinuosas y llenas de baches no le permitieron disfrutar su viaje en absoluto. Él había tomado medicamentos para el mareo, pero aún así tuvo que sacar su cabeza por la ventana un par de veces. Los amortiguadores tocaron fondo varias veces y rayaron el chasis un poco también; después de pasar por varios pueblos y ciudades pequeñas, llegamos al final del camino para el vehículo.
Al final de la carretera había tres hombres jóvenes del interior esperando con sus motocicletas. Ellos se pusieron a cargar los pedidos de víveres y medicamentos en las tres motocicletas destartaladas. Yo tenía dos pequeñas maletas de mano más una mochila con mi computadora portátil. Había un pedido de alimentos frescos en dos hieleras grandes, otras dos cajas, además de un pedido de medicamentos y un cartón de huevos. Una de las botellas de medicamentos contra la tos se había roto en el abrupto viaje, y el jarabe rojo que exudaba le daba a la caja de medicamentos la clara apariencia de que estaba herida y sangrando. Usando tiras de caucho (posiblemente hechas con caucho cosechado en esta misma región) de alguna manera apilaron y amarraron todas las hieleras, las maletas y las cajas en dos de las motocicletas. Luego me pidieron que pusiera el medicamento que no se había averiado en mi mochila y que cargara el cartón de huevos. Como pensé que sin duda se quebrarían si eran amarrados con el resto de las cosas, acepté, aunque sabía que solo me dejaría una mano libre para agarrarme.
El grupo de motocicletas estaba listo para rodar al mediodía, así que me senté a horcajadas en la parte de atrás de la tercera motocicleta, llevando mi mochila y sosteniendo los huevos en la parte exterior de mi muslo. Lo primero que observé fue que el posapié izquierdo estaba roto y solo quedaba la mitad. Eso hacía que yo tuviera que inclinar la pierna y el pie para que la punta de mi sandalia pudiera agarrar las dos pulgadas restantes de metal. Después de seguir una carretera de tierra y gravilla durante unos veinte minutos, comenzó la verdadera aventura. El puente de enfrente, de dos y medio metros de ancho, estaba cerrado y en reparación, por lo tanto, nos salimos de la carretera sobre un terreno muy irregular que casi me saca de la parte trasera de la motocicleta. Esa fue la primera de varias veces que me ofrecí a bajar y caminar, pero el conductor me aseguró que podíamos desplazarnos fácilmente y regresar a la carretera. Efectivamente, alguien había construido un puente temporal de unos sesenta centímetros de ancho sobre la parte estrecha del río, y pronto estuvimos de vuelta en la ‘carretera’.
Pero la carretera se descalificó muy pronto de esa etiqueta, y transitamos sobre un camino que a veces era de grava, otras veces de barro resbaladizo, con la ocasional franja de concreto de 45 cm de ancho para el paso de las ruedas . Donde no había concreto sino una necesidad de tracción, habían colocado tablas de extremo a extremo; la mayoría de estas tenía casi 30 cm de ancho, pero, por supuesto, algunas se habían deteriorado y agrietado, y en varios lugares el conductor tuvo que mantener los neumáticos sobre madera que solo tenía 7.5 cm de ancho; ocasionalmente también cruzábamos pequeños arroyos y charcos. En algún momento pregunté qué tan lejos estábamos de nuestro destino, y me aseguraron que normalmente lo hacen en menos de una hora. Nos detuvimos un par de veces durante un minuto o dos para que yo pudiera pasar los huevos a mi otra mano y para estirar las piernas, porque los músculos de mi muslo se estaban quejando. En la tercera parada decidimos entretejer el cartón de huevos entre las tiras de caucho que sostenían las hieleras para que yo pudiera usar ambas manos para aferrarme a la parte trasera de la moto, porque ellos me dijeron que el camino que había adelante no sería tan bueno como había sido hasta entonces. ¡Vaya!
Efectivamente, el terreno se empinó pronto, y en varias ocasiones el conductor tuvo que acelerar a fondo para que la moto nos subiera por el camino angosto. Pero los tramos más increíbles fueron las largas cuestas donde la lluvia había ablandado la arcilla, y el paso frecuente de las motos y las corrientes de agua habían creado mini gargantas con un canal del ancho de un neumático y unos 15 cm de profundidad en la parte inferior. Yo estaba asombrado por la pericia de nuestros conductores mientras mantenían los neumáticos en el canal, extendiendo sus pies para alejarse de la pared de cada lado de la garganta cada vez que era necesario, y todavía nos mantenía subiendo por el terreno escarpado. En algunos lugares las paredes de la ‘garganta’ eran tan altas como mi cabeza, y podría haber rozado las puntas de mis dedos contra las paredes si fuera lo suficientemente tonto como para soltar mi asidero. Solamente una vez la raíz de un árbol detuvo nuestro ascenso e hizo que el neumático resbalara, lo que me impulsó a bajar y caminar hasta la cima de la colina antes de volverme a subir. Recuerdo haber pensado que a alguien a quien le gustara el paracaidismo o sentir la adrenalina debido a otros emprendimientos peligrosos le hubiera encantado el viaje que yo estaba haciendo. Desafortunadamente no soy una de esas personas, y entre la falta de un casco y sabiendo la precariedad de llevar mi computadora portátil en mi espalda, no estaba ansioso por inscribirme de nuevo en este viaje.
Luego, por supuesto, me di cuenta de que dentro de unos diez días tendría que regresar a la civilización sobre esta misma carrera de obstáculos de motocross. Mi único consuelo era el conocimiento de que mi Padre celestial estaba cuidando de mí y yo estaba aquí con el propósito de tener más de Su Palabra en el idioma sekadau. Afortunadamente no muchos de mis viajes tienen tanto de aventura.
En el momento en que llegué a la casa en que me hospedaría, a la 1:15 p.m., literalmente casi tengo que ser sacado a la fuerza de la motocicleta. Mis hombros estaban doloridos por agarrarme tan fuertemente para evitar deslizarme hacia el conductor con todas las sacudidas del camino, y los músculos de mis muslos amenazaron con no responder cuando intenté pararme. Afortunadamente el dolor solo duró un par de horas, y pude quitarme la ropa empapada de sudor y tomar un baño/ducha de inmersión para refrescarme un poco.
Tal vez debería empezar a cargar un casco en mi maleta, ¡por si acaso hay más aventuras inesperadas en el horizonte!
David F says
Oro con gratitud a nuestro Padre por su proteccion cuidado. Tambien doy gracias a todos los que con esfuerzo y dedicacion llevan el evangelio a toda criatura. Que nuestro Senor recompense cada esfuerzo de sus siervos.