
Dejó atrás la gloria celestial, cambiándola por un establo. ¿Qué pretendía?
¿Quién de nosotros tomaría semejante decisión? ¿Estaríamos dispuestos abandonar la comodidad de una lujosa mansión para vivir en un establo o en una caja de cartón bajo el puente de una autopista?
¿Cambiaríamos un colchón de primera calidad y una frazada lujosa por un viejo poncho (o ruana) y un montón de paja destinado para alimentar al ganado?
¿Cambiaríamos una habitación ambientada con velas aromatizadas por un establo donde el olor a estiércol abrumaría nuestro sentido del olfato?
Pero Jesús sí lo hizo. Dejó la gloria celestial por un establo.
Y como si fuera poco……
También dejó la gloriosa comodidad celestial por una vida terrenal rústica. ¿Qué pretendía?
¿Quién de nosotros haría eso voluntariamente? ¿Dejaríamos una mansión repleta de las más modernas comodidades para vivir en las condiciones de la Edad Media? ¿No hubiéramos esperado algunos siglos hasta que las condiciones de vida en el mundo fueran menos primitivas? ¿O no hubiéramos rechazado la idea por ser descabellada y no digna de nuestra posición social?
¿Cambiaríamos la lujosa comodidad por penurias?
Jesús sí. Dejó la gloria celestial por una vida simple y rústica.
Y no solo eso.
Dejó la gloria celestial para experimentar el rechazo y la muerte. ¿Qué pretendía?
Aunque pasó tres años instruyendo a Sus discípulos y al pueblo, al final fue traicionado por uno de sus seguidores más cercanos y fue rechazado por la humanidad.
Se burlaron de Él, lo golpearon y lo clavaron en una cruz para que sufriera inimaginable dolor, el cual lo llevó a la muerte.
¿Quién de nosotros tomaría semejante decisión? ¿Entregaríamos nuestra vida para procurar el bien de personas que a sabiendas nos rechazarían, nos traicionarían y nos matarían de la manera más horrorosa que el ser humano pueda imaginar?
Es casi seguro que no lo haríamos. Sin embargo, Jesús sí. Jesús entregó Su vida con el fin de abrir el camino para que la humanidad fuera reconciliada con Su Padre Celestial y así hacer que ellos también se convirtieran en hijos de Su Padre Celestial.
Dejó atrás la gloria celestial por un establo, la penuria, el rechazo y por último para morir. ¿Qué pretendía? ¿Qué estaba pensando?
Estaba pensando en la humanidad. Estaba pensando en… nosotros.
Ahora, reformulemos esta pregunta. ¿Qué de nosotros? ¿Qué estamos dispuestos a dejar atrás por Él? ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer por Él?
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