2 de marzo, 2019
Sentada sobre un tablón de madera con mis pies en el piso de tierra y un pequeño niño menyano dormido en mi regazo; y la baba de su sueño fluyendo libremente…
Este va a ser mi recuerdo favorito durante meses, posiblemente años. Estaba sentada con mis hermanos y hermanas; personas que Dios ha redimido; gente de un grupo étnico ‘remoto, en medio de la nada’ en Papúa Nueva Guinea. Un pueblo ignorado por la humanidad, pero no por su Creador; un pueblo que ahora es parte de una nueva familia que Dios está creando en Cristo Jesús.
La dulce vida que tenía en mi regazo es parte de la primera generación que crecerá en hogares con padres que conocen y siguen a Jesús; padres que han sido redimidos y han sido hechos nuevas criaturas y que ahora tienen la verdad para ofrecerla a sus hijos.
El pequeño grupo de damas con el que me reuní para orar y tener comunión después de la enseñanza son hermanas que hablaron verdades que desafiaron y alentaron mi corazón. Ellas hablaron con confianza de la obra de Cristo a su favor. Una de ellas, Gabi, me contó lo enojada que estaba cuando escuchó la enseñanza por primera vez; se enojó por la audacia del misionero para decir que sus buenas obras no arreglarían su separación de Dios. Ella sentía que era una buena persona –¿cómo podría no ser aceptada? Estaba enojada, pero siguió yendo a la enseñanza y finalmente sus ojos se abrieron y vio su separación del Creador y que necesitaba nueva vida. ¿Por qué una reforma exterior no bastaba para redimirla de la muerte a la que estaba ligada. Su rostro irradiaba alegría mientras describía la salvación de Jesús y su conversión en hija de Dios.
Las damas hablaron de lo que significa seguir a Jesús y las aplicaciones prácticas para su vida diaria. Hablaron con confianza y agradecimiento por el hecho de que tienen el Espíritu Santo para guiarlas y hacerlas crecer. Fue algo muy conocido y algo que podrías experimentar en tu propia iglesia, sin embargo, el contexto lo hizo mucho más conmovedor: Ver llegar la salvación del Señor hasta los fines de la tierra; verlo redimir personas de cada tribu, lengua y nación.
El Evangelio no es para una cultura o un idioma específico; es la redención de Dios de la humanidad y no conoce límites.
A medida que transcurre la semana, ¿orarás por estos nuevos creyentes? Es la primera generación de creyentes con un largo camino por delante. Oremos para que crezcan en el conocimiento de Cristo y su increíble amor; oremos para que crezcan en unidad en Cristo, quien es la Cabeza; oremos para que puedan ser luz a los que todavía viven en tinieblas.
Pablo explica el plan de Dios de incluir gentiles en la nueva familia que él está creando:
“y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” Efesios 2:16-22.
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