20 de agosto, 2018
Esto es lo que hacemos como anfitriones del campo de misión. En el último mes acogimos en nuestra mesa a algunos adolescentes que se habían quedado solos porque su padre había sido evacuado por una emergencia médica. Hemos dado abrazos y brindado comidas a padres que acababan de despedirse y dejar a sus hijos en el internado de la misión. Hemos invitado a cenar a solteros que extrañan a su familia. Hemos sido un oído dispuesto a escuchar y en algunas ocasiones hemos dado consejos. Hemos ayudado a los misioneros que son nuevos en el país a ubicar la tienda de víveres, el puesto de frutas y el puesto de verduras más cercanos. Hemos sido bendecidos por nuestros huéspedes con abrazos, oraciones, notas de agradecimiento y pequeños regalos de galletas para nuestros hijos.
Después de que mis padres nos dejaron, pudimos animarnos mutuamente ya que llorábamos con aquellos padres que estaban dejando a sus hijos en el internado. No es fácil ser misionero; es estresante y extrañamos a nuestras familias. Pero el sacrificio vale la pena para que la gente entienda que solo hay un camino al cielo y que ese camino es Jesucristo.
Esperamos que nuestro servicio haga una diferencia en este vasto campo de misión mientras somos un aliento para aquellos que sirven.
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