2 de marzo, 2018
Estuve dudando de escribir este informe porque parece que cada vez que escribo algo sobre nuestros planes o sobre el porqué de lo que estamos haciendo, todo cambia inmediatamente y luego tengo que escribir un informe completamente diferente para explicar esos cambios. Pero las verdades que expongo aquí no cambiarán, incluso si nuestros planes llegaren a cambiar, por lo tanto, decidí no ser animista en mi pensamiento (la creencia de que por decir estas palabras vendría algún tipo de fatalidad y confabulación).
Muchas personas nos han preguntado por qué seguimos buscando un ministerio en PNG. Otros nos han sugerido que nuestras pruebas con los combates tribales, mi salud y todas las veces que hemos tenido que salir inesperadamente de nuestra aldea, señalan el hecho de que Dios ya no quiere que estemos allí. Mentiría si dijera que esos pensamientos nunca han pasado por mi mente, pero hasta el presente no creo que sean ciertos.
Sé que Dios legítimamente saca a personas de ciertos ministerios y obra todos los días con razones que parecen mucho menos serias que las nuestras, y no soy tan ingenuo como para creer que Él nunca haría eso con nosotros.
Sin embargo…
Últimamente, cuando leo Su Palabra, lo que más me llama la atención es que las personas a las que Él llamó para realizar alguna tarea particular, tuvieron que LUCHAR para cumplir ese llamado. Claro, Dios hizo lo milagroso a su favor; Él hizo cosas que el hombre no puede hacer, pero no los dejó al margen, comiendo palomitas de maíz y disfrutando del espectáculo. Tuvieron que estar en medio de todo, generalmente con una espada en sus manos.
Josué y los israelitas vieron a Dios derribar los muros de Jericó, pero luego tuvieron que entrar en una batalla para tomar la ciudad. Cada ciudad de la Tierra Prometida, después de que Dios se la entregaba a los israelitas, incluía una batalla. Dios se las daba, les permitía ganar esas batallas, pero aún así ellos tenían que participar en la batalla.
Cuando Dios libró a los judíos del malvado plan de Amán por medio de la reina Ester, los judíos no fueron eximidos de pasar todo el día luchando por sus vidas. Dios los salvó de una completa aniquilación, pero aún así tuvieron que tomar sus espadas y defenderse durante todo el día de los enemigos que querían destruirlos.
Y luego llegué a la historia del rey David. Siendo un jovencito, Dios lo ungió como el siguiente rey de Israel. Y lo sacó de los campos de las ovejas y lo estableció directamente en el trono, donde vivió feliz para siempre. No, eso no es cierto… Los eruditos bíblicos creen que pasaron aproximadamente quince años entre el momento en que David fue ungido por el profeta Samuel y el momento en que fue coronado como rey. QUINCE años; y esos quince años no los pasó simplemente guiando un puñado de las ovejas en la casa de su padre. No, tuvo que correr, esconderse y luchar para salvar su vida. Tuvo muchas razones para decir: “Quizá ese anciano estaba loco, y realmente no he sido llamado a ser rey. Tal vez no era realmente lo que Dios quería. Sería más fácil si esa fuera Su voluntad. Volveré a las ovejas que estas no tratarán de atravesarme con lanzas”.
Y cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos al “misionero” Pablo luchando y combatiendo con muchos obstáculos y persecuciones para poder difundir las buenas nuevas. Incluso dice en Hechos 20 que el Espíritu Santo le advirtió que tendría prisiones y sufrimientos en cada ciudad a la que fuera. CADA CIUDAD; él fue a estos lugares sabiendo que tendría un combate. En 1 Tesalonicenses, él mencionó que Satanás había estorbado su camino para ir a ellos, pero que seguía perseverando y tratando de encontrar una manera para regresar a ellos, y finalmente envió a Timoteo en su lugar. La única vez que Pablo renunció a la idea de ir a un lugar para predicar fue cuando el Espíritu Santo le impidió hacerlo; esta fue la única vez que no luchó (Hechos 16); y notemos que no dice que hubiera sido alguna dificultad la que le había impedido ir. El Espíritu Santo ya le había advertido sobre la dificultad. No fueron penurias, palizas, persecuciones, enfermedades o el páncreas los que le impidieron ir; solamente el Espíritu Santo.
En este momento, no creemos que el Espíritu Santo nos este impidiendo volver a PNG. Eso podría cambiar dentro de un mes, una semana o incluso una hora. Pero ahora mismo, en este momento, y en todos los momentos anteriores, hemos estado seguros de que el Señor no ha cambiado nuestra dirección.
Así que seguimos luchando; a pesar de que nuestros corazones están cansados y necesitan un respiro; a pesar de que sería mucho más fácil renunciar a todo y vivir en Estados Unidos, donde puedo ir a ver al médico cada vez que me lastime un dedo del pie y donde hay médicos especialistas para cada parte del cuerpo. Sí, eso sería más fácil; y sinceramente sería mejor para mí físicamente. Pero para Pablo también hubiera sido mejor físicamente NO ser golpeado cada vez que cruzaba hacia una nueva ciudad.
Pero como Pablo dijo en el siguiente versículo, después de la advertencia del Espíritu Santo:
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” Hechos 20:24
Nuestro objetivo es el mismo que el del apóstol Pablo: terminar la carrera y completar la tarea que el Señor Jesús nos ha dado -la tarea de dar testimonio de las buenas nuevas de la gracia de Dios- y específicamente al pueblo hewa. Pero la verdad es que incluso si el llamado específico a la etnia hewa cambia mañana, la tarea de dar testimonio de las buenas nuevas de Su gracia nunca cambiará. Esa es una tarea que no terminaremos hasta que entremos en Su Presencia.
Deja un comentario