17 de octubre, 2017
Observaciones casuales de doce años (hasta ahora) de estar aprendiendo, hablando e instruyendo en tres idiomas y golpeándonos contra otros:
Los idiomas son difíciles.
Simplemente lo son; por supuesto, hay unos que son más difíciles, otros menos difíciles y algunos increíblemente difíciles, todo depende del idioma(s) que uno ya habla y de qué tan similar o diferente sea el que uno está tratando de aprender de aquel(los) que ya sabe; pero todos son difíciles.
Pensemos en todo lo que podemos comunicar con nuestro idioma materno —pensamientos, sentimientos, opiniones, sátiras, situaciones hipotéticas, verdades espirituales profundas, secuencias complicadas de eventos, causa y efecto, instrucciones detalladas, conocimientos técnicos en el campo de nuestra competencia, etc., etc. Ahora pensemos en lo que significa llegar al punto donde uno puede comunicar todo eso en otra lengua, de manera natural, exacta y eficaz. ¡Hurra!
Los idiomas toman tiempo.
Es posible encontrar programas de aprendizaje de idiomas u otros que prometen enseñar otro idioma en cuestión de meses. Y algunos de esos programas incluso podrían ser exitosos para enseñar muchas palabras y frases —suficientes para comunicarte en un viaje donde necesitas decir cosas como “Mi nombre es José” o “¿Dónde está el baño?” o “Tengo hambre”. Pero pensemos nuevamente en todo lo que uno puede decir en el idioma materno. Para llegar a una fluidez real, a ese tipo de fluidez, se necesita un mínimo de dos años de estudio a tiempo completo, incluso con los idiomas “más fáciles”.
Los idiomas son maravillosamente complejos.
Nuevamente, pensemos en nuestro idioma materno. Pensemos en todos los matices; la forma en que el idioma puede hacernos reír o llevarnos al llanto. Lo más probable es que hayamos dado todo por hecho hasta este momento. Pero los idiomas tienen la impronta divina. El Creador diseñó a los seres humanos para comunicarse; esa es una gran parte de lo que significa ser hechos a Su imagen.
Y debido a que los idiomas son hablados por personas creadas a la imagen de Dios, me atrevería a decir que cada uno de ellos es totalmente adecuado (y más que adecuado) para cualquier tipo de comunicación. Incluso las lenguas criollas, si se hablan como el idioma materno de cualquier persona, se convertirán rápidamente en sistemas ricos, complejos y totalmente desarrollados, capaces de expresar cualquier cosa que deba ser expresada; Dios hizo a sus hablantes de esa manera. Si hay algo que aún no puede ser expresado, probablemente es porque no ha sido importante en esa cultura hasta ese momento.
Bien, este parece ser un buen momento para dar un ejemplo. Supongamos que aprendes un idioma hablado por un grupo de personas semi-nómadas para quienes la capacidad de moverse rápidamente siempre ha sido muy importante (e incluso, a veces, crucial para su supervivencia). Ellos no tienen una palabra para “paciencia” (aunque el concepto se pueda explicar usando otras palabras). Ellos trabajan duro para sobrevivir; su idioma tiene cerca de veinte palabras diferentes para la acción de “cortar” algo, dependiendo de cómo se haga la acción, la forma del objeto que se corta, etc. La mayoría de estas palabras no son intercambiables ni genéricas, como puedo haberlo aprendido o no haberlo aprendido por la experiencia, al ver las miradas confusas de los rostros cuando las usaba. Muchas otras palabras de acción en el idioma también son así —mucho más diversificadas y específicas que las palabras de acción de español.
Entonces, ¿qué lenguaje es más rico en vocabulario? ¿Español, o este? ¿Cuál es más o menos preciso? Ambos, y ninguno de los dos; todo depende de lo que estés hablando. Y ese es solo un ejemplo del área del vocabulario (hay mucho más para considerar en un idioma —pero ese es un tema para otra publicación del blog).
Todo lo anterior es para decir: los idiomas son increíbles; me han enseñado mucho sobre la creatividad de Dios, y sé que apenas he arañado la superficie. Cualquiera que sea el idioma (o el dialecto de un idioma) que tengas el privilegio de hablar o de estudiar, debes saber que es hermoso, exacto y completo. No importa si es hablado por personas “educadas” o analfabetas, por habitantes de la selva o por metropolitanos, no hay nada de “simple” o “primitivo” al respecto. Es una obra maestra creativa, y merece ser tratada como tal.
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