9 de mayo, 2018
A menudo me parece que los marcos de tiempo para los eventos de las Escrituras son absurdos. Me quejo por los 2-3 años que tardé para llegar a Papúa Nueva Guinea, solo para darme cuenta de que pasaron años entre la salida de Moisés de Egipto y antes de que pudiera regresar para ser parte de la liberación de Israel. Y cuando Dios los rescató milagrosamente, tuvieron cuarenta años de aprendizaje mientras deambulaban en el desierto; si yo hubiera sido Moisés, habría hecho un berrinche. Si no puedo soportar tener que esperar a que una capa de pintura se seque antes de aplicar la siguiente, sé que hubiera fallado vagando en el desierto con una gran cantidad de personas lloriqueando.
Soy impaciente; me gusta comenzar algo y terminarlo lo más rápido posible. Nada de esa tontería de esperar a que la pintura se seque (estoy bastante segura de que podrás encontrar algunos de mis proyectos de arte en el sitio “Fallas de Pinterest”). Estoy descubriendo, sin embargo, que Dios tiene una visión muy diferente del tiempo. Él no me apresura para pasar de una tarea a la siguiente; me da espacios de tiempo por diferentes razones. Él está obrando y realmente no le importa cuánto tiempo le tome. Creo que si pudiera retroceder en el tiempo para tener una perspectiva eterna, me daría cuenta de que Dios está haciendo mucho más que solo la tarea en la que estoy concentrada por terminar.
Nuestra meta desde que nos mudamos aquí ha sido volvernos lo suficientemente competentes en el idioma y la cultura para iniciar nuestros trabajos. Con el espíritu de completar una tarea y la impaciencia que a menudo me impulsa, el espacio de tiempo entre llegar al país y comenzar los trabajos oficiales del ministerio a veces me ha parecido como esperar a que una pintura se seque. Olvido que este espacio es igualmente importante para cualquier otra tarea. Seguir a Jesús es un asunto de todos los días y todos los momentos. Es en estos espacios de “pintura secando” que Dios a menudo puede lograr más en mi corazón y mi vida que cuando estoy hasta el cuello en el ministerio oficial. Y esos espacios deben ser respetados si no quiero perder la oportunidad de lo que Dios está haciendo.
Debo esperar a que la pintura se seque.
Al reflexionar sobre este tiempo del aprendizaje del idioma, me doy cuenta de que ha estado colmada de oportunidades para fomentar amistades. Brian y yo hemos tenido espacio para conocer a nuestros vecinos y a nuestros compañeros de trabajo y ¡ha sido INCREÍBLE! Esto sienta las bases para las relaciones de los próximos años y sería una tonta si desperdiciara este tiempo por mi impaciencia.
Debo recordar que no importa qué me pueda deparar el día, mi trabajo comienza todos los días cuando abro mis ojos y decido nuevamente seguir a Jesús. Mis días están contados y no sé cuántos me quedan. Incluso los eventos aparentemente pequeños y mundanos de cada día, tienen una importancia y un peso eternos. Ya sea lavando platos, pilotando, siendo madre, traduciendo la Biblia, trabajando en un escritorio, viajando a través de las selvas u honrando mi matrimonio –al final del día lo que importará no es LO QUE LOGRÉ, sino a QUIÉN estuve buscando servir y honrar en medio de esas tareas.
Por lo tanto, tal como me encuentro en este momento, tengo que recordar que mi trabajo, nuestro trabajo, ya comenzó. Tengo que recordar que este espacio de tiempo es tan sagrado como cualquier otro espacio; pasado o presente. Por lo tanto, sigo adelante, pidiendo al Señor que yo honre el espacio en el que me encuentro para no perderme de lo que Dios está haciendo. Pido al Señor que me convierta en alguien que aprecie y valore el “tiempo de secado de la pintura”. Porque aunque pueda parecer simplemente como algo que se puede “pasar por alto” es intrínsecamente importante en el proceso. Dios siempre está obrando, pero a veces estoy demasiado ocupada e impaciente para poder verlo, y por consiguiente, tengo que aprender la misma lección una y otra vez.
Ahora tengo una meta modificada; ya no se trata simplemente de volverme competente en el idioma y la cultura para comenzar mi trabajo. Más bien se trata de estar completamente presente en este tiempo. Es amar a los demás, construir relaciones duraderas y aprovechar oportunidades futuras para compartir la obra y el amor increíbles de Jesús tan claramente como sea posible. Se trata de dar tiempo para que la pintura se seque.
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