9 de abril, 2018
Estamos a solo dos meses de nuestro primer año sabático, después de vivir cuatro años en PNG, y nos encontramos en la incómoda posición de estar a horcajadas sobre dos mundos. Tenemos un pie aquí en PNG –volando, enseñando, criando niños, lavando ropa sucia y pelando zanahorias– mientras nuestro otro pie ha saltado el Pacífico y está diseñando afanosamente un plan para lo que será nuestra vida después del 5 de junio. Tenemos que hacer un video del ministerio, imprimir tarjetas de oración, llenar un programa de visitas, al mismo tiempo que esperamos ansiosamente que el Señor provea todo, desde vivienda y un vehículo hasta ropa para lavar y un pelador de zanahorias. Tenemos la sensación de que el pasado, el presente y el futuro se funden en uno, y aunque es incómodo, es más hermoso aún por la lección que imparte.
Si bien tenemos listo un “corto y dulce” video del ministerio para mostrarlo a nuestras fieles iglesias y personas que nos apoyan, mentiríamos si dijéramos que el resumen de seis minutos de nuestros últimos cuatro años es un reflejo totalmente exacto de lo que realmente hemos experimentado. El video debe, por necesidad, compartir los hechos, pero lo que simplemente no puede describir son las repercusiones espirituales, emocionales, e incluso físicas, de esos hechos en nuestra vida. Cuando miramos hacia atrás en esta travesía que ha sido nuestro tiempo aquí en PNG, recordamos, por supuesto, las colinas que hemos caminado y que estaban rebosantes de flores y sol. Pero, con más frecuencia, nuestros pensamientos son conducidos a esas numerosas veces en que nos vimos en valles de maleza enmarañada y bejucos espinosos, con el sumidero ocasional que amenazaba con tragarse todo, menos esa parte de nosotros que confiamos firmemente será eterna.
Lo milagroso de estar en un lugar donde el pasado se funde con el presente y se proyecta al futuro es que podemos apreciar la intervención del glorioso Artista que está pintando el lienzo de nuestro viaje en Su soberana bondad. De hecho, desde una perspectiva adecuada, podemos mirar hacia atrás a esos caminos de maleza enmarañada y ver que ellos nos obligaron a agarrar la mano de Aquel que conocía el camino. Podemos mirar atrás a las espinas y ver que el dolor nos condujo a los brazos de nuestro Padre que nos ama insondablemente. Podemos mirar atrás a los sumideros y darnos cuenta de que fue cuando dejamos de luchar por preservarnos a nosotros mismos que encontramos un Salvador que ya conquistó la muerte y, por lo tanto, ofrece paz sin medida. Y curiosamente esas colinas llenas de sol y flores solo eran reconocidas como bendiciones del Altísimo durante la mitad del tiempo, y en la otra mitad del tiempo, si somos verdaderamente honestos, podemos ver que vivíamos en auto-confianza e ingrata ignorancia de Su provisión.
De modo que aquí es donde encontramos la paradoja –en tiempos de gran comodidad tendemos a olvidar a nuestro Creador mientras que en tiempos de lucha y sufrimiento nos damos cuenta de que realmente Él es todo lo que necesitamos. Y Él siempre está allí, lo reconozcamos o no; Él está pintando magistralmente el cuadro que un día será la suma de nuestras vidas. Pero ojalá que aprendamos a regocijarnos en las pruebas porque estamos buscando nuestra recompensa celestial; que aprendamos que hay esperanza que se produce en medio del dolor, gloria que se produce en el sufrimiento; que aprendamos que consumirnos por amor del Evangelio para que Su fuerza se muestre suficiente es como debe ser. Entonces podremos ver la maraña, las espinas y los sumideros y proclamar profundamente en nuestro espíritu: “Gracias, Señor, porque en esto te estás revelando a mí”.
En cuanto al pasado que se proyecta hacia el futuro, el simple razonamiento debería arrojar una respuesta: Aquel que fue fiel ayer, mañana todavía será fiel. Y ya sea que el futuro tenga flores o espinas, ambos evidenciarán Su bondad soberana, Su poda suave, y el cumplimiento de la promesa de que Él hace que todas las cosas ayuden a bien a aquellos que lo aman y son llamados conforme a Su propósito.
Así que estamos a horcajadas sobre dos mundos y es incómodo. Pero tenemos puestos nuestros ojos sobre el mundo que está por venir y confiamos en que el Rey de ese mundo está pintando soberana y amorosamente las colinas y los valles de los dos mundos en los que estamos viviendo ahora.
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