4 de marzo, 2018
“Cabeza, hombros, rodillas y dedos de los pies”
Hay algunas semanas en las que los pacientes que entran a la clínica dan lugar a un tema. “Oh, esta semana es la semana de la cabeza” o “esta es la semana del pie”. Estas últimas dos semanas me han recordado mucho la canción infantil: “Head, shoulders, knees, and toes…knees and toes” [Cabeza, hombros, rodillas y dedos de los pies… rodillas y dedos de los pies].
(ADVERTENCIA: Algunas de estas historias, en particular las dos últimas, ¡pueden no ser apropiadas para los débiles de corazón! Sin embargo, tengo amigos médicos o con inclinaciones médicas que desean saber a fondo lo que vemos en la clínica. Estas son algunas de esas historias, un poco suavizadas desde la perspectiva de una enfermera, ¡pero quizá no lo suficiente para algunos!)
Cabeza:
Primero fue el caso de una conjuntivitis severa que causó gran dolor y malestar en un ojo. ¡Nada agradable! No estoy segura de qué la originó, pero la cornea mostraba daño e irritación y se observaba edema esclerótico (hinchazón de la parte blanca del ojo). Afortunadamente este misionero estaba visitando nuestro centro cuando ocurrió esto y no mientras estaba en la selva; ¡pudimos atenderlo inmediatamente!
En segundo lugar fue el seguimiento continuo de una conmoción cerebral. Aunque algunos efectos continúan, se le dio el alta para que regresara a hacer deporte, ¡lo cual le produjo gran emoción! ¡Hurra por la sanación de Dios! El cerebro y nuestro sistema nervioso son tan complejos que la mayor parte de su curación es por su cuenta y a su propia velocidad. Nuestras manos están atadas y limitadas para tratar los síntomas según se necesita con el fin de prevenir complicaciones potencialmente mortales. Pero en realidad, ¡solo tenemos que ver a Dios hacer una nueva sanación!
Hombros:
Una anciana entró con un amigo; estaba un poco encorvada, envuelta en una manta desteñida, quejándose de fiebre, tos y dolor en el hombro derecho. Las radiografías mostraron que su hombre derecho no tenía fracturas ni dislocaciones, y que el dolor probablemente era músculo-esquelético. Después de los análisis de sangre, se determinó que probablemente tenía una infección respiratoria y se le inició un tratamiento. Mientras ella descansaba acurrucada en una de nuestras camas de emergencias con las cortinas corridas a su alrededor, traje a un anciano con el hombro izquierdo dislocado. Él asomó su cabeza a través de la cortina donde estaba acostada la mujer y le habló en tok ples (el idioma de su aldea), antes de sonreír conmigo y decir: “Em meri bilong mi” (“Ella es mi esposa”).
Lo conduje a la siguiente cama y tomé su temperatura, la presión arterial, la frecuencia cardiaca y respiratoria, y la saturación de oxígeno.
El médico entró después y todos escuchamos su historia; por lo que pudo decirnos, se despertó el día anterior con un hombro dislocado y casi no podía levantar su brazo izquierdo. Pensó que solo estaba entumecido o dolorido por la forma en que había dormido; tomó un poco de ibuprofeno y apoyó su brazo sobre un cabestrillo por el resto del día. El dolor y la limitada movilidad continuaron desde entonces. Las radiografías mostraron que el húmero (el hueso de la parte superior del brazo) de su brazo izquierdo estaba más de dos centímetros por fuera de la cavidad en que debía descansar.
Después de darle al hombre una buena cantidad de analgésicos, comenzamos el proceso de volver a colocar la articulación en su lugar. Después de intentar varias maniobras, todas aparentemente infructuosas, llamaron a otro doctor para que evaluara. No se había escuchado un sonido palpable de la articulación al encajar de nuevo en su lugar, como es habitual cuando se vuelve a alojar una articulación dislocada. El paciente todavía no podía levantar su brazo izquierdo y seguía sintiendo dolor, aunque dijo que se sentía mejor (pero era difícil decir si sentía mejor debido a que el hueso estaba de nuevo en su lugar o debido a los fuertes medicamentos que se le habían administrado). Después de un segundo examen realizado por el segundo doctor y una segunda serie de radiografías, se conoció que su hombro realmente había vuelto a su cavidad, pero tal vez los tejidos blandos (ligamentos y tendones) que rodean la articulación habían sufrido una lesión previa, y en consecuencia ahora estaban “flojos”, permitiendo demasiada movilidad a la articulación. Inmovilizamos su brazo otra vez, esta vez con un cabestrillo de lona con correa acolchada para el cuello, y dejamos que durmiera por los analgésicos que le habían sido administrados; también pudimos remitirlo a nuestro fisioterapeuta interno. Cuando volvió a levantarse y a moverse por su propia fuerza, los misioneros los llevaron a él, a su esposa y al amigo de ellos a casa.
Ahora viene para que le practiquen una terapia constante, a fin de fortalecer los músculos alrededor de la articulación y evitar dislocaciones y lesiones futuras. Su esposa también sigue sanando de su enfermedad; debido a que las mañanas han sido frescas durante los últimos días, ella sigue viniendo envuelta en su manta desteñida. Es una linda pareja, y cuando entran, ¡sus tímidas sonrisas siempre alegran mi día!
Rodillas:
Está bien, entonces no es exactamente “rodillas”, pero un joven vino a nosotros por primera vez en esta semana, después de haber sufrido un corte de bus naip (machete) en su espinilla izquierda. El corte mostraba cierta sanación, siendo más redondeado como una llaga, pero estaba enrojecido, caliente e hinchado, mostrando signos de infección. Limpiamos bien la herida, la vendamos y le enseñamos cómo debía cuidarla en los próximos días; además comenzó a tomar antibióticos para ayudar a combatir la infección. Él vive en el otro lado del río y viene brukim wara (atravesando el río con el agua hasta la rodilla o hasta el pecho, dependiendo de las corrientes y de la lluvia río arriba). Le explicamos que no podía volver a brukim wara hasta que la herida se sanara por completo debido a que las aguas del río están infestadas de bacterias. Hay un puente más abajo, un poco alejado de su camino, pero era más seguro para su pierna si lo usaba. Él aceptó y salió con una cita de control para dentro de unos pocos días.
Cuando regresó después de unos cuatro o cinco días, la herida no había mejorado mucho, pero el enrojecimiento, el calor y la hinchazón habían disminuido considerablemente. Él dijo que no dolía mucho y que había sido fiel para cambiar los vendajes todos los días. Cambiamos el tipo de vendaje aplicado para extraer el exceso de humedad de la herida y le pedimos que viniera diariamente durante los próximos dos días para cambiarle los vendajes. Después de dos días de usar este tipo de vendaje, lo cambiamos por un vendaje de miel que se mantendrá durante el fin de semana. Esperamos que esta combinación haga que la herida empiece a cerrarse, ¡pero eso lo veremos en su próxima cita de esta semana!
Dedos de los pies:
(ADVERTENCIA: ¡Esta es una de las historias más descriptivas!)
En medio de una mañana atareada, recibimos una llamada de una misionera de la selva que quería hablar con una enfermera sobre la amputación de un dedo del pie. Tomé la llamada y aunque la conexión era deficiente a veces, las dos misioneras pudieron explicarnos la situación, nos ayudaron a contestar algunas preguntas de evaluación, y luego recibieron instrucciones para atender el paciente.
Les habían llevado una niña de seis o siete años de edad que el día anterior le habían amputado el dedo gordo del pie derecho con una pala (Algo que no es totalmente infrecuente debido a que la mayoría de las personas anda descalza y usa palas para el trabajo en los huertos). Le habían aplicado a la pequeña un vendaje selvático de hojas y hierba y el sangrado se había detenido. Al quitar el vendaje, encontraron un corte preciso y recto que había cercenado completamente el dedo. La punta del hueso era visible y la carne que lo rodeaba era roja, sin áreas oscuras y sin pus; la herida en sí todavía estaba bastante sucia. Por teléfono, pudimos explicarles paso a paso a las damas cómo examinar el pulso en el empeine del pie y el llenado capilar (asegurándose de que todo el pie aún tuviera buena circulación), cómo evaluar el color del tejido (en busca de signos de necrosis o infección), y cualquier otra abertura o lesión en el pie. La única herida parecía ser la de la amputación, sin ninguna señal o síntoma de infección. También pudieron enviarnos por correo electrónico una foto del pie herido, lo cual nos ayudó enormemente a evaluar y decidir sobre un tratamiento (oigan, al menos los libré de ver eso, ¿verdad?).
La pequeña ya había recibido analgésicos antes de la llamada telefónica. Hablando con las otras enfermeras, les aconsejamos que sumergieran el pie en agua limpia y hervida, y luego en agua con jabón tibia, limpiando bien la herida. Y que luego aplicaran en la herida un ungüento antibiótico antes de aplicar la gasa, para que no esté tan pegada en el siguiente cambio de vendaje y aleje aún más las infecciones. Les dijimos que la niña no debía soportar ningún peso en el pie y que definitivamente no debía mojarse el pie. Pedimos que los misioneros hicieran la limpieza diaria de la herida para que pudieran controlar las señales y los síntomas de infección y para garantizar que se usara agua limpia y la técnica para el vendaje de la herida. Adicionalmente el doctor expresó su preocupación porque no se sabe si necesitarán hacerle más intervenciones quirúrgicas a fin de que la herida se cierre con la pieza de hueso todavía en su lugar. Recomendamos que, de ser posible, hicieran arreglos para sacarla y llevarla a un cirujano y a un hausik (hospital) para asegurarse de que una septicemia o un cierre demorado de la herida no pongan en peligro su vida. Estamos a la espera de saber cómo sigue.
¡Cabeza, hombros, rodillas y dedos de los pies! ¡Me alegro de que estemos aquí para tratarlos a todos!
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