4 de enero, 2018
El grito desde el pasillo me heló hasta los huesos.
“Bapa, ¡píntame las uñas!” me dijo mi nieta de cuatro años.
No pinto uñas; yo ya le había dicho que Bapa –así me llama ella desde antes de que pudiera decir Abuelo– no hace maquillaje. Fue entonces que me llamó a su habitación y me pidió que jugara con ella; jugar, sí; maquillar, no.
“Bapa” volvió a llamarme.
Temblé, pero también empecé a pensar. Si yo estuviera dispuesto a morir por esta pequeña –y lo estoy– ¿no entraría allí y trataría de pintarle las uñas?
Y después de todo, me he dicho a mí mismo que no voy a dejar que el temor me detenga este año. Ya he abordado algunas dificultades en la costura; me he propuesto superar mi propia escritura; y voy a asumir un gran desafío el próximo mes. Entonces no debería dejar que el miedo me impida pintarle las uñas a mi nieta.
Así que entré y me puse a trabajar, siguiendo sus instrucciones para pintar sus uñas de azul y plata, alternando. No fue perfecto, pero tengo que decir que no fue tan aterrador como esperaba, y salió bien.
Lo mismo puede decirse de los desafíos que asumí en la costura y la escritura.
Y eso me hizo pensar.
Si estuviera dispuesto a morir por Jesús –y me gustaría creer que sí–, ¿habría algo que debería temer hacer por Él?
De hecho, ¿no puedo confiar que Él nunca me pedirá que haga algo sin hacerlo posible? ¿No es el temor realmente una manifestación de una falta de fe? Si lo es, entonces el temor es una reacción inapropiada a la invitación de Dios a dar el próximo paso con Él.
Es por eso que he aceptado seguir un ministerio ligeramente diferente en este año (más al respecto en las próximas semanas) y asumir un desafío ministerial en esta primavera (más detalles sobre esto en la próxima semana).
Y es por eso que quiero preguntarte:
¿De qué tienes miedo?
Más específicamente, ¿qué te está pidiendo Dios que hagas que te causa temor?
Y ¿no sería mejor no tomar eso como un desafío sino como una invitación a confiar en Él y a aprender y a crecer y ser bendecido?
Verán, hay algo reconfortante y reafirmante en la sonrisa feliz de una niña de cuatro años… y en agradar a nuestro Señor y Salvador.
La oportunidad de esta semana
Oren para que nuestro equipo pueda resolver pronto algunos problemas que surgieron a fin de año, para que podamos lanzarnos unidos y con eficacia al 2018.
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