13 de mayo, 2017
A Chandler y a mí nos dieron la oportunidad de asistir a un TAI (Taller Avanzado de Idiomas) que Ethnos360, fundada en 1942 como New Tribes Mission, ofrece periódicamente en diferentes partes del mundo. El propósito del taller era aprender sobre el análisis del discurso. El análisis del discurso es el estudio de la forma en que organizamos lo que decimos para que la gente pueda seguir nuestros pensamientos. Esto es vital en lo que respecta a enseñar y traducir la Biblia.
Mientras estaba sentada en el aula y miraba alrededor, veía rostros de misioneros que habían venido de diferentes países del oeste y el este de África, e incluso de Asia. Muchos ya habían sido asignados a tribus y estaban necesitando urgentemente esta capacitación del análisis del discurso; estas personas se están alistando para preparar materiales con el fin de enseñar la Biblia en forma cronológica, y también para comenzar la abrumadora tarea de traducir la Palabra de Dios, e incluso algunos de ellos ya han estado haciendo esto durante años.
No pude evitar sentirme como una persona inadecuada para estar en esa aula. Casi me sentí culpable de haber tenido el privilegio de asistir a un taller de este tipo, viendo que había tantas cosas que no podía entender. La pura verdad es que la información no estaba teniendo el mismo efecto en mí que el que estaba teniendo en otros. En serio, hubo puntos donde parecía que los instructores estuvieran hablando en otro idioma (irónico, ¿verdad?)
Sin embargo, esto es lo que aprendí. Aprendí que los idiomas son absolutamente asombrosos –muy complicados, pero fascinantes. Como misioneros, tenemos la ENORME tarea de no solo enseñar la Biblia, sino lo que es aun más sencillo: SIMPLEMENTE hablar con la gente. Comunicarse es mucho más que traducir palabra por palabra, es entender los patrones que usan las personas para expresarse, la forma en que dan énfasis a algunas cosas, la manera en que añaden gusto a lo que dicen, etc. El trabajo que estamos haciendo es INMENSO; más que nunca estoy convencida de esto.
Cuanto más nos internamos en la vida aquí, más y más conscientes estamos de nuestra necesidad de oración. Esta tarea es demasiado grande; es muy fácil sentirse abrumado por todo lo que tiene que suceder entre ahora y la meta final de ver plantada una iglesia madura. Por favor, ora con nosotros.
Sí, salí de este taller completamente abrumada, pero también salí muy entusiasmada y animada [Dios es misericordioso para hacer eso incluso en medio de mi desánimo]. Tuvimos la bendición de sentarnos con diferentes misioneros durante las comidas y pudimos escuchar sus historias, sobre cómo Dios los guió al campo de misión, sus alegrías y sus penurias, y sus esperanzas y sueños en cuanto a la gente con la que están trabajando; esto llenó mi corazón de gran gozo. Cuando nos sentamos con un misionero de África occidental, dijo con una gran sonrisa en su rostro: “Estoy viviendo mi sueño”.
¡Huy!
¡Esto me habló mucho! Chandler y yo tuvimos un recorrido de seis años de preparación para el campo misionero, y ahora, por la gracia de Dios, finalmente estamos aquí. ¿Podemos decir que estamos “viviendo nuestro sueño?” Oh, cómo oro para que sea así. La verdad es que este ‘sueño’ tiene partes buenas y malas. No todo es un camino de rosas; PERO es muy gratificante saber que, por la rica gracia de Dios, veremos una tribu, que vive en tinieblas y sin esperanza, llegando a conocer la increíble salvación de Jesucristo.
Voy a terminar con una breve historia. Durante el taller nos estuvimos alojando en un centro misionero con habitaciones de estilo hotel. Gideon y Chandler compartieron una habitación y las niñas y yo nos quedamos juntas. Mi alarma sonó temprano una mañana y despertó a las niñas (mucho antes de que amaneciera), así que decidí que era mejor que me quedara en la cama, con la esperanza de que ellas se volvieran a dormir. Mientras estábamos allí, Selah preguntó de repente: “¿Por qué la gente habla con otro dios que no es el Dios verdadero?” Ella dijo esto porque a menudo puede oír el Llamado a la Oración en la distancia. Le expliqué que probablemente eso es lo que aprendieron desde pequeños. Luego le dije que esa es la razón por la que estamos aquí, aprendiendo la lengua swahili para poder hablarle a la gente acerca del único Dios verdadero. En ese momento mi hija de cinco años de edad me había hecho recordar la importancia del trabajo que estamos haciendo aquí.
Gracias, Jesús, por estos recordatorios dulces e inocentes de por qué has llamado a nuestra familia a servirte aquí en Tanzania.
Deja un comentario