16 de febrero, 2017
¡Nuestros compañeros de equipo comenzaron a enseñar por primera vez las primeras lecciones bíblicas en el idioma iski la semana pasada! Sin embargo, como todavía estamos en la fase de “aprendizaje del idioma” de nuestro ministerio, realmente no podemos contribuir mucho en forma directa con sus esfuerzos de enseñanza. No obstante, lo que nos falta en capacidad útil, ¡tratamos de compensarlo con estímulo vigoroso! Recientemente expresamos este entusiasmo de todo corazón al abandonarlos por completo en la selva pantanosa en el segundo día de la enseñanza.
Fue una partida premeditada e inoportuna; teníamos que renovar el pasaporte de uno de nuestros hijos, y el único representante del gobierno de Estados Unidos en el país que puede hacer tales cosas iba a estar en nuestra región solamente durante un día, y ese día cayó justamente en medio de nuestra primera semana de enseñanza.
Mientras estuvimos fuera, en el centro de apoyo de nuestra misión, hicimos buen uso de nuestro tiempo al hacer una serie de cosas que no podíamos hacer mientras estábamos en la selva, algunas divertidas (¡fuimos a un restaurante!), y algunas no tan divertidas (¡llenamos nuestros formularios de impuestos estatales y federales!). Y lo más importante de todo (excepto por el pasaporte), ¡conseguimos nueve cuis para llevarlos a la tribu!
Había querido empezar una cría de cuis durante los últimos seis meses, desde que me di cuenta que necesitaba con urgencia una fuente de abono para reforzar mis esfuerzos hortícolas, pero debido a un par de obstáculos,* no había podido iniciar este proyecto hasta hace poco. Los cuis no solamente son lindos y tiernos, también son inofensivos, requieren de muy poco mantenimiento, son 100% herbívoros, ¡y son prolíficos! En suma, ¡son el sueño hecho realidad del patio rural de un agricultor! Y como puede atestiguarlo una gran población de Sudamérica, también son buenos para hacer una barbacoa.**
Cuando volvimos a nuestra aldea, y abrí las cajas de cartón en que había transportado los cuis, la charla de los iskis era tan emotiva que ¡podría pensarse que acaba de presentarle a nuestra comunidad un bebé panda! Estaban totalmente embelesados por su docilidad y suavidad, y se emocionaron aún más después que les informé que los cuis no muerden, no arañan, no cavan, no saltan ni roen, ¡y la única comida que necesitan es hierba y hojas! Les dije que iba a criar los míos por su estiércol (lo cual la mayoría pensó que era tonto), pero que podían criar los suyos por la carne (lo cual impresionó a la mayoría).
Durante todo ese día, emocionados “grupos de turistas” venían a maravillarse con las criaturas nunca antes vistas. Acariciaban su piel, las alimentaban con hojas, y reían con sus lindos chirridos. Los hombres iskis no dejaban de estrechar mi mano y de decirme qué buena cosa había hecho al llevar este nuevo animal a su aldea. Te cuento que me sentía muy feliz por mi pequeña granja. Al anochecer, en un esfuerzo por evitar posibles rivalidades por las hembras, empaqué los tres machos en una jaula separada y los puse en lo alto de nuestro porche. Resultó ser un día de suerte para los machos.
A la mañana siguiente salí para encontrar que A) colocar una jaula a un metro del suelo NO la pone fuera del alcance de los depredadores locales, y B) malla para pollos es más una “inconveniencia” que un elemento “disuasorio” cuando se trata de un perro hambriento. Creo que la palabra “exterminio” podría utilizarse con bastante precisión para describir la escena que encontré. La malla estaba destrozada, y el suelo debajo parecía el piso sin barrer de una barbería. Seré honesto, me sentí devastado; no tienes que saber mucho sobre reproducción para darte cuenta de que se convierte en una empresa bastante difícil cuando todos tus candidatos son del mismo género.
La gente lo tomó aun peor; si fue una noche cruel para ser un cui en nuestra aldea, entonces fue el peor día para ser un perro. Dejé en claro que no estaba culpando al perro ni a ninguna persona por lo que había ocurrido; fue mi propia culpa por no hacer la jaula lo suficientemente fuerte. Sin embargo, mis amigos iskis ven la situación de una manera un poco diferente. No quiero ser demasiado gráfico, pero la población canina de nuestra aldea ha disminuido significativamente en las últimas veinticuatro horas. Ellos dicen que los perros también pueden ser buenos para hacer una barbacoa; especialmente aquellos que han fastidiado a toda la aldea.
En esta noche, una delegación de veinte hombres de la aldea se presentó a mi puerta, esperando que no estuviera enojado con ellos (les dije, otra vez, que no lo estaba), ofreciéndome dinero como compensación (lo cual rechacé), y rogándome que consiguiera más cuis (lo cual, les dije, ya había decidido hacer). En las palabras del líder de la aldea: “¡Estos animales TIENEN QUE venir a vivir en nuestra aldea! ¡Hemos visto cómo son y nos encantan!”
No sé dónde cae esto en las “cinco etapas del duelo”, pero tener a toda una aldea reaccionando de manera exagerada por algo que has perdido, y respondiendo mucho más celosamente de lo que jamás pensarías que harías tú mismo, es, en una extraña manera, un poco reconfortante.
* Ambos fueron llamados “Rochelle”.
**Esta fue la parte que realmente entusiasmó a mis amigos iskis en cuanto al proyecto.
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