18 de febrero
Cuando empezamos a asistir a nuestra iglesia aquí, comencé a ir a la escuela dominical con mis hijos. Iba con ellos porque quería ayudarles a integrarse en nuestra iglesia y sabía que se sentirían más cómodos estando yo cerca. También tenía la ventaja adicional de que la enseñanza estaba a la altura de mi conocimiento del idioma, mientras que los sermones estaban muy por encima de ese nivel. Antes que me diera cuenta, me pidieron que ayudara y finalmente comencé a enseñar. Tenía sentido para mí pues yo estaba allí y mi capacidad en el idioma estaba creciendo gradualmente. Esto también me daba la ventaja adicional de que podía participar en el campamento de niños, al cual quería que mis hijos también pudieran asistir.
Enseñar a niños pequeños nunca fue algo que viera como una fortaleza, pero fue un medio para un fin, y llegué a apreciar a estos chicos. En este año, cuando tuvimos la reunión de maestros, nos dimos cuenta que estábamos muy cortos de personal pues algunos no pudieron ayudar en este año a causa de tener nuevos bebés u otros eventos importantes de la vida. De repente esto se estaba convirtiendo en un gran compromiso y, para ser honesta, ¡mi actitud era muy mala! Me senté allí y me pregunté por qué estaba siendo tan negativa al respecto. Me di cuenta que hasta ahora solo había estado cumpliendo con una tarea; sin duda amaba a los niños, pero me gustaban más los domingos cuando no tenía que enseñar.
Finalmente esto me había llevado a tener esta actitud terrible, pero estaba convencida que debía verlo como la oportunidad que era… una oportunidad para enseñar la verdad de Dios a nuestros pequeños. Finalmente decidí que necesitaba apropiarme de esto y hacerlo mío. Entonces me trasladé a la clase intermedia que no tenía maestro y decidí que la enseñaría en la forma en que quería enseñarla y que invertiría el tiempo que fuera necesario para que fuera buena.
El cambio de actitud hizo una gran diferencia. Ya he enseñado durante dos meses consecutivos y me he perdido los sermones de los domingos, pero estoy disfrutando la oportunidad de crear una lección consecutiva que se base en la del domingo anterior, sacando el máximo provecho de ella.
Nuestras dos clases comienzan juntas, con niños en edades de 1 a 10
Cantamos canciones, hacemos peticiones de oración
La diversidad de edades siempre es un reto
Pero nos desempeñamos con lo que tenemos, y con tal de que tengamos una canción o una historia en marcha, los niños se portan muy bien
A mitad de camino nos dividimos y este es mi grupo etario de niños
Empezamos con la Creación y avanzaremos hasta el Prometido
Estamos memorizando un versículo por semana y recitándolos todos juntos a medida que avanzamos
Me tomó un tiempo, pero me alegro de que Dios finalmente me sacudió lo suficiente hasta que cambié mi actitud
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