La hija mayor de Lynne y Albert Castelijn tenía apenas dos años de edad cuando ellos salieron como misioneros. De hecho, ella nació seis días antes que ellos empezaran a tomar la capacitación misionera en su nativa Australia. Su segunda hija tenía 4 meses de nacida cuando ellos llegaron a su país de ministerio, y sus hijos varones nacieron durante los años que la familia Castelijn ha vivido en el sitio remoto donde ministra a la tribu banwaón.
Esto califica a todos sus hijos como “chicos con una tercera cultura” (TCK’s por su sigla en inglés), y Lynne compartió recientemente algunos de los gozos y retos particulares de los hijos de misioneros —hijos que son aprendices de múltiples idiomas y que viven entre culturas.
Hubo muchas bendiciones, compartió Lynne. El chance de vivir en otra cultura amplía la cosmovisión y hace posible que ellos comprendan y se relacionen de manera singular con la situación de muchos de los pueblos del mundo. La oportunidad de desarrollar amistades íntimas con los niños indígenas y de crecer con ellos ha sido una bendición singular.
“Creo que mis hijos siempre tendrán a sus amigos tribales cerca de sus corazones”, comparte Lynne. “Ellos no son solamente fotos sobre una pantalla, son personas reales con las que han forjado amistades”.
Ella añade: “Ellos han adquirido un gran beneficio —ser capaces de relacionarse con una amplia variedad de culturas, grupos étnicos, y sectores socio económicos. Ellos pueden integrarse apropiadamente con las gentes más pobres, y también con cristianos ricos y gente de negocios en las ciudades”.
“En un nivel práctico, ellos han aprendido a ser muy recursivos y a pensar creativamente”, comenta Lynne, explicando que, por crecer lejos de la civilización, sus hijos han sido dotados con métodos únicos y conocimientos frescos y alternativos en áreas como actividades artísticas y reparando cosas averiadas. El sitio selvático les ha enseñado a ser creativos, inventivos y orientados a las soluciones.
El tiempo de familia ha sido un enfoque principal de la familia Castelijn mientras ha vivido en la tribu banwaón. Lynne dice que una gran bendición ha sido pasar juntos mucho tiempo. “Algunas de sus memorias favoritas son de Albert leyéndoles en las noches, después de la cena; primero de la Biblia, luego un capítulo o dos —o tres, si eran capaces de convencerlo de que siguiera adelante— de una novela o una serie”.
Lynne comenta que sus hijos han “pasado con nosotros a través de muchos tiempos difíciles y exigentes. Hemos orando juntos… y ellos han visto a Dios cambiar las vidas de las personas y resolver situaciones difíciles. Indudablemente esto ha sido un fundamento maravilloso para ellos”.
Sí, admite ella, también hubo tiempos difíciles. Fue decepcionante ser separados de otros hijos de misioneros que los chicos Castelijn llegaron a conocer en las visitas de dos semanas al pueblo. “Ellos no pudieron pasar tanto tiempo con otros hijos de misioneros como hubieran querido; esto fue difícil a veces”. También fue duro ser vistos por los niños de la tribu como “niños ricos” —era duro reconocer que no podían suplir todas las necesidades físicas de todos.
Los años sabáticos también eran difíciles para sus hijos, informa Lynne. “Estar viajando constantemente, tener padres agotados, las expectativas de otros, y querer ‘encajar’ con los pares”. A veces, al cambiar de un entorno tribal sencillo a la cultura occidental, fue difícil ver todos los artefactos que los pares de su país de origen tenían. “Aunque”, añade Lynne, “yo creo que realmente es un beneficio, por más que ellos lo hubieran visto como un reto en ese tiempo”.
Cuando medita en todo el manojo de bendiciones y desafíos, Lynne comparte: “En general, todos ellos han mostrado una actitud muy positiva con sus vidas como hijos de misioneros, ¡por lo cual estamos muy agradecidos!”.
Hay disponibles varias opciones educativas especialmente para hijos de misioneros, incluyendo grandes oportunidades en educación a distancia y educación presencial en colegios. Lynne comenta que aunque ellos sabían que había “un colegio excelente” para hijos de misioneros en el país donde ellos sirven, optaron por los cursos por correspondencia, principalmente por causa de la distancia involucrada. Ellos pudieron usar un currículo disponible para educación a distancia de su propio país.
“Ésta ha sido una gran opción para nosotros”, comenta Lynne, “pues esto significó que sus hijos trabajaran con el mismo currículo que sus pares de Australia”, por lo tanto, ellos tendrán menos inconvenientes, más tarde, cuando se inscriban en universidades.
En los primeros días, ellos dependieron grandemente de los aviones de la misión para que trajeran las tareas y los suministros escolares. Pero los avances tecnológicos han ayudado. En los últimos años los Castelijn se han beneficiado con una antena parabólica para enviar comunicaciones a los maestros de Australia vía email. “Yo dudo que nosotros hubiéramos podido hacer los años de bachillerato sin la antena parabólica”, observa Lynne.
Actualmente, Lynne, Albert y su familia están tomando un año sabático. Una meta grande para esta temporada es ayudar a sus tres hijos mayores en su transición a una vida independiente, y ayudarles a establecerse en su país, para que continúen su educación. “Creo que mis tres hijos mayores se están volviendo a adaptar a la vida de Australia y están hallando su sitio. El Señor los ha bendecido con una estupenda comunidad de jóvenes cristianos. Cualquier cosa que ellos crean que es lo que Dios quiere que hagan, para nosotros está bien, y la vida es un campo misionero en sí misma, sin importar dónde estemos”.
“Apreciamos tus oraciones por nuestros hijos”, expresa Lynne. Ella sabe que ellos, al igual que todos los hijos, pasarán por tiempos difíciles, pero Lynne y Albert confían grandemente en la guía y la protección predominantes de Dios en sus vidas.
“Ellos han desarrollado una pasión por las personas”, comparte Lynne con gratitud. “Ellos han visto la diferencia que ha hecho el Evangelio”.