Algunas temporadas en el servicio a Dios son difíciles y Jag Dunn es el primero en admitirlo.
“No pasa un solo día sin que no pensemos en nuestra familia y queramos estar con ellos”, confiesa él. “Pero si Dios nos ha enseñado algo, es que Su amor por la gente fluye más profundo de lo que nuestro amor podría alguna vez”.
Dios llamó a Jag y a su esposa Abby para ministrar a la gente hewa en el año 2012. Durante el año pasado, su familia estuvo experimentando lo que Jag llama “orientación selvática”.
Establecerse en la tribu, hacer su casa entre la gente hewa, invertir sus vidas fomentando amistades mientras aprenden la cultura y el idioma de los hewas —todo esto hace parte del llamado de Dios en sus vidas.
A veces este llamado precisa de adaptarse a olores y sabores muy nuevos y diferentes.
“La gente hewa sale cada año en la temporada de gallinas de monte y reúne centenares de huevos de estas aves”, comparte Jag. “Fuimos ‘bendecidos’ al recibir casi dos docenas, y algunos de ellos ya estaban comenzando a desarrollarse”. Jag dice que él hizo tortillas para él y para los hijos con los huevos frescos, pero Abby prefirió mantequilla de maní y mermelada esa mañana.
Kuka es otra temporada importante para la gente hewa. “Kuka es parecida a una nuez y es tóxica si se come sin una preparación adecuada. Tienen que ser hervidas, cocidas al vapor, luego hay que abrirlas, envolverlas completamente en hojas de plátano y empaparlas en agua durante un mes, antes que puedan ser comidas”, comenta Jag.
Después de este largo proceso de preparación, kuka se convierte en algo parecido a salsa de cebolla francesa, pero su olor, según Jag, es bastante diferente —y bastante insoportable.
Los Dunn están agradecidos por estar establecidos en su nueva casa en la selva. Están agradecidos por la bondad y el recibimiento de la gente hewa. “Hemos sido conmovidos en maneras que yo nunca hubiera imaginado”, dice Jag. “Experimentar adversidades con la gente hewa ha hecho crecer nuestro amor por ellos. Estamos muy agradecidos de que Dios nos haya escogido para venir aquí y haya abierto nuestros ojos a semejante verdad”.
A veces el recuerdo de su familia extendida en su país es verdaderamente duro. “Es difícil entender por qué Dios escogió separarnos de los seres que más amamos”, comparte Jag.
Pero los Dunn saben a fondo que el plan de Dios para ellos está obrando activamente —en aprender a aceptar a sus nuevos amigos y vecinos hewas, y en vivir a miles de kilómetros de tantas personas que ellos aman mucho.
“Muchas personas nos han dicho: ‘Yo no sé cómo lo hacen ustedes; ¡yo nunca podría dejar a mi familia!’. Y los sentimientos de añorar a los seres amados no se esfumaron cuando nos enrolamos como misioneros”, admite sinceramente Jag.
“Pero conocemos el amor de Dios, y éste tiene el poder de cambiar aun nuestro peor día de añoranza al mostrarnos un amor que fue el plan de Dios desde el principio de los tiempos. Dios ama a la gente más de lo que nosotros podemos comprender, y dicho amor está cambiándonos a nosotros y a las vidas hewas de nuestro entorno”, informa Jag.
Es imposible, dice Jag, para él entender los caminos de Dios y Su plan. “Pero sabemos que Él nos ama, y que Su amor está llevando esperanza a la gente hewa que lo necesita a Él”.