Jesi (der.) ayudando a bautizar a uno de los nuevos creyentes de la aldea Wusaraambya.
Con el agua a la cintura, y con una estatura de 1,56 m, Jesi le grita a la gente de Wusaraambya: “¿Qué harán ustedes cuando DIOS los llame por nombre, qué le responderán?”.
La muchedumbre enmudece, deleitada con el elocuente mensaje de salvación nacido de la lengua de un hombre que una vez fue considerado por la aldea como un don nadie. Siendo miembro de uno de los clanes más pobres de la sociedad de Wusaraambya y pequeño entre los hombres de su edad, Jesi tenía pocos sueños para el futuro; pero luego Dios lo llamó a hablar de Él.
“Yo trataba de destacarme”, admite Jesi. “Cuando era niño, detestaba ser el más pequeño de mi grupo de amigos. Con frecuencia me liaba a puños con chicos que me doblaban en edad para probar que era muy fuerte. Yo apostaba, asistía a fiestas y cortejaba mujeres bonitas —mientras mi madre oraba fielmente por mí para que yo acudiera a Dios”.
Él ríe, recordando la noche cuando Dios cambió su vida.
Un grupo de creyentes jóvenes había venido de una aldea vecina para compartir con la aldea de Jesi sobre el amor de Dios. Jesi y sus amigos se metieron sigilosamente en la parte de atrás de la conferencia para oír, decididos a encontrar razones para burlarse de los creyentes más tarde con sus amigos.
“Yo pensaba que íbamos a mostrarles cuán tontos eran ellos”, comenta Jesi, “pero terminé dándome cuenta cuán necio era yo”.
Hacia el final de la conferencia, Jesi y varios amigos suyos rindieron sus vidas a Cristo. Un par de ellos recibieron Nuevos Testamentos en pidgin, la lengua franca, y comenzaron a estudiarlos detenidamente noche y día.
Pero la Palabra de Dios, la cual sonaba vaga en la lengua franca, solamente empezó a tener sentido verdadero para Jesi cuando él se unió al misionero Andrew Goud para traducir la Biblia a su propio idioma.
“Cuando me di cuenta de todo lo que Dios había hecho por mí, empecé a ver un cambio en mi vida”, comenta Jesi. Él explica que Andrew Goud lo preparó a él y a su hermano en el rol de maestros bíblicos. Hoy, él tiene tanto gozo en Dios que no puede permanecer en silencio.
Muy semejantemente a Pedro en el Nuevo Testamento, Jesi habla impulsivamente a otros de Jesús a dondequiera que él va. Con frecuencia, los ancianos de su comunidad se burlan de él y le dicen: “¿Quién te crees tú para decirnos lo que debemos hacer?”.
Pero Jesi simplemente se encoge de hombros y sonríe, sabiendo que la Palabra de Dios es una espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo del alma. Con la ayuda de Dios, él sigue predicando el Evangelio con entusiasmo. Y hoy día, vienen personas de todas partes a escucharlo compartir el mensaje del Evangelio, porque como Jesi mismo atestigua: “No soy yo el que habla, es Cristo hablando a través de mí”.