Una joven de la etnia dinangat murió trágicamente. Y el conocimiento de Cristo, dice Jeremiah Markley, hace una diferencia total en la manera de responder la gente.
“Ahora imagina esta oración saliendo de los labios de una madre sollozante y que tiene roto el corazón, una creyente en Jesús, mientras observa el féretro de su hija adolescente”, informa él:
Padre, ¡tú eres bueno y tus caminos son perfectos! Gracias porque tú nos amas, y gracias porque mi hija está contigo. Gracias porque todas sus pruebas han terminado y ahora no siente dolor… Gracias, Padre Dios, porque tú eres bueno, gracias…
Sus parientes incrédulos también están intensamente acongojados. La diferencia es que su aflicción es enojo y desesperanza.
“Al día siguiente”, informa Jeremiah, “la casa de esta madre fue destruida por sus parientes… quienes, estando consternados con aflicción y temor, arremetieron con acusaciones y venganza”.
Jeremiah y April escriben: “Esto nos recuerda nuevamente el gran privilegio que tenemos de llevar el mensaje de paz, esperanza y amor de Dios a la gente dinangat, quienes, hasta el año 2008, nunca habían oído de la gracia de Dios en su propia lengua. Podemos ver que Jesús está haciendo una transformación en sus vidas, y eso nos hace recordar que nuestro trabajo para Él no es en vano”.
Invertir tu vida para compartir el Evangelio de Cristo y llevar esperanza y luz a pueblos perdidos y no alcanzados es un llamado que cosechará gozo y recompensas eternas, además de la alegría de ver ahora esas vidas transformadas. Aún hay miles de pueblos que están esperando oír este mensaje.