Los creyentes uriays claramente desean seguir aprendiendo la Palabra de Dios y crecer en la fe.
Lisa Kappeler finalmente llegó donde sus amigos uriays, con quienes ha trabajado por mucho tiempo.
Ella había planeado varias veces ir a decirle a la gente que sus coobreros misioneros no iban a regresar.
Aun cuando el viaje quedó planeado y conforme al programa de un vuelo y un viaje en canoa, tuvo que ser pospuesto.
El propósito de ir era más que solamente llevarles esta noticia; Lisa tenía la ilusión de ver a sus amigos.
Cuando finalmente llegó el día para ir, el avión la recogió para llevarla hasta donde ella se encontraría con otras seis personas, incluyendo a dos líderes de la iglesia abau. Allí, todos se embarcaron en una canoa con ella y se dirigieron a la aldea, deteniéndose únicamente en un campamento selvático para comer algo y orar juntos.
Había un sentimiento de expectación de que Dios se iba a glorificar por medio de esta visita. Ella sabía que su corazón sólo hallaría descanso confiando en el plan y el tiempo perfecto de Dios.
Al llegar, se enteraron que Wobre, un querido amigo y hermano en Cristo, y su esposa habían perdido un bebé que aun no tenía 2 años de edad. Este hombre ha sido una bendición, así que ella estuvo muy agradecida por poder animarlo.
Mientras el grupo se reunía lentamente, Lisa y uno de los hombres que la acompañaban compartieron las difíciles noticias sobre los misioneros que no iban a regresar esta vez, lo cual quería decir que Lisa tampoco podría regresar porque eso significaba que ella sería la única misionera en la aldea. Hubo tristeza y unas pocas preguntas, pero no hubo expresiones de ira ni de frustración.
Más tarde, al hablar con las mujeres, Lisa escuchó algunas reacciones de ellas:
“Estoy muy triste pero no voy a dejar de leer mi Biblia –Jesús todavía está conmigo. Algunos pueden marcharse pero Dios está conmigo”, dijo Dakruma en voz alta y con pasión. Aun en medio de la pérdida y la prueba, se espera que el compromiso de esta mujer fortalezca a las otras.
Wekot afirmó que: “Si los misioneros se van a ir, entonces yo me voy”. Lisa pudo animarla en frente de las otras con el recordatorio de la necesidad de confiar únicamente en el Señor y no en los hombres. Y que si ella se iba, ¿cómo escucharía la enseñanza de la Palabra de Dios o cómo alentaría a los demás creyentes?
“Yo podía sentir la confianza de ellos en el Señor, a pesar de la pérdida”, comparte Lisa.
Fue evidente que todos empezaron a planear cómo debían tratar bien esta situación. Los creyentes uriays comunicaron claramente su deseo de seguir aprendiendo y su sed de la Palabra de Dios.
Ellos pidieron que algunos hombres abaus vinieran de su iglesia para ayudar a los uriays en la enseñanza, “para no ir a guiar mal a la gente”.
Lisa dice que ver a algunos de los maestros más confiados y frecuentemente arrogantes admitiendo su necesidad de ayuda fue algo sorprendente. Otra dama, Imi, compartió aun en frente de los hombres: “Aunque sería fabuloso que los hombres abaus vengan a ayudar en pidgin, la lengua franca, la mayoría de nosotras las mujeres, viejas y más jóvenes, solamente entenderíamos la enseñanza en la lengua nuestra”.
Así que, aunque hay bastantes obstáculos y preguntas que todavía no tienen respuestas, hay una paz y una confianza en Aquel que empezó esta obra en los corazones de estas queridas personas.
“Ora por el plan de Dios para los días futuros —en cuanto a cómo ayudar mejor a la iglesia a crecer y madurar bajo esta nueva realidad”, es la preocupación de Lisa con todo este cambio.