Cuando Mike y Kelly McGregor regresaron recientemente al campo para continuar su ministerio de aviación misionera, sabían que iban a enfrentar tiempos exigentes.
Como plantadores de iglesias tribales en las zonas más remotas del mundo, muchos de los misioneros de New Tribes no podrían hacer lo que están haciendo sin los pilotos que operan las aeronaves singulares que los transportan a ellos y sus suministros dentro y fuera de las comunidades indígenas.
Los pilotos tienen que tener otros pilotos experimentados que los puedan ayudar a practicar en estas pistas aéreas; las cuales frecuentemente son más cortas que aquellas que usan las aeronaves comerciales, por lo tanto, necesitan inspecciones periódicas para mantener su precisión y estar siempre preparados.
En los últimos años la necesidad de pilotos misioneros ha crecido, y muchos campos están sufriendo de una gran escasez.
La necesidad de trasladar familias misioneras con un helicóptero desde pequeñas islas hasta las montañas donde hay aldeas enteras sin ningún entendimiento del Evangelio es algo normal en las vidas de los pilotos misioneros.
Si no hubiera aeronaves entrando y saliendo de las comunidades indígenas, significaría para los misioneros tener que viajar en embarcaciones durante muchas horas a través de mar abierto hasta las bocas de ríos donde tendrían que transbordar del bote a una canoa con motor. Después de muchas horas más, esa canoa se vuelve inútil, cuando los raudales hacen imposible continuar. Abandonando la canoa tendrían que caminar durante varias horas más.
Todo esto se hace para llegar a un sitio donde la Palabra de Dios nunca ha sido oída.
Pensemos en el proceso de construcción de casas, aun con aviones y pilotos diestros.
Cuarenta y cinco viajes en tres días para llevar materiales como tubería, elementos metálicos, equipos y cosas por el estilo. Entonces, a pesar de que la madera está aquí mismo, ¿cómo la transportaría uno hasta el lugar donde se va a construir la casa?
Estos pilotos son increíblemente hábiles; ellos pasan horas volando a esas zonas donde dejan caer sogas y eslingas para poder trasladar la madera y los equipos de un lugar de la montaña a otro, para que puedan vivir los que están dispuestos a ir allí.
Ya sea que se trate de transportar 10.000 kilos (22.000 libras) de madera o las esposas y los hijos, estos pilotos juegan un papel fundamental para alcanzar hasta la última tribu en esta generación.
Un piloto misionero informó acerca de una de las damas que él llevó a la aldea. “Ella me contó cuán difícil había sido la caminata y que ahora podían volar allí en 12 minutos. Cada tres meses yo vuelo a esa aldea con alimentos y suministros necesarios para esta familia misionera”.
Lo que parece un lugar paradisiaco con playas, acarrea trabajo extremadamente duro con altas temperaturas y muy poca agua potable “y arena en todas partes (aun en mi cama) –comienzo a sentirme como un náufrago”, comenta Mike.
Las esposas de los pilotos misioneros están allí para servir también a estos plantadores de iglesias tribales cuando salen de la selva. Con frecuencia ellas hacen un seguimiento de sus esposos vía radio cuando están volando.
Joel y Missy Davis en las Filipinas, comparten que es muy parecido a donde ellos sirven como familia en el ministerio de la aviación misionera.
Allí siempre hay bastante trabajo cargando y descargando el avión muchas veces al día en medio de la humedad. Pero sinceramente no hay otra cosa que ellos quisieran hacer aparte de animar a estos misioneros tribales por estar disponibles para ellos.
Cuando ellos vuelan y ven las aldeas donde el mensaje del Evangelio ha cambiado vidas para siempre, eso les motiva a continuar. Tener la oportunidad de ir a las aldeas donde pueden ver a Dios siendo glorificado y donde también se pueden divertir nadando y visitando hermanos y hermanas que ahora hacen parte del Cuerpo de Cristo es emocionante.
Las historias de cómo Dios ha cambiado vidas son interminables.
Una es acerca de la abuela Tae, quien le entregó a un piloto de helicóptero una nota en la cual expresaba su gratitud porque un helicóptero había aparecido para dejar misioneros en su aldea. Ella se sentó y oyó su enseñanza y la explicación de vida y muerte y enfermedad. Ella había sido una hechicera, pero esta era la Verdad que ella había anhelado.
Su testimonio del poder de la Palabra de Dios para cambiar corazones es poderoso.
Realmente no hay manera de separar el trabajo de un piloto y la necesidad de alcanzar a los no alcanzados. Si vamos a completar este trabajo en esta generación, necesitamos seguir orando y enviando pilotos cualificados a esos lugares remotos.