No es una tarea fácil. Compartir las buenas nuevas de Jesús con la gente mengen tiene una cuota de desafíos, comenta Lourens Laureti.
Con el fin de visitar varias aldeas de la costa, Lourens caminó recientemente con algunos creyentes méngenes de la aldea donde él y Marie y sus hijos viven; en esta caminata particular tuvieron que cruzar cuatro ríos. Debido a las fuertes lluvias, Lourens y sus coobreros tuvieron que cruzar a nado los cuatro rios, los cuales estaban crecidos.
“A pesar de que fue dificultoso, tuvimos un tiempo magnífico en el camino disfrutando de compañerismo… y simplemente pasando tiempo en la Palabra de Dios”. Lourens añade que este viaje difícil contribuyó a una discusión con los creyentes méngenes acerca de los esfuerzos de evangelización que se están llevando a cabo en otras aldeas. Una de dichas aldeas ha pedido en repetidas ocasiones que alguien vaya y les enseñe la Palabra de Dios.
De modo que sí, también hay recompensas. Ahora hay esperanza y luz penetrando en lugares donde las tinieblas habían reinado por mucho tiempo.
Hay desafío para una joven pareja mengen que ha experimentado persecución por su decisión de asistir a la enseñanza bíblica. Han sido ahuyentados de su casa y salieron sin comida.
Lourens y Marie han observado con asombro como Gabi e Itu han perseverado y continuado del lado de la verdad de Dios.
Este tipo de fe perseverante habla mucho. Lourens informa que estos jóvenes creyentes méngenes “muchas veces son un ejemplo para nosotros en tiempos de persecución… y muchas personas de la aldea donde nosotros vivimos, y en los alrededores, están viendo la diferencia en las vidas de los creyentes y están siendo atraídas por el amor de Cristo”.
Ver a Dios producir esta clase de fe y crecimiento es una gran recompensa para Lourens y Marie.
Lourens recuerda bien el día cuando enseñaron por primera vez a la gente mengen acerca del sacrificio de Cristo por ellos. Él dice que su ayudante nativo leyó el relato de la muerte de Cristo en la cruz y citó Sus palabras: “Consumado es”, hablando de Su obra para pagar el castigo por el pecado; en idioma mengen, las palabras de Cristo fueron Ore rongo.
Después, un hombre joven se acercó a Lourens y le repitió: “Ore rongo”.
Lourens explica: “Pensé que se refería a las lecciones. Le pregunté qué estaba consumado o terminado y él respondió: ‘Mi pecado ha sido terminado y ya no se interpone entre Dios y yo’; ¡qué maravilloso testimonio viniendo de un joven mengen!”.
En efecto, es esa obra consumada de Cristo la que faculta a Lourens y a Marie, de día en día, para terminar la tarea que Dios les ha dado de amar y compartir la verdad de Dios con la gente mengen, a pesar de los desafíos, que a veces son enormes.
Porque las recompensas son fabulosas, afirma Lourens.
En realidad son eternas.