El corazón de Mesari estaba satisfecho y Elli Schlegel estaba muy conmovida.
Todos los martes en las tardes, Elli y Mesari se reúnen para trabajar en la traducción de la Biblia al idioma dinangat; el martes pasado, Elli tuvo que contener las lágrimas.
“Ayer”, le dijo Mesari a Elli, “me preocupé mucho pensando si iba a poder pensar bien y hablar correctamente cuando me volviera a reunir contigo para revisar la traducción de la Biblia. Y hoy me volví a preocupar, pero luego me vino al pensamiento que esas preocupaciones probablemente entristecían a Dios.
“¿Acaso Él no me ha ayudado en todos estos años y ha obrado por medio de mí y lo ha hecho bien? ¿Por qué, pues, pienso que quizá Dios no me va a volver a ayudar?” comentó Mesari. “Así que dejé de preocuparme y confié en Dios”.
Estas palabras de confianza en Dios sorprendieron a Elli. “¿Cómo puede Mesari tener semejante confianza en Dios si solamente lo ha conocido durante cinco años? ¿Cómo puede ella confiar en Él mucho más que yo?”.
Allí estaba Mesari, usando una camisa rota y una falda remendada; no tenía zapatos, ni reloj ni ninguna joya. Ella se sentó en el piso con las piernas cruzadas y leyó con Elli las palabras de 1 Timoteo 6: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”.
Cuando Mesari leyó estas palabras, por sus ojos pasó un destello de vergüenza, mostrando que se sentía culpable por su descontento.
“Sí, eso es cierto”, exclamó Mesari. “Si tenemos comida y ropa, ¿qué más necesitamos? Tenemos a Dios, nuestro Salvador. ¡Él es todo lo que necesitamos para vivir y morir!”.
Elli escuchó cómo respondió el corazón de Mesari a la Palabra de Dios y quedó impresionada. Un momento antes, Mesari había compartido acerca de la lucha de su familia con un techo que tenía muchas goteras y que los obligó a mudarse a un sitio más apartado de la aldea. Esto significaba que Mesari tendría que hacer una caminata más larga hasta la aldea para trabajar en la traducción.
Y Elli no podía olvidar la camisa rota que Mesari había usado por muchas semanas. O la realidad de que el menú diario de su familia era muy predecible: batatas —en la mañana, al mediodía y en la noche.
Elli comparte: “Me sentía avergonzada; y en cierta manera era bueno. …En ese momento vi qué precioso ejemplo era mi amiga Mesari para mí. Estoy orgullosa de ella y nunca olvidaré cómo confía en Dios… y halla contentamiento en Él. …¡Eso es lo que quiero para mí! y le doy gracias a Dios por ella”.
En el proceso de traducir la Biblia, Dios usa a los misioneros, junto con Su Palabra, como instrumentos en las vidas de los indígenas. También usa a los indígenas y Su Palabra como instrumentos en las vidas de los misioneros.