“No hay palabras para describir de una manera tangible esta experiencia”.
Sin embargo, Lisa Kappeler va a tratar de hacerlo.
Ella desea describir brevemente la conferencia reciente de los creyentes. En el curso de esta conferencia, la cual fue acogida por la iglesia ama, se reunieron 400 creyentes de otras aldeas y grupos lingüísticos, incluyendo a Lisa y a ocho creyentes de la etnia uriay.
Para empezar, aparecieron muchas más personas de las que se esperaban o del número que se había planeado. Como resultado, la comida fue escasa y las condiciones de alojamiento estuvieron abarrotadas al máximo, informa ella.
La primera comida consistió de cuatro hojas de verduras con una porción de masa de sago; realmente insuficiente para llenar a alguien. Luego mejoró un poco, pero siguió siendo una ración escasa.
La parte hermosa fue que las 61 personas que compartieron la casa donde Lisa se quedó, “no estuvieron de mal humor ni enojados unos con otros”.
Imagina una noche un tanto larga con niños llorando, bebés durmiendo cerca y sin pañales, y la lluvia cayendo y no tener paredes para evitar que se entre. Imagina tener que chapotear entre el lodo para intentar darte un baño, recibir una comida escasa al día, no tener privacidad en absoluto, tener grandes llagas en los pies —y la lista continúa.
Lisa no pudo evitar echar de menos su cama suave, su despensa y su refrigerador, el agua caliente, su ducha privada… todas las cosas que puede disfrutar normalmente. Pero, al mismo tiempo, reconoce que sus amigos tribales nunca disfrutan de estas cosas.
Así que esta conferencia fue diferente y especial. “Todos estábamos juntos”, observa Lisa.
“Fue un tiempo maravilloso y también difícil. …Una y otra vez daba gracias al Señor por las cosas que estábamos experimentamos juntos. …Fue difícil, pero estoy muy agradecida de haber podido participar en esto”.
Los creyentes siawis enseñaron primero. Lisa estaba agradecida de oír a estos hombres fieles presentando el Evangelio tan claramente. Otra cosa memorable fue oír a otro grupo tribal dirigir la adoración, cantando una canción acerca de cómo todos los creyentes de diferentes grupos y familias lingüísticas van a ir al cielo.
“La escena ante mis ojos enterneció mi corazón… la verdad de que todos iremos al cielo un día —y no pude contener las lágrimas”, informa Lisa.
“La emoción me sobrecogió cuando miré alrededor y vi creyentes que estaban allí porque una iglesia indígena había compartido el Evangelio con ellos —no los misioneros, sino la iglesia sembrada. Y ahora otra iglesia tribal les está impartiendo el discipulado”.
¿Está obrando Dios en este mundo? ¿Hace una diferencia la transformación producida por el Evangelio?
Tal vez quieras preguntar a uno de los 400 creyentes indígenas que sufrieron y se regocijaron en medio del hambre y la muchedumbre con tal de participar en esta singular reunión —una reunión que expuso vívidamente la poderosa obra de la gracia de Dios.
“En resumen” comenta Lisa, “la conferencia fue una bella imagen de lo que habrá un día en el cielo”.