El misionero Brooks Buser y cuatro maestros bíblicos yembiyembis recientemente se embarcaron en una aventura de servicio al Señor.
Hacía dos semanas que los misioneros de una isla vecina habían empezado a enseñar lecciones bíblicas cronológicas a la gente biem. Brooks y sus amigos yembiyembis planearon un viaje para apoyar y animar.
Los dos grupos étnicos realmente no tienen casi nada en común. “El pueblo yembiyembi es gente que vive en los pantanos y ríos”, informa Brooks. “El pueblo biem no tiene cerdos monteses y cultivan naranjos y pescan tiburones. Por otro lado, la tribu yembiyembi no puede imaginar un mundo sin cerdos monteses –y a los que han probado las naranjas les parece que son de otro mundo. Y casi todos los yembiyembis sienten un temor incontrolable con los tiburones”.
Por tanto, cuando Brooks y los cuatro maestros bíblicos abordaron el avión de la misión para hacer el viaje de cinco horas en bote hasta la isla, algunas de las esposas yembiyembis vinieron a despedirse de ellos y lloraron solemnemente: “Papá Dios sabe que todos estamos sentados en Su mano (Su soberanía). Si Él considera que ustedes deben morir en medio de grandes olas y tiburones, entonces lo mejor es que les digamos nuestras últimas palabras ahora”.
“Pero las olas fueron buenas y los tiburones decidieron no comerse el bote; logramos arribar a la isla”, comparte Brooks. Fue una gran oportunidad para brindar ánimo y ayuda con la enseñanza bíblica. Una vez allí, los maestros bíblicos a menudo se quedaban hasta las 2 a.m. respondiendo preguntas, recapitulando la lección bíblica y “simplemente sintiéndose felices de pasar tiempo con la gente que estaba oyendo por primera vez la enseñanza del Excelso”.
Brooks dice que esta visita fue un rico encuentro para los maestros yembiyembis y la gente biem, al igual que para los misioneros.
“Fue una gran experiencia para todos nosotros”, comenta Brooks.
El viaje de regreso fue un poco más complicado. Durante su ausencia, la pista aérea de los yembiyembis resultó gravemente afectada por las lluvias y la resultante inundación. El plan inicial de aterrizar allí ya no era posible. Esto significó hacer un viaje alternativo de cinco horas en un bote oceánico, un viaje en una camioneta hasta un aeropuerto, un vuelo en el avión de la misión hasta otra pista aérea, y tres horas más en un bote en el río.
Fue un día largo. Pero bien valió la pena, comenta Brooks.
Oren por la continua bendición de Dios sobre este viaje misionero que hicieron los creyentes yembiyembis para alcanzar a la gente biem. Oren para que la Palabra de Dios continúe siendo enseñada con poder a la gente biem y para que muchos corazones sean alcanzados y transformados por el Evangelio.