Esta es la versión larga de la historia de nuestro alocado viaje de cuarenta y seis horas hasta Chihuahua…
Antes de salir, habíamos tenido un ajetreado sábado, comenzando con una fiesta de despedida para la mejor amiga de Donna que se iba de California, seguida por la proyección nocturna de un documental sobre nuestro pastor de jóvenes (fuimos entrevistados en el documental).
Nuestro vuelo debía salir del aeropuerto de Tijuana a las 2 a.m. del domingo, y llegar a Chihuahua a las 8 a.m., con una rápida escala de una hora en Guadalajara. Por lo tanto, nuestro yerno nos dejó en la Puerta de las Californias, un nuevo puente aéreo entre San Diego y el aeropuerto de Tijuana, y estábamos en camino.
Nos registramos y estábamos listos para abordar nuestro avión… bueno, casi. A las 2 a.m., nos llamaron desde el mostrador. “Este vuelo está retrasado; perderán su conexión con Chihuahua. ¡Sigan a ese hombre!” Así que corrimos detrás de él hasta otra puerta, donde fuimos embarcados de prisa en otro avión que despegó enseguida.
Uf… apenas; ese avión tenía que aterrizar en Mazatlán, y estuvo en tierra durante varias horas porque Guadalajara estaba oscurecido por la niebla.
Finalmente llegamos a Guadalajara cerca de las 10 a.m. Hicimos fila con los cientos de pasajeros retrasados. Aproximadamente una hora más tarde, llegamos al mostrador y nos dijeron que tendríamos que pasar la noche en Guadalajara. Luego, en el último momento, el personal de la aerolínea le entregó a Bill unos pases para abordar y dijeron: “¡Tienen que darse prisa para tomar el vuelo que sale a la 1 p.m.!” Así que salimos corriendo a buscar esa puerta de embarque.
Hurra… por poco; resulta que ese vuelo probablemente había partido antes de que la mujer nos diera los pases para abordar, y mucho antes de que llegáramos a la puerta de embarque.
Así que hicimos cola de nuevo. Bill comentó: “Si hubiéramos conducido desde San Diego hasta Chihuahua, ya estaríamos allí”. Esta vez tuvimos que pasar la noche en Guadalajara; nos dieron pases para abordar al día siguiente, lo cual nos llevaría a través de Ciudad de México. La mujer revisó y sí, nuestro equipaje estaba seguro en Chihuahua. Durante todo el tiempo Bill estuvo enviando mensajes de texto a nuestros amigos de la misión en Chihuahua que nos iban a recoger en el aeropuerto, suponiendo que alguna vez íbamos a llegar. Ellos nos recomendaron un hotel que tiene servicio de transporte gratuito. Salimos aprisa al hotel para relajarnos.
Genial… Normalmente Donna empaca algunas prendas de ropa adicionales en su equipaje de mano. Pero para un vuelo doméstico como este, no lo hizo, así que terminó usando una ropa de Bill como pijama; al menos él tenía eso en su maleta. Luego tuvimos una agradable cena en Chili’s (sí, Chili’s era el único sitio cercano… en Guadalajara) y por fin pudimos dormir plácidamente. El hotel ofreció un desayuno con deliciosos chilaquiles; no fue el típico desayuno americano de un motel.
Al día siguiente, lunes, volamos a Ciudad de México, pero nuestro vuelo se retrasó para salir de Guadalajara (ustedes sabían que iba a ocurrir eso, ¿verdad?) Así que volvimos a perder nuestra conexión con Chihuahua; esta vez una persona de la aerolínea en la puerta de embarque en Ciudad de México nos dijo a dónde ir para recibir nuevos pases de embarque; entonces salimos corriendo para buscar el mostrador de la aerolínea.
Todo listo… casi; tres mostradores más adelante, nos dijeron que no había más vuelos a Chihuahua ese día, por lo que la aerolínea nos alojaría en un hotel en Ciudad de México o trataría de ponernos en otra aerolínea. Bill dijo: “Probemos esa opción”; aproximadamente media hora más tarde, después de ver al hombre de nuestra aerolínea corriendo de un mostrador a otro, nos hicieron la reservación para volar en otra aerolínea. Nuestro vuelo saldría pronto; entonces salimos corriendo para llegar a nuestra puerta de embarque.
En esta ocasión, por supuesto… no esperábamos nada.
En el aire… ¡Abordamos el avión! pero despegó una hora más tarde. Así que llegamos a Chihuahua, pero en la media noche del lunes, en lugar de las 8 a.m. del sábado. Cuarenta y seis horas después de salir de Tijuana. (Hubiéramos podido volar a Manila, pasar la noche allí, volar a Puerto Princesa, pasar la noche, y volar a nuestra aldea tribal en un tiempo menor a ese… o ¡podríamos haber conducido hasta Chihuahua, devolvernos después a San Diego, y luego regresar a Chihuahua otra vez!)
El final… casi; no pudimos retirar nuestro equipaje el lunes en la noche porque la persona encargada del depósito de equipaje hacía mucho tiempo que se había marchado a casa.
Bill regresó al aeropuerto al día siguiente (un viaje de solo 45 minutos en cada sentido) con nuestro amigo, y retiró las maletas. Nuestra ropa estaba intacta, y ¡especialmente Donna estaba contenta de verla!
El taller de Bill comenzó un día y medio más tarde (el medio día fue por la carrera para recuperar el equipaje), y estaba un poco confundido (quizá un poco más de lo normal), ¡pero salió muy bien! Curiosamente todos nuestros amigos de México que han volado allí durante años, dijeron que nunca han tenido un viaje como el nuestro. Así que fue una experiencia especial solo para nosotros, provista por Dios para nuestro entretenimiento (y crecimiento). Y ¡eso hizo que los misioneros de Chihuahua se unieran aún más a nosotros porque se compadecieron de nosotros!
Nuestro vuelo de regreso fue de dos horas, directo desde Chihuahua hasta Tijuana.
Ese es el itinerario que conseguiremos de ahora en adelante.
¿Qué podría salir mal?
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