5 de octubre, 2019
En el momento estoy pasando un corto periodo de tiempo en un país que tiene un idioma diferente, e incluso un alfabeto diferente de aquel al que estoy acostumbrada. Eso significa que, por lo general, no puedo entender a las personas que me rodean, y ni siquiera puedo leer los letreros. Pero he aprendido a reconocer mis números si están escritos, e incluso aprendí a decir algunos: 1/2, 4, 6, 7 y 9.
“¿De qué sirve eso?’ podrías preguntarte. En realidad ambas destrezas han sido muy útiles:
RECONOCER MIS NÚMEROS: Una de las formas de transporte aquí es con Úber. Si alguna vez has usado el servicio de Úber, sabrás que ellos te dan el número de la placa del vehículo de Úber. En realidad la aplicación nos muestra la placa con números y letras “normales”, pero no se ve igual en el carro. Por tanto, aunque no conozco mis letras, al menos puedo verificar que los números sean correctos (y luego le pido a mi amiga, que conoce sus letras, que se asegure de que también sean correctas) ¡y eso nos ayuda a reconocer nuestro Úber!
SABER DECIR ALGUNOS NÚMEROS: Anoche quería comprar bananos [cambures]. Ahora, podría haber hecho un “truco” y ver si el hombre hablaba inglés; podría haber hecho una pantomima indicándole con un dedo que quería un kilo; podría haber dibujado en mi mano la cantidad de kilos que quería, ya que sé cómo dibujarlos. O, lo que terminé haciendo, pedirle los bananos en su idioma, escogiendo entre llevar 1/2, 4, 6, 7 ó 9 kilogramos, ¡puesto que esos son los únicos números que sé decir!
Decidí llevar medio kilo de bananos, ya que eso es alrededor de una libra y suena como una cantidad razonable de bananos. El vendedor comenzó a cortar algunos del racimo y a ponerlos en la balanza, luego me hizo otra pregunta. Me pareció el tipo de pregunta que espera una respuesta afirmativa, entonces dije “sí” y él terminó de pesar mis bananos y me los entregó (sin embargo, ¡aún no tenía idea de qué era lo que me había preguntado!). Entonces no sabía cuánto costaban (no tenían un letrero), así que le di más de lo que deberían costar y esperé a que me diera las vueltas [el cambio] (¡es una manera fabulosa de hacer parecer que sabes lo que estás haciendo cuando en realidad no sabes!). Él me entregó las vueltas y yo me convertí en la feliz propietaria de medio kilo de bananos, comprados enteramente en este idioma con las pocas palabras que sabía; incluso supe cómo decirle “gracias” al final.
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