11 de mayo, 2019
Las despedidas han comenzado; nunca se vuelve más fácil, a pesar de que después de diez años sabemos qué esperar. Este fin de semana estaremos en Manila luchando contra el jet lag, mientras nuestros sentidos se vuelven a acostumbrar al calor, la humedad, los olores y el ruido. Nuestros cerebros lentamente comenzarán a funcionar nuevamente en [idioma] tagalog y recordarán todas las señales sociales y sutiles de la cultura filipina que hacen que la comunicación y las relaciones funcionen mucho mejor. La tristeza por las despedidas de la familia y de amigos queridos comenzará a opacarse cuando choque con la emoción de los saludos a amigos de Filipinas que son como familia, y a medida que nos volvamos a acomodar en la familiaridad de nuestro hogar allí. Por ahora, sin embargo, hay un montón de detalles pequeños que no deben ser olvidados cuando empaquemos nuestras cosas de la casa en la que vivimos durante once meses, concluyamos los arreglos de viaje y visado, y pasemos esas últimas horas dulces con personas a las que no volveremos a ver durante años.
La transitoriedad de todo esto hace que el cielo sea mucho más real, y cada transición importante despierta un anhelo más profundo por nuestro hogar eterno, donde no habrá más despedidas ni más traslados. También produce un recordatorio conmovedor de por qué hacemos esto una y otra vez: ¿Cuántos millones de personas viven sus vidas sin la esperanza que nosotros tenemos? ¿No vale la pena compartir la esperanza que hemos recibido con aquellos que de otra manera nunca se enterarán de la esperanza que hay en Cristo?
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:3-5).
En medio de las despedidas y las lágrimas, también hay emoción y expectación por el ministerio que se encuentra frente a nosotros; nuevas responsabilidades que nos harán esforzar y crecer en nuevas maneras, pero siempre con el mismo propósito: ¡Llevar esperanza a los que no la tienen, y ver iglesias saludables en cada grupo étnico!
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