18 de octubre, 2018
¡Recién salido de la tribu!
[Yo, Juana] Quiero compartir estos testimonios guahibos que me contó [mi esposo] Marcos, quien está en su quinta semana de trabajo con sus ayudantes indígenas para terminar los chequeos de comprensión.
“¡Cómo nos regocijamos cuando Dios usa guahibos para alcanzar guahibos! El guahibo Luis y su esposa Celmira, fotografiados aquí, se unieron a nosotros en el trabajo de traducción a mediados de la década de 1990 y han estado sirviendo al Señor. Celmira aparece en la foto ayudando con el idioma a nuestra compañera colombiana, Consuelo, hace años. Por cierto, continúen orando por Consuelo que ha padecido de cáncer durante cuatro años. Oren mientras Marcos y los guahibos terminan en estos últimos días, Marcos me dijo que se están cansando.
(Marcos escribe) Hace unos seis meses, Luis y Celmira regresaban de un viaje de evangelización y decidieron detenerse en la aldea de John. John es un guahibo que era un borracho, golpeaba a su esposa y casi nunca llevaba dinero a su casa.
Bien, hace aproximadamente dos años y medio, él comenzó a leer la Palabra de Dios en español y sintió convicción de pecado y empezó a tener “cultos” en su aldea. Un día, cuando estaba en el pueblo de Cumaribo, se encontró con Luis y Celmira; ellos le explicaron el camino de salvación y él creyó en el Señor Jesucristo. Luego dijo que Luis tenía que enseñarle el discipulado ahora, porque la aldea había elegido a John como anciano de la “iglesia”, pues él era el único interesado en el camino de Dios. En vista de que todos los Nuevos Testamentos en idioma guahibo están agotados, esperando a que se publique la nueva revisión, Luis le dio a John algunas de las porciones de prueba que yo había imprimido de unos tres libros de la Biblia para dárselas a los revisores de las Escrituras. John devoraba esas porciones, leyéndolas y haciéndole preguntas a Luis cada vez que él pasaba por allí; así que hace seis meses fue uno de esos viajes.
Cuando Luis y Celmira llegaron a la aldea, encontraron a una mujer llamada Teresa que estaba muy delgada; ella había estado enferma durante mucho tiempo, y su esposo Humberto, quien no era creyente, había gastado mucho dinero en vitaminas, suplementos de hierro y otros medicamentos, y también en hechiceros, etc.; pero todo había sido en vano. Luis dijo que era evidente que estaba muy cerca de que Dios la llamara al cielo; entonces Luis le dijo a ella: “Quiero que confíes en Dios” (su esposo interrumpió y preguntó:¿no van ustedes a orar por ella?) Luis dijo: “Sí, pero antes de hacerlo quiero que tu esposa entienda”. Entonces le dije a la mujer: “Voy a orar, y Dios hará su voluntad. Él puede sanarte, o puede decidir que quiere que vayas a vivir con él; pero sea lo que sea que él decida, él quiere tener la gloria. Si tú mueres, él quiere la gloria de tu fidelidad para confiar en él. Si él te sana, él quiere la gloria por obrar sanación en ti; así que necesitas confiar en Dios”. Entonces oré por ella y luego fui a hablar con John.
Un tiempo después, me enteré de que Dios la había sanado y que ahora estaba ganando peso; ella le estaba dando toda la gloria a Dios. Su padre que era un hechicero había venido por su cuenta para hacer sus cantos y sus rezos sobre ella, pero ella le dijo: “¡Aquello en lo que tú confías no tiene ningún valor! Estás perdiendo tu tiempo; yo solo confío en Dios; vete”. Bueno, cuando Dios la sanó, entonces su esposo confió en Cristo. Cuando ella fue a la conferencia, les contó a todos cómo Dios la había sanado cuando los medicamentos y los hechiceros no podían; ella da el mismo testimonio dondequiera que va.
Luis dijo que él quería ir a esa conferencia para escuchar el testimonio de ella, pero faltando un par de semanas, él tuvo un accidente con su motocicleta y su cara quedó muy golpeada; no quería ir y que la gente lo viera así, por lo tanto se quedó en casa. “Después”, dijo Luis, “me di cuenta de que si hubiera ido, ella me habría elogiado a mí, no a Dios. Entonces fue la voluntad de Dios que yo no fuera”. Más tarde, cuando pude hablar con ella, ella dijo: “Cuando tú me estabas hablando sobre confiar en Dios, pasara lo que pasara, fue como si una luz de fe hubiera iluminado mi alma. En ese momento decidí que iba a confiar en Dios sin importar cuál fuera el desenlace de mi enfermedad”. Ella también me dijo que me había extrañado en la conferencia; pero yo (Luis) le dije: “No, fue bueno que yo no pude ir porque de esa manera ¡Dios recibió toda la gloria!”
Luis se ha enamorado de la oración de alabanza de Ana en 1 Samuel 2. Luego, de la experiencia del profeta Elías, porque Dios no castiga a su hijo con viento, terremotos o incendios, sino que una pequeña voz sosegada y amorosa invita a su hijo a arrepentirse de su incredulidad y a confiar de nuevo. La soberanía de Dios se revela una y otra vez, y en ella Dios decide nuestra vida o la muerte, nuestra riqueza o pobreza, y así sucesivamente. Luis está impresionado con el amor de Dios; son estos pensamientos los que motivaron a Luis a dar su testimonio.
GRACIAS por ser parte de lo que Dios está haciendo para edificar SU iglesia entre el pueblo guahibo,
Marcos y Juana Cain
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