22 de junio, 2018
En este año hemos estado preguntándonos qué vamos a hacer para el estudio de nuestros hijos el próximo año. La escuela a la que asisten los chicos cambia los sistemas después de la escuela primaria y no estábamos seguros si eso sería adecuado para Ethan; además sabemos que en algún momento vamos a tener que volver a cambiarlos del francés al inglés. Por tanto, con eso en mente, comenzamos a buscar otras opciones.
Hay una escuela británica para hijos de misioneros que no está lejos de nosotros y recibe estudiantes diurnos de las ciudades cercanas. Sentimos que era una buena opción y decidimos hacer una solicitud.
Hace dos semanas los chicos tuvieron su semana de prueba allí. Realmente estaba orando para que Dios nos confirmara a dónde debían ir los chicos. Teníamos algunas preocupaciones en cuanto a esta escuela, la mayor de ellas era por Tyler, porque él es muy quisquilloso en cuanto a la comida y sería obligado a tomar el almuerzo allí y a comer todo lo que le sirvieran. Sin embargo, a medida que avanzaba la semana era evidente que los chicos realmente disfrutaban de estar allí. Tyler no estaba encantado con los almuerzos pero tampoco lo aterrorizaban, lo cual en mi opinión era una victoria. Daba gracias a Dios porque parecía que él estaba confirmando en nuestros corazones a dónde debían ir los chicos.
El viernes recibimos un correo electrónico de la escuela para sus compañeros de oración, diciendo que uno de los padres del dormitorio ya no podría estar el próximo año, lo cual significaba que tendrían que reorganizar las cosas y no aceptar a todos los estudiantes nuevos. Efectivamente, tres días más tarde recibimos una carta que decía que no había espacio suficiente para nuestros hijos el próximo año. Todos quedamos bastante desconsolados ya que parecía más y más que esta era la combinación perfecta para nosotros.
Fue un día difícil ya que a estas alturas todos nos habíamos hecho a la idea de que esta era la escuela, pero para Ethan, especialmente, fue más difícil. Yo estaba frustrada porque antes de ir a la semana de prueba, los chicos no tenían ninguna preferencia de escuela, y era solo hasta ahora, después de esa semana, que recibíamos la noticia. Estaba preocupada pues las otras opciones que teníamos para considerar eran todas significativamente más caras. Sin embargo, ante todo yo estaba desilusionada porque parecía una escuela perfecta para nuestros hijos.
Los momentos de desilusión siempre son difíciles, pero siempre son buenos porque me acercan a Dios. Me recuerdan que se trata de sus planes, no los míos. Me recuerdan que él es el que tiene el control de todas las incógnitas y que él sabe mejor que nadie. Le pedimos claridad y él la dio, solo que no fue lo que esperábamos o de la manera que esperábamos. Me recuerdan lo fácil que es empezar a preocuparse y no confiar en Dios en cuanto a las cosas que están fuera de nuestro control. Al mismo tiempo nuestros pasaportes se perdieron en el correo (no se preocupen ya fueron encontrados), pero las cosas, una tras otra, parecían derrumbarse a mi alrededor. Por lo tanto, ayer tomé un día con Dios para volver a concentrarme, ser renovada y descansar.
Esta es una realidad que afrontan muchos misioneros, así que sé que no estamos solos en la lucha. Así que esta es nuestra situación actual: Tenemos hasta el 15 de julio para volver a inscribir a los chicos en la escuela en la que están actualmente. Nos estamos debatiendo entre esa y otra opción de escolarización, y estamos tomando la próxima semana para orar una vez más por claridad y paz en esta decisión. ¿Tomarías un momento y orarías con nosotros mientras buscamos sabiduría del Señor en esta decisión? Cuanto más crecen nuestros hijos más complicada se vuelve la escolarización entre diferentes idiomas, países y realidades del ministerio. Así que oren por guía a medida que avanzamos.
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