22 de abril, 2018
Nuestros últimos informes están más enfocados en el desafío de las misiones que en informar noticias de las misiones y lo que está sucediendo en nuestra empresa global de movilizar obreros para la cosecha. Estos artículos son pensamientos que he escrito como un vívido reflejo de nuestro trabajo que tiene por objeto vincular a los creyentes con el mandato de las misiones.
Nunca he olvidado un mensaje impactante que escuché sobre el evangelio de Mateo hace casi cuarenta años. Ese mensaje: “¿Qué estás haciendo en el mundo, por amor de Dios?”, fue el punto de inflexión para abrazar lo que el apóstol Pablo describe en Romanos 15:20 como llegar más allá del alcance del Evangelio. No fue mucho tiempo después de eso que dejamos nuestras carreras y salimos de un ministerio local para abrazar los esfuerzos de plantación de iglesias en zonas de todo el mundo donde no había un testimonio del Evangelio. Lo que sigue es otra de las entradas de mi diario.
“¡Ese viaje misionero… realmente cambió mi vida!”
Es divertida la manera en que definimos cosas de nuestra vida, ya sea el amor por un artículo en particular, un lugar favorito, una persona apreciada o un objeto muy estimado. A veces decimos cosas de carrera sin pensar en lo que realmente queremos decir.
Como agente movilizador de las misiones, continuamente hay personas que me hablan de viajes misioneros en los que han participado, lo que les gustó y lo que les disgustó, y después generalmente agregan: “Eso realmente cambió mi vida”. Hmm… Siempre he querido preguntar ‘¿en qué manera’ cambió tu vida?, aunque me abstengo por temor a que puedan pensar que mi pregunta es despectiva.
¿Qué son realmente ‘experiencias transformadoras de vida? Pensemos en esto.
Abracé el Evangelio a la edad de veintidós años. Literalmente fue un giro de ciento ochenta grados de un camino que conducía directo al infierno para entrar en la nueva luz de Cristo que cambió mi vida para siempre. –¡Ese es el poder transformador del Evangelio!
Una vida cambiada por el Evangelio significa un cambio radical de los caminos independientes y descendentes del hombre pecador por el camino ascendente ‘puestos los ojos en Jesús’ hacia la justicia, todo gracias a lo que Jesús hizo en la cruz. Todavía recuerdo la sensación de ese peso del pecado que fue quitado de mis hombros la noche que me convertí en una nueva criatura en Cristo. No fue una exhibición pública ostentosa sino un humilde doblegamiento bajo mi pecaminosidad en una pequeña y lúgubre barbería donde reconocí la gracia generosa ofrecida por el Eterno Dios mientras leía los primeros cinco capítulos del libro de Romanos; ¡Jesús cambió mi vida!
No puedo recordar cuántos libros he visto con una línea que dice: “La lectura de este libro cambiará tu vida”. Amigo mío, los libros no cambian vidas, ¡pero el Evangelio sí! Oh, por supuesto, los libros pueden darnos ideas para ponernos en un camino más determinado –la Biblia hace eso, pero es el mensaje del Cristo crucificado, sepultado y resucitado el que pone la Luz de la Vida en los corazones entenebrecidos para que despierte el alma a la vida de Dios en Cristo.
Hoy en día escucho muchos comentarios de personas que regresan de viajes misioneros y dicen ‘eso cambió mi vida’. Pero si tales personas siguen haciendo lo que hacían antes del viaje, sin involucrarse activamente para alcanzar deliberadamente a aquellos que no tienen posibilidad de oír el Evangelio, entonces me pregunto si el viaje cambió sus vidas. Sí, quizá los viajes misioneros despierten nuestros corazones a un nivel más profundo de compasión, pero compasión sin acción no produce nada.
Si bien es cierto que los viajes misioneros nos iluminan con información fresca sobre las necesidades de la gente perdida, ese conocimiento no tendrá ninguna aplicación práctica en nuestra vida a menos que lo adoptemos. No es distinto en el ámbito de la educación; el conocimiento sin la acción hace que el conocimiento sea conocimiento y nada más.
Un ejemplo: Hace algunos años, mientras hablaba sobre la disposición a ‘ir’, me ofrecí a llevar a toda la congregación a un restaurante local para cenar –yo estaba dispuesto a hacerlo, aunque no tenía los recursos para pagar la cuenta; pero ¡estaba dispuesto! La compasión, al igual que la disposición, necesita de acción para que pueda cambiar la eternidad de otra persona.
Si bien es nuestro deseo aumentar la conciencia sobre la necesidad de obreros para alcanzar a los tres mil millones de personas que nunca han oído hablar de Jesús, nos damos cuenta de que todas nuestras súplicas, toda nuestra motivación, toda nuestra estimulación del interés por el amor de Dios por las naciones nunca producirán un solo obrero fuera de esas personas que comprenden el hecho de que cada creyente es responsable de la tarea que Jesús nos dio para hacer; eso es muy crudo, pero cierto.
Me encantaría que Jesús regresara durante mi vida, como lo han deseado todas las generaciones de creyentes antes de mí. …Y creo que es muy posible, siempre y cuando sigamos el plan de Dios de proclamar a Cristo a cada tribu, lengua, pueblo y nación. La tarea es factible… podemos terminar Su obra, pero va a demandar el compromiso de los creyentes de participar en el esfuerzo de proclamar a Cristo entre aquellos que nunca han oído el Evangelio.
Estamos buscando personas cuyas vidas han sido transformadas por Cristo a tal punto que lo único que pueden decir es “No puedo quedarme; tengo que ir”. Quizá conoces a algunas personas jóvenes y a algunas no tan jóvenes –individuos o familias que necesitan un poco de empuje… algo de aliento para salir y asumir lo que Jesús nos ordenó hacer.
He estado desafiando a las iglesias para que busquen entre sus rebaños con la intención de reconocer a aquellos que tienen el potencial de servir en misiones, y que luego inviertan en tales personas con instrucción y preparación para profundizar el deseo de aquellos a quienes pueden enviar con el fin de alcanzar a uno de los tres mil grupos étnicos que están esperando oír el Evangelio. Eso, querido amigo, tiene más posibilidades de llevar, a la gente perdida, el mensaje que puede cambiar vidas por la eternidad.
Así como el Evangelio cambia vidas, deseamos ver personas que tomen la decisión deliberada de hacer un cambio radical para hacer algo con respecto al Evangelio. Nos encontramos con personas que nos expresan que les gustaría hacer algo con los dones y las capacidades que Dios les ha dado; pero cuando llega el momento de hacerlo lo esquivan. Hay muchas personas capaces con dones que podrían ser invertidos para la gloria de Dios y así apresurar la venida de Jesús.
¿Qué es lo que cambió tu vida? Y qué puedes hacer para proclamar el mensaje transformador de vida, el Evangelio, a aquellos que permanecen en tinieblas.
–tomado de las notas de mi diario de abril de 2018
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