22 de marzo, 2018
Las maravillas de Nepal; las impresionantes vistas del Himalaya. No, nunca he estado allí, pero los esposos Larry y Jill Goring estuvieron allí para alentar a los creyentes de Nepal. Quiero que sea la misma Jill quien les cuente sobre su viaje.
Desde la terraza del tercer piso de ‘nuestra’ casa de huéspedes tengo una vista de 360 grados de esta increíble ciudad… en su mayoría edificaciones de tres pisos a medio terminar, casas de cemento, algunas sin pintar y muchas pintadas con colores vivos, y complejos de apartamentos que se extienden hasta el borde de la cordillera que rodea la ciudad en esta meseta de 1219 metros.
Aquí en las afueras, la mayoría de las estrechas ‘carreteras’ son de tierra y piedra o de asfalto agrietado; la gente pasa en brillantes motocicletas, bicicletas, camiones desvencijados, ingeniosos tractores y ocasionales taxis destartalados. Y mucha gente a pie: señoras con pantalones sueltos de colores brillantes, chaquetas y bufandas; hombres en jeans y chaqueta y con el infaltable gorro de lana. ‘Holi’, una gran fiesta india, celebró la semana pasada la terminación oficial del invierno, pero el clima sigue siendo agradable y todos parecen usar sus chaquetas dentro y fuera [en las casas de cemento, a menudo es más frío adentro que afuera].
Mirando hacia abajo desde un costado, veo hombres paleando arena y tierra y apilando ladrillos rojos para una nueva casa que se está elevando… Hay MUCHAS construcciones en la ciudad. Junto a ellos, una familia está viviendo/acampando afuera, cocinando sobre un fogón, con paredes de ladrillo incompletas en dos lados y encima un techo en “v” con láminas de hojalata. La ropa y las esteras lavadas se extienden sobre el techo metálico, secándolas bajo el sol resplandeciente. A pocos metros de distancia de los campistas se encuentra una hermosa mansión de color azul brillante con una fachada adornada con complejas molduras blancas, hermosos azulejos de arcilla y amplias ventanas de vidrio, rodeada por una alta pared de cemento cubierta de flores. El ama de casa de al lado acaba de terminar de colgar su ropa lavada en el tendedero de la azotea. Sin embargo, aquí todo es TAN polvoriento que me pregunto qué tan limpia estará la ropa para cuando se seque.
Hemos observado con interés a un pintor de casas local que se encarama día tras día en una escalera de bambú de aspecto precario y conserva el equilibrio poniendo un pie descalzo contra la pared, pintando minuciosamente un color verde lima brillante con adornos morados [nunca he visto que pinten una casa entera con una brocha pequeña]. La mayoría de las casas tienen techos planos, y los lugareños parecen siempre sentirse atraídos por el punto más alto para observar la vida abajo. Creo que encaramarse en el punto más alto debe ser parte de la psique de un pueblo que vive en un país que tiene ocho de las montañas más altas del mundo…
Me siento aquí en la terraza a esperar a que se disipe la última niebla de la mañana, con la esperanza de poder dar un vistazo a los picos nevados de la cordillera que están más allá de estos cercanos —y sí, tal vez incluso pueda ver ese famoso punto más alto de la tierra de 8.800 metros, a solo 160 km de aquí. Entonces ya sabes dónde estamos: Katmandú, la bella, bulliciosa, enigmática, y tristemente cada vez más polvorienta y contaminada ciudad de contradicciones: la capital de Nepal. En un día despejado se puede ver el monte Everest. Como ustedes saben, el turismo —especialmente los alpinistas— es una ‘industria’ importante en Nepal.
En un país donde las tasas de desnutrición infantil son angustiosamente altas, el acceso a buenos servicios de saneamiento y de salud es limitado, solamente el 5% de la población rural tiene electricidad, y la mitad de la población en edad productiva carece de empleo, es extraño ver tantos cafés de estilo occidental llenos de turistas, bebiendo café con leche y atendiendo sus redes sociales. Se puede comprar o pedir casi cualquier tipo de comida imaginable, desde tacos y enchiladas hasta phad thai, pollo hunán y espagueti a la carbonara y, por supuesto, muchas cosas que no sé cómo pronunciar [aunque momo (plato tibetano) me suena chistoso]. Hoy al almuerzo disfrutamos del plato nacional, el cual se prepara y se come todos los días en la mayoría de los hogares nepalíes: dal bhat –sopa de lentejas y verduras al curry con arroz; ¡qué delicia!
La vista más hermosa que hemos contemplado son las brillantes luces parpadeantes de los letreros de creyentes gozosos que nombran a sus negocios como ‘Gracia’, ‘Nueva Creación’, ‘Betesda’ y ‘Nueva Vida’, se saludan unos a otros con ‘jaimashe’ [Jesús es vencedor], y se reúnen en pequeñas casas de adoración los sábados por la mañana [el ‘día libre’ oficial de la semana en la Nepal multicultural y multi-religiosa] alzando sus bellas voces en alabanza. Oficialmente solo el 1.42% de los nepalíes afirma que el cristianismo es su religión. Tenemos el gran desafío de orar aún más por ellos ya que desean compartir las maravillosas buenas nuevas no solamente aquí en la ciudad sino también en los lugares más remotos —una tarea muy complicada en un país políticamente inestable con una infraestructura muy ‘inestable’, donde las hermosas montañas se vuelven más intimidantes cuanto más se aleja uno al oeste, y donde es posible tardar semanas para viajar de un extremo al otro en un país de 800 km de extensión. Y eso sin mencionar el hecho de que la gente habla más de 100 idiomas diferentes.
Aquí hay mucha vida y luz, pero al igual que sucede con las opciones de comida y los cafés de moda, gran parte de ello está concentrado aquí en la capital. Por favor, oren por los creyentes, y por la iglesia en todo el mundo, que seamos más decididos en la búsqueda de maneras de apoyarlos y alentarlos en todo lo que tienen que hacer más allá de esta cordillera.
Amor y gratitud,
Jill (por Larry también) Goring
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