7 de febrero, 2018
Es difícil creer que llegamos a Tanzania hace más de un año. Ya he celebrado dos cumpleaños aquí y estamos a punto de celebrar otro día de nacimiento dentro de muy poco tiempo; estamos esperando un bebé (¡la fecha del parto es en esta semana!). Al reflexionar sobre nuestro primer año en África, surgen muchos recuerdos y emociones diferentes. Definitivamente ha sido uno de los años más desafiantes de nuestros once años de matrimonio. Y sin duda ha sido uno de esos años que te cambian… Saben de qué estoy hablando, ¿verdad? Creo que todos hemos tenido esos años que nos han cambiado a un nivel demasiado profundo para poder explicarlo.

Estas son algunas de las cosas que aprendimos durante nuestro primer año en África…
Aprendimos a apartar tiempo para saludar a la gente y la importancia de mostrar respeto a las personas mayores que nosotros.
Aprendimos más sobre prevención y diagnóstico de malaria, parásitos, erupciones cutáneas por calor y forúnculos, y sobre síntomas de otras enfermedades tropicales que nunca pensamos que necesitaríamos estudiar.
Aprendimos cómo bajar papayas de la planta con una vara, aprendimos a sembrar plátanos y piñas, y a cortar el césped sin una cortacésped, ha sido reemplazada por el machete.
Aprendimos el arte de lavar ropa a mano, y algunos truquitos como voltear las prendas al revés para ponerlas a secar, a fin de que no se llenen de polvo en la parte exterior.
Nuestros hijos aprendieron a decir: “¿Es esto agua filtrada?”, y prefieren el arroz a muchos otros alimentos.
Aprendimos a confiar más y más en Dios a través de meses de enfermedad y de muchas cosas desconocidas de la vida de un país extranjero.
Aprendimos a prepararnos para los cortes del servicio de energía eléctrica, por eso siempre tenemos baterías cargadas y (linternas y ventiladores operados por baterías) listos para funcionar.
Aprendimos que realmente hemos crecido en países que gozan de abundantes POSIBILIDADES. Cuanto más aprendo sobre la vida de otras personas aquí, más consciente estoy de lo increíblemente privilegiados que somos en nuestros países de origen al tener tantas posibilidades. Desde los alimentos, la atención médica y el transporte hasta la educación… nos parece que la mayor parte del mundo simplemente no cuenta con el lujo de las posibilidades.
Aprendimos la necesidad de vestirse apropiadamente para mostrar respeto en la cultura.
Aprendimos nuevamente qué gran tarea es aprender otro idioma, y que es MUCHO más que solo aprender vocabulario nuevo.
Aprendimos más sobre la importancia de tener comunión con otros creyentes y cuán valiosas son las amistades en tiempos de transición, soledad y nostalgia.
Realmente hemos aprendido a apreciar las duchas con agua fría. ¡Son un regalo del cielo durante la temporada de calor!
Aprendimos en dónde les gusta esconderse a los zancudos, y que los mosquiteros son un invento ingenioso.
Aprendimos a desarrollar una rutina para educar a nuestros hijos en casa y nos dimos cuenta de lo maravillosamente gratificante e increíblemente desafiante que puede ser la vida con una ‘escuela’ en casa.
Aprendimos a preparar ugali y a comer sin cubiertos.
Aprendimos a distinguir las orugas venenosas, en dónde suelen esconderse los escorpiones, y qué insecticida usar para controlar las hormigas en la casa.
Aprendimos la importancia de reconocer nuestros propios síntomas de estrés cultural, y todavía estamos aprendiendo cómo tratarlos mejor.
John aprendió a conducir en el lado izquierdo de la carretera, usa a menudo la bocina cuando conduce, y se desenvuelve bien a través de las numerosas paradas de la policía de tránsito.
Aprendimos a visitar a las personas enfermas en lugar de aislarnos de ellas.
Aprendimos que los comentarios que nos parecen muy ofensivos pueden ser grandes elogios en otra cultura.
Aprendimos a negociar precios y todavía estamos aprendiendo mucho sobre cómo manejar dinero en una cultura diferente.
Aprendimos a apreciar la lluvia más que nunca.
Aprendimos a pedir ayuda a nuestros vecinos ya que a menudo no tenemos idea de cómo manejar ciertas situaciones en este nuevo entorno.
Aprendimos a adaptar los horarios de nuestras comidas para que coincidan con la cultura que nos rodea (pero aún no tanto, ya que los niños todavía se acuestan antes de que la mayoría de las personas de aquí coman su cena).
Hemos aprendido que a veces la cosa más espiritual que uno puede hacer es tomar una siesta.
Sobre todo, estamos aprendiendo a depender del Señor más que nunca… en la rutina de la vida diaria, en los desánimos producidos por el estrés cultural, en las alegrías de vivir aquí, en la crianza de los hijos y en la educación de ellos en el hogar, en todo.
¡Adelante con el nuevo año y las muchas lecciones que debemos aprender!















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