1 de febrero, 2018
La frase “Florece donde estés plantado” a menudo nos ha animado a obedecer y servir a Dios donde Él nos ponga. A lo largo de nuestras vidas nos hemos esforzado por hacer esto, en cualquier terreno que el Señor ponga a nuestra familia.
Regresamos a Estados Unidos en mayo y echamos raíces en el suelo de Michigan. Nuestra familia ha servido y ha estado activa dondequiera que el Señor ha permitido, desde hablar en iglesias hasta involucrarnos con el grupo de jóvenes y con el ministerio Palabra de Vida.
Ha sido un tiempo maravilloso, y todos hemos disfrutado de estar en este terreno particular; pero ahora es tiempo de volver a ser trasplantados.
Mientras yo, Ginger, me recuesto en las mañanas, pensando en todo lo que hay que hacer en ese día, me pregunto por qué es tan difícil. A uno le parecería que cuantas más veces seamos trasplantados, más fácil debería ser, pero la realidad es que es más difícil. ¿Realmente solo quedan 4..3..2..1 días para volver a subirnos a un avión?
¿Por qué es tan difícil? En parte porque nuestras raíces están expuestas y lastimadas por el desarraigo. Este desarraigo siempre implica decir “adiós” a los amigos y la familia, además de dejar atrás la comunión semanal que tanto hemos disfrutado. Estamos en este tiempo de transición, entre terrenos, y nuestras raíces están frágiles y oscilantes. Sí, no pasará mucho tiempo antes de que nuestras raíces estén una vez más en otro terreno, en el otro lado del mundo, prestos a compartir el grato olor de Cristo. Por favor, oren por nosotros durante este tiempo de fragilidad, en el que nuestras raíces están expuestas. Gracias.
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