18 de enero, 2018
Mi ministerio aquí en Wayumi en los últimos años me ha hecho ver la importancia de un liderazgo piadoso. No solo en términos de que los líderes cristianos sean piadosos (deben serlo), sino más bien en términos de líderes que guíen a la gente a la piedad, lo cual es otra forma de decir discipulado.
Muchos de ustedes que me conocen, saben que mi corazón es para el discipulado. Me encanta el plan de Jesús de pasar los principios y las prácticas del reino de Dios de un discípulo a otro a través de los siglos. En mi llamado a Wayumi, una de las “atracciones” que Dios usó fue la oportunidad que tendría de participar en el proceso del discipulado en varios puntos diferentes; en eso no he sido decepcionado.
Un punto en el proceso del discipulado es, por supuesto, cuando tengo que desafiar a personas y grupos visitantes con el amor de Dios por las naciones. Cuando la gente se alinea mejor con el amor de Dios y la misión de Dios, experimenta un crecimiento en la piedad, que en principio es “ser más como Dios”.
Pero lo más destacado de mis años como líder es mi trabajo escogiendo e impartiendo el discipulado a los internos que se unen a nosotros para la intensa temporada de campamento.
Mi trabajo con los internos empieza con los viajes y el reclutamiento de candidatos a medida que avanzo por un circuito de escuelas e iglesias para hablar de la obra e invitar compañeros de trabajo. La invitación no es solamente a “ven a satisfacer nuestras necesidades” sino a ven a aprender de una manera más profunda sobre el amor de Dios por las naciones. En las entrevistas de seguimiento con los candidatos interesados, reitero ese llamado y ayudo a los candidatos a entender las metas más profundas de la pasantía. Esto es especialmente importante porque no hay un perfil estandarizado para los pasantes de Wayumi. Hay una “descripción de trabajo”, pero el llamado al discipulado siempre es más importante.
Cuando escojo el grupo de internos que vivirán y trabajarán codo a codo durante todo el verano, lo hago en oración, sabiendo que los voy a capacitar, los voy a guiar en el trabajo, los voy a aconsejar y hasta voy a llorar con ellos. Incluso Jesús oró durante toda la noche antes de escoger a Sus “pasantes”, y las Escrituras son claras en cuanto a que la elección de futuros líderes del ministerio es algo que no debemos tomar a la ligera. Mi corazón se humilla y se emociona cada año por ser parte de este proceso.
Guiar e impartir el discipulado a los internos es también para mí lo más destacado de cada año en Wayumi, porque Dios lo usa para seguir guiándome y enseñándome el discipulado. Yo enseño el discipulado a los internos, pero en el reino de Dios la influencia espiritual siempre pasa de creyente a creyente, ya sea anciano experimentado o joven en la fe.
Recientemente una interna, por ejemplo, desafió mi corazón con su sincero amor por el Señor. “Si ahí es donde está Jesús”, me dijo ella, refiriéndose a las tribus no alcanzadas donde Jesús ha estado manifestando Su poder en el Evangelio, “entonces allí es donde yo quiero estar”. Ese es el corazón de un discípulo de Jesús, y ese es el tipo de liderazgo que esperamos reproducir.
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