7 de enero, 2018
Mi páncreas nos sacó de la tribu y ahora nos va a sacar de Papúa Nueva Guinea; después de tres meses con poco o ningún cambio en los niveles de mis encimas pancreáticas, mi doctor aquí y mi reumatólogo en Estados Unidos dijeron que era hora de regresar a Estados Unidos para averiguar qué está pasando y cómo tratarlo.
Con base en los exámenes que me hicieron en Australia en mayo, parecía una pancreatitis autoinmune, lo cual se debería a mis enfermedades autoinmunes. Sin embargo, yo ya estaba recibiendo inmunosupresores, así que no podía ser esta la causa. Por lo tanto, me van a realizar más exámenes, y esperamos encontrar un nuevo medicamento que funcione para mi dolor articular y para mi pancreatitis. Salimos del país mañana para iniciar nuestro viaje de regreso a Estados Unidos.
Mi doctor sugirió que nos quedemos en Estados Unidos durante un año para asegurarnos de que cualquier tratamiento que reciba funcione a largo plazo, antes de volver a PNG, donde no tenemos acceso a atención médica avanzada.
Estamos frustrados y confundidos por este cambio en los acontecimientos de nuestra vida y de nuestro ministerio, pero nos estamos esforzando mucho por enfocarnos en el Señor y confiar en Él en todas las cosas.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme continuamente “¿Por qué?”
Mi esposo estaba comenzando a enseñar lecciones sobre los ancianos y los diáconos a los creyentes hewas –un paso importante en el desarrollo de una iglesia fuerte, saludable e independiente.
Hemos tenido tantas interrupciones en los últimos dos años que nos hemos mantenido entrando y saliendo de la tribu, y esto ha llenado nuestra vida familiar de agitación e inestabilidad. Durante los últimos dos años el periodo más largo que hemos permanecido en un lugar ha sido de cuatro meses. ¡CUATRO MESES! Y esos cuatro meses fueron de marzo a julio de 2016. Tuvimos un tramo de tres meses en la tribu en 2017 (mayo a agosto), y ese es el tiempo más largo que estuvimos en un solo lugar durante el último año.
Le había estado pidiendo a Dios estabilidad para nuestra familia y que pudiéramos permanecer un largo tiempo en un solo lugar (particularmente en nuestra casa de la aldea), pero Él decidió responder positivamente esas oraciones más bien en Estados Unidos.
Mi mente deambula entre las muchas respuestas posibles al “¿Por qué?” ¿Podría ser simplemente una batalla espiritual? ¿Satanás tratando de impedir que el mensaje de Dios se propague en un territorio que ha reclamado durante siglos?
Con más frecuencia, sin embargo, me pregunto continuamente: “¿Es mi culpa?” (la pregunta clásica de un niño de padres divorciados).
Leo la parábola de los talentos y me pregunto si soy la sierva infiel. Pienso en todas las formas en que he fallado en nuestra vida ministerial y pienso que tal vez he desperdiciado todo lo que Dios me dio y ahora me está siendo quitado.
Y también me pregunto si es simplemente la consecuencia de vivir en un mundo pecaminoso, y que la enfermedad, la muerte y el caos son parte de eso, y algo en lo que tendremos que perseverar hasta que Jesús regrese. Y en realidad no tiene nada que ver conmigo o con mis acciones, específicamente, excepto por la forma en que respondo –ya sea con fe o con frustración; muriendo a mí misma o entregándome a la autocompasión.
La verdad es que podría ser alguna de las anteriores, o un millón de otras razones, y todas las respuestas son iguales. La respuesta de Dios para mí es la misma; Él es fiel, no me abandonará, aunque todo sea culpa mía. Siempre trabajará para restaurar mi vida y mi relación con Él. Y Él peleará por mí, por mi familia, y por la gente hewa, a quienes ama sin importar la causa de toda la frustración. Y mi respuesta debe ser siempre la misma… arrepentirme de mis áreas de pecado e infidelidad y confiar en Él, sea lo que sea que Él quiera hacer en mi vida, en la vida de mi familia, y en la vida de los creyentes hewas; y perseverar en medio de todas las circunstancias.
Cuando salimos de la tribu, mi amiga Emiyas vino a despedirse, y le dije que lamentaba mucho que los tuviéramos que dejar, y que no queríamos irnos. Le dije que tenía miedo de que no pudiéramos regresar, pero que íbamos a hacer nuestro mayor esfuerzo para por lo menos quedarnos en Papúa Nueva Guinea, a fin de que John Michael pudiera entrar y salir de la tribu para enseñar. Me dijo: “Jessi, deja de pensar en esto; piensa solamente en Dios. Solo Él sabe qué pasará. ¿Te quedarás aquí? ¿Te irás a Estados Unidos? ¿Vivirás? ¿Morirás? Solo Dios sabe estas cosas. Así que piensa solo en Él y nada más”.
Qué gran desafío todo esto. Tengo un mar de cosas en qué pensar durante esta gran transición. Pero trataré de poner en práctica el consejo muy sólido de mi hermana y pensaré solo en Él.
“Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido” Salmo 63:6-8
“Dije: Enfermedad mía es esta; traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos” Salmo 77:10-12
“Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos” Salmo 119:147-148.
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