6 de noviembre, 2017
No hay nada como una mirada honesta en el espejo para saber realmente cómo estamos.
Hace unos años, Brian Pruett le puso el espejo al programa de vuelos del avión de ala fija Cessna 185 en Filipinas. Él y su equipo lo habían modificado para mejorar sus condiciones de trabajo; pero parecía faltar algo.
¡Pistas de aterrizaje! Pero no podían aprobar los trámites burocráticos para construir más pistas de aterrizaje. Incluso si pudieran comprar terrenos y conseguir permisos, el trabajo de construirlas cargaría a los equipos hasta el límite. Además, la gente a la que había que alcanzar vivía en zonas pequeñas y remotas –y algunos eran nómadas. En muchos lugares, construir una pista de aterrizaje sería un esfuerzo inútil.
Por consiguiente, el programa del avión –a pesar de ser bueno– se encontraba frente a una muralla. “No podía ver en qué manera lo que estábamos haciendo iba a ayudarnos a terminar la tarea de ver una iglesia saludable en cada pueblo aquí”, comentó Brian.
Ahí fue cuando empezó el sueño del helicóptero.
“Dimos un gran salto de fe y confiamos en que Dios proveería el paquete completo –helicópteros, entrenamiento de vuelo y de mantenimiento, y los fondos para operarlos de manera asequible, para que se utilicen como las grandes herramientas que son”. Ellos se concentraron primero en usar el más pequeño R44 para llenar el vacío, hasta que Dios proveyera un R66.
Cuatro años después –gracias a sus oraciones y donativos– es una realidad. Primero llegó un R44 a las Filipinas, luego otro. Y justo en este año llegó el R66. Y el trabajo está avanzando.
Ahora Brian puede mirar en el espejo retrovisor.
Hace unas semanas, él aterrizó en el tercero de cuatro helipuertos que tiene la etnia tala-andig. “Nunca había visto a la gente de este esfuerzo de evangelización hasta hoy”, informó Brian. Eso lo impactó profundamente —estos son sitios donde se están adelantando esfuerzos de evangelización, no por parte de los misioneros extranjeros, sino por los mismos creyentes tala-andigsenses. “Qué cosa tan asombrosa”, dijo él, “recibir la expresión de agradecimiento de los ojos llenos de lágrimas de un hombre tala-andig que ahora es el misionero”.
Este fue el décimo helipuerto que Brian y su equipo abrieron en el último año en Mindanao, y apenas están comenzando. ¡Y cada uno de estos nuevos helipuertos quedó construido y en condiciones utilizables en menos de dos días! –qué distinto del año o los dos años de trámites burocráticos y trabajo para construir una pista de aterrizaje, si es que se pudiera hacer.
“Pueden hacer las cuentas”, insta él. “Diez helipuertos equivalen a una inversión de veinte días. ¡Diez pistas de aterrizaje equivalen a una inversión de veinte años!”
Ahora estos misioneros tala-andigsenses pueden viajar a evangelizar aldeas en diez minutos, en lugar de la caminata de uno o dos días –si están en buena forma.
Brian humilla profundamente su corazón por esta mirada en el espejo retrovisor a todo lo que Dios ha logrado al hacer realidad el servicio de helicópteros. Y él tiene un mensaje para ustedes:
“Gracias por ser parte de esta obra en Filipinas. ¡Hemos tenido un año ajetreado y parece que estamos ganando velocidad! No podemos sentir otra cosa que gratitud y asombro mientras estamos envueltos en esta asombrosa tarea de hablarle al mundo sobre el Hijo de Dios y Su profundo amor por ellos”.
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