UN LLAMADO A ORAR
28 de enero, 2017
Cada mañana me despierto, y mientras me alisto para comenzar el día, escucho el lejano Llamado a la Oración. Aunque es un llamado a orar para personas de otra fe, ciertamente es un llamado para que yo ore también. Aunque mi corazón se duele por aquellos que participan en este ritual diario, estoy agradecida con este recordatorio de por qué estoy aquí; yo también soy llamada a orar.
¡Nunca antes mi necesidad de oración, por Jesús, por gracia, había parecido TAN grande! En las últimas dos semanas he sido confrontada con temores que no sabía que afrontaría, un corazón que está lleno de envidia, orgullo y egoísmo, y a veces incluso me he preguntado “¿qué estamos haciendo aquí?”
Siempre he creído que Satanás está obrando, tal como dice en 1 Pedro: “…como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”, pero ahora realmente estoy viendo de primera mano los efectos. Él conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, ¡y le gusta dirigir sus ataques a ambas! Aunque algunas de estas luchas no son nuevas, ciertamente se han intensificado. Tengo que tener en cuenta que cuando decidimos ser parte de la obra de hacer retroceder las tinieblas en Tanzania, Satanás empezó a vernos como una amenaza aún mayor, entonces supongo que no deberíamos sorprendernos por todo lo que nos está ocurriendo.
Estuve hablando con una de mis compañeras de equipo a comienzos de esta semana y compartiendo las cosas que el Señor ha estado enseñándome a través de mis luchas. Ella expresó que cuando pasa por momentos difíciles aquí en Tanzania, Dios le recuerda la ESPERANZA que ella tiene en Él. La ÚNICA razón por la que estamos aquí es para ofrecer esa ESPERANZA a las personas que nunca han oído hablar de ella. ¡Huy! ¡Qué bendecida soy de vivir en ESPERANZA y de tener la oportunidad de ofrecer esa ESPERANZA a otros!

Para ser honesta, durante mis primeras semanas aquí me sentía como si estuviera en el “modo supervivencia”, ¡tratando de mantener mi cordura y a mis hijos vivos! Sin embargo, ayer, por primera vez, sentí que estaba dejando que Dios hiciera condoler mi corazón por la gente de aquí. Chandler y yo regresábamos caminando de una cafetería e inesperadamente quedé trabada mientras hablaba con él y escasamente pude terminar la frase. Allí estaba yo, caminando por las calles de Tanzania y viendo con mis propios ojos a la gente por la que había orado durante tanto tiempo. Me parece un poco disparatado que uno pueda pasar un año y medio en la capacitación, dos años consiguiendo apoyo para el ministerio, empacar todo lo que tiene en esta vida, abordar un avión internacional, llegar a otro país y TODAVÍA olvidar a veces lo que realmente está haciendo. Pero estoy agradecida por ese momento en que mi misericordioso y paciente Padre celestial me ayudó a recordar por qué me llamó aquí; soy llamada a orar. Soy llamada a ofrecer esperanza; soy llamada a estar con Jesús.
EL COSTO DE SEGUIR A JESÚS
13 de febrero, 2017
Últimamente he pasado mucho tiempo pensando en el costo de seguir a Jesús.
Honestamente, la razón por la que esto ha estado en mi mente es porque durante las últimas casi cinco semanas ha habido muchos momentos donde me he preguntado “¿vale esto la pena?”
[“esto” es la vida que hemos escogido aquí en Tanzania]
¿Vale la pena tener hijos sucios todos los días?
¿Valen la pena todos los mosquiteros, mallas y repelente de insectos?
¿Vale la pena sentirme tonta cada vez que abro mi boca para tratar de hablar la lengua swahili?
¿Vale la pena el continuo sarpullido de mis hijos causado por el calor?
¿Vale la pena tener que usar un montón de pañales porque mi hijo tiene diarrea?
¿Vale la pena sentirme asustada porque no siempre entiendo lo que está ocurriendo a mi alrededor?
¿Vale la pena el temor de las concurridas calles y el transporte público?
¿Vale la pena enviar a nuestros hijos a la escuela todos los días, incluso cuando no quieren ir?
¿Vale la pena estar lejos de la familia, los amigos y nuestra comunidad cristiana?
Muchas preguntas.
Jesús, en Su gracia, me llevó directamente a SU palabra:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. … Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
-Lucas 14:26-30, 33
A primera vista este pasaje parece muy duro. ¡¿Aborrecer a mi familia?! ¿No parece que eso va en contra de las Escrituras mismas? Sin embargo, lo que esto significa realmente en el griego es que debemos amar a Dios más que a nuestra familia. Pero estoy adelantándome; hubo tres cosas en mis notas de estudio de este pasaje que REALMENTE se destacaron para mí:
-Debemos amar a Dios, incluso más que a nuestra familia.
-Tenemos que llevar nuestra cruz y aceptar plenamente lo que Él tiene para nuestras vidas.
-Debemos renunciar a todo.
¡Esta es una píldora difícil de tragar! Una grande, por cierto. Cuando contemplé este pasaje y lo que Dios quiere mostrarme a través de él, realmente tuve que luchar. Parece simplemente que Él está pidiendo demasiado. Es demasiado sacrificial. No soy lo suficientemente fuerte como para hacer estas cosas.
PERO Él no se detuvo allí conmigo. Me empujó un poco más. Me mostró más de Su corazón.
Mira, es una paradoja:
Cuando amo a Dios más, puedo AMAR aún MEJOR a mi familia.
Cuando tomo mi cruz y acepto completamente lo que Él tiene para mí, hay PAZ y un GOZO INEXPLICABLES.
Cuando renuncio a todo, ¡encuentro que tengo TODO lo que necesito en ÉL!
¡Qué asombroso es esto!
Entonces sí. Vale la pena. Los niños sucios, los mosquiteros, el tráfico caótico, los temores, la falta de la familia, etc. Todo vale la pena. ¿Hay un costo? ¡Absolutamente! Sin embargo, un día, si el Señor lo permite, participaremos en ver a un grupo étnico menos alcanzado aquí en Tanzania llegando a conocer a Dios, amándolo, tomando su cruz para seguirlo a Él, y renunciando a todo. ¡Agradecida, incluso en los días difíciles, por el privilegio de caminar con Jesús en esta salvaje y loca aventura!
Amén! es de gran edificación el testimonio de tu familia. Lo que el Señor sigue haciendo no tiene ninguna comparación. Vale. Claro que vale la pena, hasta la vida por el Señor. El es el único amparo y fortaleza, nuestra ayuda en todas las situaciones adversas. Soy colombiano y Dios me llama a la India, este testimonio me anima mucho mas, para ir.