Un lugar escondido
Es un sitio verde y arbolado. Altas montañas rodean y arrellanan la pequeña aldea que goza de un sol y un clima primaveral durante todo el año. Canguros arborícolas se esconden entre las ramas de los árboles jóvenes y cercanos, y marsupiales parecidos a la zarigüeya escarban entre los exuberantes y espesos pastos del suelo del bosque.
El acceso a este hermoso lugar es solamente por avión.
Un día, en el año 2002, Dios llevó a unos extraños a que visitaran.
Se quedaron en el borde de la remota aldea dinangat situada a más de 1500 m de altitud. Examinaron la escena, intrigados por la gente que vivía en la pequeña comunidad.
La gente de la tribu, pequeña de estatura y tímida por naturaleza, también estaba intrigada por los visitantes. ¿Qué será lo que quieren? ¿Por qué están aquí?
Observaban cuidadosamente para ver qué sucedería a continuación.
Primero vinieron las presentaciones. Los visitantes eran de New Tribes Mission; habían venido a visitar durante unas horas y tenían algunas preguntas.
El equipo de reconocimiento de NTM escuchó las respuestas que les dieron los miembros de la tribu y cuidadosamente tomaron notas.
Y luego, demasiado pronto para los dinangats, el equipo de NTM se marchó.
Después de su partida, los líderes tribales se reunieron para hablar. La visita había despertado viejos sentimientos; hacía mucho tiempo que la gente dinangat había oído hablar de obras misioneras que crecían y prosperaban en otros lugares. Incluso habían oído decir que algunas etnias de las aldeas que los rodeaban tenían las palabras de Dios en su propio idioma.
“Nosotros también debemos saber lo que es cierto”, acordaron los líderes. Por lo que decidieron escribir una carta a New Tribes Mission, rogándoles que enviaran misioneros para que les llevaran la Palabra de Dios.
La carta fue recibida por NTM con interés, oración y el deseo del corazón de satisfacer esa necesidad. Pero lamentablemente no había suficientes misioneros para enviar un equipo a cada etnia que los pedía.
Así que los dinangats esperaron, pero nadie llegó. La larga espera hizo que pareciera claro para ellos que eran un pueblo olvidado en las tinieblas.
Ellos no podían saberlo entonces, pero Dios no había olvidado. De hecho, Él estaba planeando el bien para la gente dinangat y gloria para Sí mismo.
Durante la capacitación misionera de NTM en Estados Unidos, Dios estuvo obrando activamente. No pasó mucho tiempo para que los esposos Gary y Esther Smith; Ralf y Elli Schlegel; y Jeremiah y April Markley se sintieran seguros de que Dios estaba fortaleciéndolos y uniéndolos en un equipo que le serviría juntamente —en alguna parte.
Las tres parejas comenzaron a orar en cuanto a la dirección específica de Dios hacia ese lugar.
Y, por supuesto, Dios sabía —siempre ha sido así— exactamente dónde sería.
Olvidados y temerosos
En enero del año 2003, Jeremiah, Ralf y Gary hicieron su primera visita a la etnia dinangat; la gente los recibió con entusiasmo.
Era un pueblo tranquilo, respetuoso y cortés, y sin embargo una melancolía parecía pender sobre sus vidas y su aldea. Décadas de espera habían erosionado viejas esperanzas. “Creíamos que nadie nos recordaba”, la gente tribal les dijo a los tres hombres.
Un asesor del gobierno les repitió la súplica dinangat a Ralf, Jeremiah y Gary. “Todo el mundo se ha olvidado de nosotros”, tradujo él para ellos. Y la gente asintió con su cabeza.
Los misioneros de NTM se enteraron de que habían pasado más de 50 años desde que otro grupo misionero había visitado la aldea. Se habían establecido allí brevemente, dejando tras de sí una nueva religión de practicantes —un confuso embrollo de bautismos, comunión y recolección de ofrendas sin comprender con claridad por qué iban a hacer estas cosas.
A través de los años, la enseñanza original se había envejecido y alterado. Las charlas se habían hecho en la lengua franca, por lo tanto, aunque algunas personas de la aldea habían entendido las palabras, parecía que nadie había comprendido el mensaje.
Los dinangats les dijeron a los misioneros de NTM que después de un tiempo este primer grupo misionero se había marchado y se había, sentían ellos, olvidado completamente de ellos.
La gente sabía que vivía en tinieblas. En sus mentes aún estaba fresco el recuerdo de una enfermedad reciente que le había quitado la vida a un individuo de la tribu y el consiguiente asesinato de otro por miembros de la familia que estaban convencidos de que él había hecho enfermar a su pariente. La aldea que parecía pacífica a primera vista estaba al tanto de una furiosa corriente de temor, odio y esclavitud.
El equipo misionero de NTM hizo preguntas en cuanto a qué creía la tribu ahora.
“¿De dónde vinieron ustedes?” les preguntaron, “¿quién es Dios?”
Y la gente respondió con tristeza: “No sabemos”.
Las primeras visitas de Jeremiah, Gary y Ralf fueron solo el comienzo de años de estudio cuidadoso de la cultura. Desde el principio fue evidente que las tinieblas espirituales envolvían la aldea; pero había mucho que no era claro.
Un símbolo de la confusión religiosa parecía ser la pequeña edificación de la iglesia, situada prominentemente en la aldea. Esta había sido construida recientemente por la tribu con materiales de la selva cepillados a mano. Durante muchos años se había ahorrado dinero para comprar hojalata, clavos y pintura para una edificación apropiada. Ellos esperaban que este “lugar sagrado” apaciguara al Dios del que sus padres habían aprendido por medio del primer grupo religioso —el Dios airado que no conocían, y que sin embargo temían.
Aquí y allí afloraban raramente palabras bíblicas y fragmentos de canciones góspel salpicando las conversaciones y la vida cotidiana de Dinangat; pero las palabras parecían desconectadas de su significado. Los niños pequeños jugaban en el lodo cantando Cristo me ama a mí en la lengua franca —sin entender una palabra de lo que cantaban. Y sus padres, asistentes a la iglesia, vivían con el temor de que un paso en falso podría dar lugar a que espíritus malignos los hicieran enfermar terriblemente, o con el horror de que antepasados vengativos les gritaran desde el suelo del huerto, donde estos vivían en las batatas.
Vagando en la aldea, creían ellos, había espíritus a la espera de saltar sobre cualquiera que no les temiera ni los apaciguara. Como ellos habían escuchado que Jesús había muerto y resucitado, lo incluían a Él como uno de esos espíritus —un espíritu que insistía en la asistencia a la iglesia, el tomar la comunión, el bautismo y el dar ofrendas para evitar ser blanco de la ira de Dios.
Sin embargo, en todos sus esfuerzos no encontraban paz para su corazón. Por temor, la gente dinangat pintaba sus cabezas con una sustancia calcárea blanca y comía un tipo específico de plátano para abrir sus almas a los espíritus y así demostrar que eran dignos y limpios por dentro.
La desesperación era profunda. La vida era un ciclo cansino y aterrador. Había tantos para apaciguar; todos los espíritus crueles de sus antepasados muertos, y ese Dios airado también. Danzaban toda la noche alrededor del fuego en un esfuerzo desesperado por alejar el mal. Luego, para no dejar cabos sueltos, los participantes se reunían unas horas después para tener servicios religiosos en la pequeña edificación de la iglesia.
El desconcierto y la confusión eran extremos, pero nunca más allá de la sabiduría de Dios. Él veía y recordaba. Y de hecho, a través de las luchas de ellos, Dios estaba fomentando constantemente en el corazón de los dinangats un hambre por Su verdad.
Destellos de la Luz
Los misioneros veían crecientemente cuánto necesitaba la gente dinangat a Él. En febrero del año 2003, el Espíritu de Dios sacudió el corazón de los Schlegel, los Markley y los Smith y se tomó la decisión final de iniciar su ministerio en equipo en la pequeña aldea sombría.
Cuidadosamente elaboraron estrategias y oraron fervientemente. Irse a vivir en la tribu ayudaría a fomentar amistades. Aprenderían rutinas cotidianas, y lo más importante, escucharían corazones.
Al promover amistades, los misioneros gradualmente se sentirían más cómodos con el idioma. El idioma del corazón de los dinangats debía ser aprendido para que la Palabra de Dios pudiera ser enseñada y ser absorbida en nuevas dimensiones. El equipo oraba para que a medida que la gente oyera la verdad de Dios en su propia lengua, el resplandeciente drama de la redención finalmente se revelara con claridad para ellos.
Los misioneros también oraban para que Dios nutriera las semillas esenciales de la traducción de la Biblia y de la alfabetización. Había una urgencia evidente de traducir la Palabra de Dios y de ponerla en las manos tribales para que fuera leída y estudiada de primera mano.
Había sido una larga espera para los dinangats y había mucho por hacer para la gracia de Dios. Un mes después de decidir que esta aldea era el sitio de Dios para ellos, las familias Markley, Smith y Schlegel comenzaron a construir sus casas allí.
Trasladarse y empezar el trabajo fue emocionante. “Estábamos emocionados de llevar a estas personas la verdad de la Palabra de Dios que las liberaría de la esclavitud y del temor en que vivían”, comenta Gary.
Pasar tiempo de calidad con la gente dinangat significaba sentarse con ellos en sus hogares. La formación de amistades sucedía fácilmente mientras trabajaban con ellos en sus huertos y les ayudaban con proyectos. Los misioneros prestaban herramientas a la gente, asistían a sus celebraciones y comían con ellos.
Gary comparte que la parte de “comer con ellos” puede ser un reto. A veces incluso implica tragar comidas altamente inusuales. “Pero lo hacemos —y después siempre hay sonrisas; aunque establecimos el límite en no comer arañas”.
El equipo ha persistido en trabajar duro en los desafíos extremos del estudio del idioma dinangat, promediando unos tres años de duro esfuerzo para alcanzar la fluidez.
Para April Markley, los mejores tiempos de aprendizaje del idioma han ocurrido cuando ella sube a lo alto de la montaña con su amiga dinangat para tener un día de trabajo en el huerto. April comparte: “Hablamos exclusivamente en la lengua dinangat; al principio, hacía el ridículo representando lo que estaba tratando de decir. Digamos que la motivación para encontrar la manera de utilizar el lenguaje era muy alta, ¡sobre todo en aquellos días!”
Su esposo, Jeremiah, añade: “Aprender la cultura y la lengua de la gente dinangat es lo más difícil que haya hecho alguna vez”. Muchas veces durante el proceso, confiesa él, estuvo a punto de tirar la toalla. Incluso entretuvo el pensamiento de cambiar y tomar un ministerio diferente. Pero Jeremiah afirma que Dios fue fiel para alentarlo con la afirmación de que este proyecto con los dinangats era Su proyecto y que Su gracia sería suficiente.
Nuevos comienzos radiantes
Era la mañana del 28 de enero de 2008, y la atmósfera de la aldea era de celebración. Finalmente había llegado el día en que la enseñanza bíblica cronológica iba a comenzar.
Debido a la confusión religiosa conectada con la edificación de la iglesia, se decidió que estas reuniones no se llevarían a cabo en esa edificación sino en un nuevo escenario: afuera, en la belleza fresca y verde de la Creación de Dios.
La cultura de la aldea dictaba comienzos relajados. Por lo tanto, los misioneros quedaron sorprendidos al llegar la primera mañana y ver a casi toda la aldea, ya sentados y listos. Y durante casi cuatro meses, esta misma multitud ansiosa esperaba oír cada mañana la enseñanza.
La sed de los corazones era muy evidente. “Había puro gozo al ver cómo se encendía el foco cuando el Espíritu Santo revelaba la verdad de la Palabra de Dios”, comparte Gary, el maestro bíblico principal.
La expectación se intensificaba a medida que la etnia escuchaba y absorbía la historia de la redención de Dios; comenzaron a esperar con atención al Redentor prometido. Cuando finalmente se enseñó la lección sobre el nacimiento de Jesús, Dios ya los había preparado completamente —¡ellos simplemente sabían que Jesús era el Redentor!
Esingke, el muy respetado jefe de la aldea, había sido un hechicero. Después de oír la verdad de la Palabra de Dios y acudir a Cristo, confesó que toda su rutina de hechicero era un engaño para aumentar su influencia. Él admitió esto ante toda la etnia y comenzó a asumir una posición firme en contra de los rituales y la creencia en espíritus ancestrales.
Una mujer particularmente agresiva y crítica llamada Mesari había vivido en constante conflicto en la tribu y había tenido temor de los misioneros, creyendo que ellos tenían poderes especiales para ver todo en ella. Después de asistir a la enseñanza bíblica cronológica, recibió a Cristo con afán y le entregó a Él el control de su vida.
Mesari les dijo a los misioneros: “En el pasado yo viví mal. Muchas personas morían y llorábamos; ¡pero hoy tengo esperanza!”
A medida que han pasado los meses y los años, la gracia de Dios ha redimido y transformado a muchas personas de esta etnia. Los misioneros estiman que entre el 80 y el 90 % de las personas de las dos aldeas que han evangelizado hasta ahora, se han vuelto de las tinieblas para abrazar la luz de la verdad de Dios.
Con el tiempo, los nueve maestros bíblicos de la aldea se reunieron y discutieron qué hacer con la edificación de la iglesia que habían construido. Juntos, decidieron iniciar un proyecto de cambio; así como Dios había derribado las murallas de pecado en su aldea y había permitido que Su gracia brillara, los creyentes arrancarían todas las paredes de la edificación.
Los creyentes se reúnen ahora bajo esta vívida ilustración de la obra de Dios —un techo sin paredes.
La gracia transformadora
Los domingos en la mañana, la caracola suena tres veces para invitar a la gente a la adoración. Ven —y cuenta con estar un rato. La reunión dominical dura entre tres y cuatro horas.
Habrá oración y canto. Quizá haya un himno dinangat original. Escucha cuidadosamente y oirás que hace eco a través del bosque y en lo alto de las laderas empinadas:
Nuestro Padre está aquí, el Espíritu Santo está aquí, Amigos, escuchamos esta enseñanza en la Biblia, todos nosotros oímos esta enseñanza; ahora tenemos un nuevo pensamiento.
Señor, ven y tráenos un nuevo pensamiento. El sermón será predicado, siempre, por dos maestros bíblicos. Después, los creyentes compartirán necesidades de oración y ofrecerán alegres alabanzas por oraciones que Dios ha respondido. La comunión es rica —este culto dominical anima y edifica a los creyentes.
El cambio está iluminando la aldea que una vez fue tenebrosa.
Matrimonios rotos y abusivos han sido restaurados. Los esposos están aprendiendo a amar y servir a las esposas que una vez ridiculizaron y abusaron. Lukas es un ejemplo brillante; en una cultura donde los matrimonios no son muy valorados, Lukas muestra el amor de Cristo al llevarles regalos a su esposa y a sus hijos y al sentarse con ellos en las reuniones; él no va a la selva sin ellos. Y Jaspa, quien acostumbraba golpear a su esposa, ahora le sirve humildemente, protegiéndola y agachándose para iniciar un fuego, e incluso carga cosas para ella.
La calidad de vida de los niños es totalmente diferente ahora. Donde duras palizas con palos y piedras fueron una vez la norma, los padres han llegado a comprender los principios de la crianza bíblica. Los sonidos que ahora se esparcen desde las casas de los creyentes son canciones de alabanza y las voces de padres que están leyéndoles a sus hijos.
La alfabetización ha inundado la aldea. Hasta este momento más de 100 personan han terminado el curso. Iteringke comparte: “Yo estaba en el primer curso de alfabetización y sabía que no podía hacerlo por mí mismo, por lo que le pedí a Dios que abriera mi pensamiento con el fin de aprender a leer y escribir. Le doy gracias a Dios porque sé que fue Él quien me ayudó”.
Enseñar a leer a la gente dinangat es importante —porque darles la Palabra de Dios en su propio idioma es crucial. La tarea diligente de traducir la Biblia está avanzando bien. Los dinangats celebran cada porción de las Escrituras que se termina de traducir y se imprime. Jeremiah Markley y Ralf Schlegel constituyen el equipo principal de traducción, pero Ralf se apresura a añadir: “Cada adulto del equipo ha estado —o está— actualmente involucrado en una manera u otra en el proyecto de traducción al idioma dinangat”.
En la actualidad, aproximadamente el 20 % del Nuevo Testamento en el idioma dinangat está listo para ser imprimido, incluyendo porciones de Mateo, Marcos, Juan y los libros casi enteros de Romanos y Efesios. “Dios mediante”, dice Ralf, “terminaremos el Nuevo Testamento en los próximos cinco o seis años. Es un gozo que sobrepasa las palabras cuando repartimos las porciones de la Biblia recién impresas”. Aunque los Schlegel, los Markley y los Smith ven a Dios obrando poderosamente, no desean que su ministerio sea descrito como un ministerio perfecto o como uno que no tiene luchas. Hay momentos difíciles, comparten con franqueza los misioneros.
“El reto más difícil es el mismo en todas partes —es la lucha con nuestra propia carne”, comenta Gary.
“Y a veces lucho con sentimientos de insuficiencia para el trabajo”, añade Ralf. “Pero Dios no cesa de recordarme que Él me ha encomendado esta tarea, entonces Él también me facultará para hacerla”.
“Mi desafío más duro es el hecho de que somos extraños y extranjeros —sin importar el tiempo que hayamos estado aquí. Somos diferentes. No me gusta en absoluto ese sentimiento y es una lucha diaria para mí”, expresa Elli.
“Aunque he pasado un cierto nivel en el aprendizaje del idioma”, comparte April, “todavía me falta mucha capacidad para poder comunicarme a un nivel más profundo con las mujeres; ese es mi mayor reto”.
“Honestamente”, añade Esther, “es difícil equilibrar lo que se requiere para apoyar al equipo con el cumplimiento del ministerio que Dios me ha dado justo en nuestro propio hogar con nuestros cuatro hijos”.
Entonces, el ánimo para perseverar —¿de dónde viene? Proviene de una vista muy cercana de la obra de Dios en las vidas de los dinangats, comentan los misioneros.
Está Jinongke, quien solía estar muy confundido en cuanto a lo que era verdadero, creyendo que sus buenas obras lo salvarían. Creía que porque había sido bautizado y participaba en la Cena del Señor y en los servicios de la iglesia, iría al cielo. “Entonces sucedió lo imposible”, Jinongke les dijo recientemente a los misioneros. “El Espíritu de Dios me transformó. ¡Así que ahora sigo dándole toda la gloria a Dios!”
Otro creyente, Pol, también ha llegado a confiar solamente en Cristo para su salvación. “Cuando los misioneros enseñaron la Biblia, me di cuenta que estaba en el camino hacia el fuego eterno. Soy pecador. Cuando estaba en el clan de Satanás, mi aldea solía practicar la brujería. Ahora Jesús es verdaderamente mi Salvador y sé que cuando muera iré a Dios”.
Por la gracia redentora de Dios, la que una vez fuera una aldea dinangat sombría en las montañas, está siendo transformada.
Cierto, los retos del ministerio son constantes. Las necesidades pueden parecer abrumadoras; y los obstáculos son, a veces, desalentadores. Pero el equipo misionero comparte estos versículos del cuarto capítulo de 2 Corintios como el tema y la meta de su ministerio:
“Dios… es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.
Los misioneros dicen que pueden identificarse fácilmente con esos frágiles vasos de barro. Y ellos agradecen que el poder de Dios llene y avive su equipo.
El mismo poder está obrando poderosamente en la iglesia de la etnia dinangat. Ya no se preguntan si han sido olvidados. Saben la verdad —que son un pueblo muy amado por Dios.
Y la gloria de Dios está mostrándose deslumbrantemente a medida que Él ilumina las tinieblas de la gente dinangat y les asegura fielmente que siempre les ha recordado.
La meta a 30 años de New Tribes Mission es establecer iglesias entre los 6.000 grupos étnicos que están esperando, al igual que los dinangats esperaron. Muchos han estado expresando que quieren oír la Palabra de Dios, y algunos podrían sentirse tan olvidados como ellos se sintieron. La fase 1 consiste en plantar 300 iglesias nuevas mientras se movilizan y se capacitan misioneros adicionales durante los próximos diez años.
Esto significa que para personas como tú habrá muchas oportunidades para ir y compartir las buenas nuevas.
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