UN MANOJO A LA VEZ
27 de junio, 2016
Durante muchos años los habitantes de Papúa Nueva Guinea han cubierto sus casas con hierba. Ellos encajan cada manojo pequeño en el sitio correcto y luego lo atan con un bejuco que usan a manera de cuerda. Se necesitan muchos manojos pequeños para cubrir la casa, pero cuando se hace el trabajo, soportará una lluvia de diez pulgadas en la noche, manteniendo cálida y seca a la familia. Una brizna de hierba de por sí nunca podrá cubrir una casa, pero agrupadas hacen un gran trabajo; de igual manera un hombre solo nunca podrá alcanzar los grupos étnicos que todavía no han sido alcanzados, pero agrupados podemos y terminaremos esta gran obra.
Ora conmigo mientras busco las personas adecuadas, no todos ni cualquiera sino aquellos que puedan ver la gran nube de testigos que nos han precedido. Haciendo a un lado el peso y el pecado que tan fácilmente nos asedia, y corriendo con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en el rostro de Jesús, el autor y consumador de la fe que ha dicho: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
Creo que sería fabuloso si todos los que somos salvos por la gracia de Dios pudiéramos recibir el discipulado en las cosas de Dios, extraer la leche de la Palabra y verdaderamente observar todas las cosas que Jesús nos ha mandado hacer en estos últimos días. Juntémonos en grupos pequeños y hagamos discípulos que puedan impartir el discipulado a otros, cubramos luego la tierra con las buenas noticias del Evangelio que pueden salvar a un mundo perdido y moribundo.
Jack
¿QUIÉN PODRÍA OLVIDAR EL PEQUEÑO CESSNA ROJO?
30 de junio, 2016
¿Quién podría olvidar el pequeño Cessna 185 rojo? Este avión significó mucho para nosotros los misioneros jóvenes en Papúa Nueva Guinea en la última parte de la década de los 70’s, mientras trabajábamos en las montañas altas y a lo largo de los ríos que atraviesan los pantanos de las ardientes y bochornosas tierras bajas. La sola emoción de tener nuestro propio avión inflaba un poco de orgullo, y la idea de tener una pista de aterrizaje en la zona en la que trabajábamos, llegando justo hasta nuestra puerta trasera, también producía emoción, por decir lo menos.
Muchos de los hijos de los misioneros soñaban con pilotar un avión de la misión, y mi pequeño hijo Wes hablaba mucho acerca de ser un día un piloto de la misión bebedor de café. El sonido del pequeño Cessna 185 cabalgando sobre el viento hacia nuestro sitio siempre será un hermoso recuerdo, aun si teníamos que esperar durante horas; era nuestro viaje hacia el mundo exterior. El avión y el piloto traían mucho más que víveres. En muchos sentidos, el piloto era como un ministro para nosotros ya que nos animaba y muchas veces compartía pensamientos de la Palabra. Nos transmitía información del mundo exterior que a veces parecía tan lejano.
En muchas maneras el pequeño avión se convertía para mí en algo así como una manta de seguridad cuando hacía los largos viajes en canoa subiendo y bajando por el poderoso río Sepik. Si el piloto sabía que estábamos en algún lugar de ese solitario río, se aseguraba de que su plan de vuelo fuera cerca de la zona en que estábamos navegando. En esos días éramos un equipo que aunaba esfuerzos para hacer el trabajo.
Ahora bien, hoy día, gracias a todos los que oraron entonces y ahora, el equipo todavía sigue avanzando, alcanzando a los no alcanzados de muchas regiones. Tenemos buenos aviones y buenos pilotos; por favor, ora por más hombres y mujeres que llenen las vacantes mientras avanzamos hacia esa última etnia. Obrero, Jesús dijo que orara por ti, entonces eso hago.
Jack
CABALGANDO SOBRE EL VIENTO
5 de julio, 2016
Al sentarnos en el pórtico de nuestra casa en Papúa Nueva Guinea y al mirar hacia el mar de Bismarck, uno puede oír y ver aviones de todo tipo abajo, elevándose desde la pista de aterrizaje a lo largo de la costa. Se despierta uno con el sol naciente que nos deslumbra con imágenes que solo Dios puede proveer.
Muchos aviones van y vienen, pero la vista más hermosa de todo fue ver a uno de los pequeños aviones rojos de NTM irrumpiendo en el hermoso ascenso del sol en la mañana en su camino a abastecer a los misioneros que trabajan en las regiones más allá de nuestro centro junto a la costa.
Escuchar el sonido de nuestro avión que llega justo antes de que el sol se ponga, siempre conforta nuestros corazones, sabiendo que todo salió bien para nuestro piloto y nuestro pequeño avión rojo de los que tanto dependemos. Contamos con el programa de vuelos de NTM y le damos gracias a todos los que han hecho posible que esta misión tenga algunos de los mejores aviones y pilotos de aquí.
Jack
Deja un comentario