5 de junio, 2016
¿Soy una misionera exitosa? Creo que tengo que decir que no lo sé. Lo que estoy aprendiendo más y más es que el Señor es todo lo que necesitamos, y Él es fiel.
Empezamos el año 2015 trasladándonos a un sitio tribal, y comenzamos el largo proceso de fomentar amistades con personas que normalmente están cerradas al mundo exterior. Eso fue interrumpido abruptamente en marzo, cuando desarrollé una infección extraña en mi pie que rápidamente se volvió muy amenazante. Para cuando la lluvia y el clima se despejaron lo suficiente para poder recibir antibióticos, la infección había hecho tanto daño que se necesitaron de dos cirugías (una con un injerto de piel) y sesenta y siete largos días sin dar un solo paso, luego la lenta rehabilitación para volver a caminar.
Creo que todo lo que había aprendido del idioma durante los primeros meses fue borrado en ese entonces, por lo tanto, iniciamos nuevamente el proceso. Nos alentó que dos familias más se hubieran unido oficialmente a nuestro equipo tribal, y esperábamos comenzar a construir dos casas más en una propiedad separada que acabábamos de comprar –hasta que nos enteramos que un ocupante ilegal con una copia de derecho a la tierra había tomado posesión. Tal vez podríamos haber luchado por esto en los tribunales, pero no queríamos hacer enemigos entre las personas que se convertirían en nuestros vecinos, por lo que acordamos trabajar con un funcionario para buscar otra opción. Los materiales que habíamos comprado para comenzar la construcción permanecieron en la ferretería durante casi seis meses más.
Luego, una mañana desperté con un dolor intenso en el pecho que se convirtió en un dolor abdominal tan fuerte que apenas comí o bebí durante tres días. Volvimos a viajar en el auto las seis horas hasta la capital, y cuando los médicos me vieron deshidratada e ictérica, fui internada inmediatamente con una obstrucción del conducto biliar y una inflamación del hígado.
Los médicos no querían operar mientras que el hígado estuviera comprometido, pero me dijeron que iba a necesitar de dos, o quizá de tres, procedimientos. La vesícula biliar tendría que ser extirpada; unos cálculos biliares de distintos tamaños estaban causando mi problema. Después de todo lo que había sucedido, estaba conmocionada y deprimida. Mi esposo también se sentía igual, y dos días después (aún ayunando) nos sentamos a llorar juntos. “Señor, solo ayúdanos a mirarte a ti. No entendemos, pero cualquier cosa que quieras hacer con nosotros, puedes hacerla”. Las enfermeras vinieron a llevarme en una silla de ruedas para que me hicieran otra ecografía; Elijah se quedó allí.
La técnica de las ecografías miraba desde todos los ángulos. “No entiendo por qué trajeron a esta mujer aquí”, concluyó finalmente, “porque no hay cálculos en ninguna parte”.
El cirujano era el mismo que había retirado todo el tejido necrótico de mi pie unos meses antes. “Imposible”, dijo él.
“Bueno”, respondí un poco temblorosa, “creo que Dios puede hacer eso si así lo quiere”. Y me dejaron ir.
Regresamos a casa y empezamos nuevamente el estudio de la lengua… podíamos sentir que la gente se estaba abriendo más a nosotros, y hasta cierto punto establecimos una rutina. El viaje para presentar una noche de misiones en tres iglesias de la ciudad capital en el otoño del año 2015 no iba a ser muy largo, pero cuando encontraron durante mi chequeo que había pequeños cálculos que estaban creciendo rápidamente en mi vesícula biliar, me volví a ver nuevamente en el quirófano, por tercera vez en este año. Solamente una operación en esta ocasión, en lugar de las dos o tres que habían dicho que necesitaría, pero perdí peso y mis energías no regresaron rápidamente.
Elijah también había estado enfermo durante un par de meses. Se enfermó a tal punto después de mi cirugía que no podía funcionar. Los médicos que vio le dijeron que solo era fatiga, hasta que uno le hizo pruebas para un parásito microscópico que no muere con una medicación normal; comenzó a sentirse mejor.
Después, nuestro odontólogo examinó la boca de uno de nuestros hijos pequeños y sugirió que lo lleváramos a un especialista. Su mandíbula no se estaba formando bien, y había estado quejándose de lo difícil que era para él tragar sus alimentos. Ya sabíamos que él tenía dificultad para respirar por la nariz, por lo tanto, en el último día de 2015 vimos su pequeña figura siendo trasladada a la sala de cirugía para extraer su tejido adenoideo y sus amígdalas. Elijah tuvo que cuidarlo, en parte porque yo todavía estaba recuperándome y en parte porque mi año de dolor todavía era tan fresco para mí que ver a mi pequeño hijo con lágrimas silenciosas corriendo por su rostro me diluía y me convertía en una cuidadora incapaz. (Ahora está comiendo alrededor de tres veces, ¡igual que antes!).
En marzo de este año, una de las familias que se había unido al equipo el año pasado decidió salir. Fue muy difícil para nosotros; pensábamos que habíamos hecho las cosas bien… ¿había sido por culpa nuestra? Habíamos invertido mucho en esto, al parecer solo para verlo derrumbarse. Como todavía estábamos recuperándonos de nuestra debilidad física, emocionalmente fue difícil para nosotros. ¿A dónde debíamos irnos desde aquí? No puedo decir que no fue difícil y que todavía no sea difícil a veces, y obviamente la otra estación misionera, que creíamos que Dios estaba guiando a nuestro equipo a empezar, quedó en espera indefinida. En abril, sin embargo, Dios proveyó una propiedad para reemplazar la que fue tomada por el invasor. Estamos dejando esta en las manos de Dios para que Él la preserve, a pesar de que nadie vivirá allí ahora mismo. Sabemos que Él tiene algún propósito futuro con ella.
El Señor también proveyó una propiedad justo al lado de la estación misionera ya establecida, ¡para nuestros otros co-obreros! Resultó que los dos bares que eran centro de una gran cantidad de borracheras estaban en ella… y en lugar de bares, es una gran bendición escuchar los sonidos de sierras y martillos mientras escribo esto, ¡construyendo la casa de nuestros co-obreros!
¡Aquellos materiales que permanecieron durante tanto tiempo en la ferretería son ahora un techo! Ellos están viviendo con nosotros en nuestra casa mientras se construye la de ellos, y estamos avanzando como un equipo de tres familias. Es emocionante pensar en lo que el Señor puede tener en el futuro mientras trabajamos juntos con la meta de alcanzar los pueblos tribales.
No fue el año “exitoso” –con salud, libre de problemas, etc.– que yo había esperado. En realidad fue un año de altibajos; pero el tiempo es de Dios, y nuestras vidas y nuestros planes también le pertenecen a Él; yo puedo fallar, pero Él nunca. Algún día podré decirles a mis amigos tribales por qué seguimos viniendo aquí…
Esa es la mejor clase de éxito –¡estar en Sus manos y verlo obrar! Tal vez no sean bonitas a la vista humana, pero ahora puedo mirar mis siete cicatrices nuevas (de todas las formas y tamaños) y recordar la fidelidad del Señor. ¡Puedo caminar, saltar y alabar a mi Dios!
Mi pie, un año después.
Francisco Munizaga says
Gloria a Dios!
Francisco Munizaga says
Gloria a Dios!