23 de mayo, 2016
UNA VIDA SALVADA
En mi viaje reciente a Colombia, el día que llegué a la aldea murió un joven nukák. Pero había mucho más detrás de esa historia. Joaquín Foster, un misionero que trabaja con esta etnia, escribió más al respecto.
La historia comenzó en la década de 1990. Caleb* tenía dos o tres años de edad en ese entonces y estaba gravemente enfermo; necesitaba atención médica urgente para poder sobrevivir.
Joaquín Foster recuerda que Dios llevó un médico en el momento justo para iniciar un goteo intravenoso en el bracito raquítico de Caleb; Dios salvo su vida y el pequeño sobrevivió.
“Nunca volví a ver a Caleb hasta el año 2010”, informó Joaquín”. [Para entonces] era un joven robusto que tenía toda una vida por delante”.
Sus caminos nunca se volverían a cruzar.
UNA VIDA ARREBATADA
“El año pasado, mientras yo estaba en Estados Unidos”, continuó Joaquín, “Caleb tuvo un conflicto con otros nukáks y trató de quitarse la vida tomando veneno. Los médicos pudieron salvar su vida, pero pasó un largo tiempo hospitalizado en Bogotá en muy mal estado.
“Recientemente ellos lo trajeron de vuelta aquí, y él se fue a ‘divertirse’ con sus amigos, a beber y fumar. Resulta que el veneno le había hecho mucho daño a su garganta, y mientras consumía ‘estos placeres’ su garganta se inflamó y se cerró. La semana pasada pasó a una eternidad sin Cristo, sin nunca haber oído el Evangelio”.
VIDAS PARA DIOS
“El suicidio es muy común entre los nukáks”, comentó Joaquín mientras trataba de asimilar la muerte de Caleb. “Aquí estamos en una lucha espiritual. …Por favor, ¡sigue orando fervientemente por este grupo étnico y por nosotros mientras tratamos de alcanzarles con las preciosas buenas nuevas de Dios!”
¡Gracias por orar!
*Su nombre ha sido cambiado.
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