Corría la voz por toda la aldea simbari.
Cada vez se repetía el chisme con mayor fuerza.
“¡Él tiene el derecho!”
Las miradas indirectas y las preguntas volaban como flechas.
¿Pero por qué?
Dedos expresivos penetraban el aire mientras uno por uno, choza por choza, se enteraron los aldeanos de lo que había hecho Bo’wol.
En la etnia simbari de Papúa Nueva Guinea, cuando una mujer golpea a su esposo, él tiene el derecho de golpearle a ella. Y eso es lo que normalmente ocurre.
Pero esta vez no, con Bo’wol no.
Un hombre de otra etnia había robado comida del huerto de la familia de Bo’wol. Su esposa quería que él pusiera una demanda para que el ladrón les pagara una compensación monetaria.
Pero Bo’wol es cristiano y aunque por lo general no habla mucho de su fe, en esta ocasión decidió ponerla en acción.
Con firmeza, Bo’wol le dijo a su mujer que no sentía en su corazón que eso le agradaría al Señor, y rehusó poner la demanda. Al darse cuenta que no habría ningún pago, la esposa de Bo’wol alzó un palo grande con ira y con toda su fuerza lo hizo caer sobre el brazo de su marido.
En un caso como este, un hombre simbari jamás permitiría que su mujer le faltara el respeto de un manera tan pública. ¡Era insólito!
Había que humillarla, y la mejor forma de hacerlo era golpearla. Ojo por ojo.
Pero aunque la ira hervía bajo la piel de su mujer, Bo’wol ni siquiera movió un músculo. Permaneció sentado, tranquilo y pensativo.
Después, Bo’wol explicó a los misioneros cómo logró contenerse. Mientras su mujer le golpeaba, él pensó en cómo Cristo recibió los latigazos en su lugar antes de morir en la cruz, y sabía que sería malo devolverle el leñazo.
Unos pocos días después, Dios empleó este evento para cambiar las vidas de Noxiyol, el hijo adulto de Bo’wol, y su esposa, Rindilov. Debido al ejemplo de Bo’wol, quien había imitado a Cristo, los dos depositaron su fe en Jesús como Salvador.
Noxiyol se sintió tan sobrecogido por lo que Cristo había hecho por él que caminó por el caserío lamentando y confesando sus pecados a todos los que había tratado mal. El próximo domingo durante el culto, no se pudo quedar sentado. El gozo de su nueva relación con Jesús hizo que Noxiyol se levantara de su puesto en la congregación y se uniera a los que dirigían la música de adoración, cantando con fervor sus alabanzas al Señor con todo el alma.
La esposa de Bo’wol y sus coterráneos esperaban que él siguiera las costumbres de su cultura, pero este hombre de fe manifestó claramente que había hecho un cambio radical para seguir a Otro.
Deja un comentario