Uno de los mayores eventos culturales que hemos observado con cautela hasta ahora, fue una fiesta que se celebró para dispersar a los espíritus de los muertos de una comunidad cercana a nosotros. Jevon y yo fuimos con nuestros hijos por un par de horas en el día, y Jevon participó en algunos juegos. Él y un grupo de hombres de su edad tenían que darle una vuelta entera a la casa comunal cargando un montón de varas –madera liviana–. Ellos estaban en fila y lanzaban las ramas por encima del hombro al que estaba detrás. El hombre que estaba detrás, tomaba la rama y la lanzaba al que estaba detrás de él, y así sucesivamente. Más tarde, en otro juego, algunas mujeres le lanzaban ramas, y él tenía que defenderse desviando en el aire las ramas de ellas con una rama más grande. Después, él les devolvió el favor lanzándoles ramas mientras ellas se defendían con ramas más grandes.
Más tarde esa noche, Jevon se quedó con nuestros hijos y me dejó regresar con mi colega Palmira, para observar las ceremonias que se iban a extender durante toda la noche. Yo estaba súper-agradecida por la oportunidad que me había dado para ir, a pesar de que no soy noctámbula y no me gusta pasar la noche despierta cuando sé que al día siguiente tendré que permanecer despierta y cuidar los niños.
Hubo algunos momentos agradables y especiales –como un paseo bajo la luz de la luna con las mujeres. Y una danza divertida y aparentemente inocente con ellas en la casa comunal, temprano en la noche. Fue un juego parecido a “sigue al líder”, en el cual todas nos tomábamos las manos en un círculo casi completo. La que estaba en la cabeza de la fila elegía el paso y comenzaba a moverse hacia adelante (moviendo el círculo con ella), y todas las demás tenían que copiar el paso que ella escogía. Saltábamos en círculo, deslizábamos nuestros pies descalzos sobre el piso de tierra como si estuviéramos patinando sobre hielo, y poníamos un pie en el centro del círculo y girábamos antes de dar un paso adelante. Esos momentos compartidos son los que fomentan amistades, momentos que atesoramos en nuestro recuerdo para el futuro.
Pero a medida que avanzaba la noche …y el dolor de cabeza comenzaba a hacer efecto, …a medida que el olor de carne podrida empezaba a abrumarme (sí, hay gente en el mundo a la que no le importa comer carne que es un poco, o bastante, añeja), …cuando las fogatas que ardían en el centro de la casa elevaron tanto la temperatura interior que teníamos que voltear nuestros rostros contra la fresca pared de hoja de palma para ser capaces de soportarla …entonces tenía que recordarme a mí misma por qué valía la pena estar allí y no en mi hogar con Jevon, bajo las sábanas frescas y agradables.
Y más tarde, cuando me fui a casa y procesé las cosas que había visto y oído durante las largas horas de la noche, volví a considerar las razones por las que había valido TANTO la pena permanecer despierta.
Así que, en caso de que tengas curiosidad, estos son algunos de los motivos para haber permanecido despierta toda la noche en la casa comunal:
1. Observar en acción, los valores culturales y las estructuras sociales que les sirven de apoyo. Por ejemplo, a lo largo de la noche, observe que la obediencia es un asunto importante. Cuando el anciano que dirige la fiesta le pide a la gente salir de sus hamacas y hacer algo en el centro de la casa comunal, se espera que ellos cooperen. Si no lo hacen, hay consecuencias. Cuando los hombres les piden a las mujeres que hagan algo, ellas tienen que obedecer; si no lo hacen, hay consecuencias.
2. Observar los modos de enseñanza que ya existen en la cultura. En todas las culturas ya hay medios de enseñanza culturalmente aceptados, antes que dicha cultura sea introducida a escuelas y conferencias en un salón de clases. A lo largo de la noche, observé personas claves enseñando y siendo enseñadas. Esto me hizo pensar: ¿Cómo podrían algunos de estos mismos modos de enseñanza ser implementados algún día en una iglesia que madura? Es demasiado pronto para responder esta pregunta, pero no para empezar a pensar, soñar y orar.
3. Observar la cosmovisión de la gente en acción. Por ejemplo, personas que abiertamente se identifican como no cristianas y los que profesan ser cristianos, estaban participando en la fiesta y en las distintas ceremonias que formaban parte de ella. A medida que la noche avanzaba, la atmósfera se hacía más seria y las ceremonias se volvían más objetivas en su naturaleza. A medida que estos cambios tenían lugar, mi coobrera y yo nos marginábamos más y más, observando y aprendiendo, pero sin participar. El simbolismo de las últimas ceremonias de la noche era muy claro; el objetivo de todo esto era echar a los espíritus de personas que habían muerto en esa casa comunal. Nosotras observábamos con gran interés los detalles de los rituales. Pero los misioneros no estamos aquí solamente para enterarnos de los detalles. La pregunta que teníamos que hacernos era la siguiente: si una persona está participando en este tipo de rituales, ¿qué cree acerca de la vida después de la muerte? Y, ¿en quién o en qué están ellos confiando para protegerse a sí mismos y a sus familias (de los espíritus)? O, ¿en quién o en qué están ellos confiando para que los espíritus de sus seres queridos que mueren sean llevados al “cielo”?
Estas son las cosas acerca de las cuales tenemos que observar, hacer preguntas y hallar respuestas, antes de poder enseñar, comunicar claramente el Evangelio, o impartir el discipulado a los creyentes nuevos en la fe. Y no se aprende este tipo de cosas mientras uno está cómodo en su casa y en su propia cama. ¿Vale la pena perder un poco de sueño? ¡SÍ! Y estoy segura que volveremos a hacerlo antes de que termine nuestro tiempo de aprendizaje de cultura e idioma.