La semana pasada, una familia misionera llamó para preguntar si podían hacer que su amiga entrara a ver al médico. Creían que estaba teniendo una reacción alérgica a la picadura de un insecto; un gran problema. Cuando nuestro teléfono se quedó sin minutos y la llamada se cortó, probé todos los medios posibles (excepto el código Morse) para restablecer la comunicación con ellos. Después de intentar con tres teléfonos móviles diferentes, con el correo electrónico, llamando a sus conocidos en las líneas terrestres, y gritando muy fuerte (es una broma), me di por vencida y pensé que si ella realmente estaba tan mal, empezarían a venir hacia nosotros.
Fue después de este enredo que recordé nuevamente: “Ah sí, estoy viviendo en un país del tercer mundo”. Me parece que este tipo de cosas nunca pasaría en Estados Unidos. En primer lugar, la familia se dirige a la sala de emergencias al primer carraspeo, sin hacer preguntas. Aquí, la mayoría de las personas primero tiene que resolver el asunto del transporte. A nuestro director de la oficina le gusta contar la historia de un hombre autóctono que no podía caminar por causa de las llagas en sus piernas. Él era llevado hasta la clínica en una carretilla, empujado por los miembros más fuertes de su familia. Tomen nota, Jack y Natalie, algún día, cuando éste vieja y decrépita, podría necesitar esto de ustedes.
En una cultura donde la gente cambia de nombre muchas veces a lo largo de su vida, dicha práctica hace un poco difícil cuanto tiene que ver con registros médicos. Por no mencionar que la mayoría de los ciudadanos autóctonos no conocen su fecha de nacimiento. Habiendo sido formada con un estándar médico que me exigía que volviera a comprobar el nombre y la fecha de nacimiento de cada uno de mis pacientes, resulta cómico cuando una mujer arrugada, canosa y desdentada se sienta allí y me dice que tiene treinta años. Lo siento querida, pero no lo creo.
Es normal que el miembro de una familia llame y haga una cita para un pariente, pero me da su propio nombre. Puedo preguntar en todas las formas posibles por el nombre del paciente, pero seguiré recibiendo el nombre del bien intencionado miembro de la familia. Luego, en el día de la cita, ese mismo miembro de la familia se acerca a la ventana para decirme que han llegado. ¡Imaginen mi confusión cuando se llama al paciente y una persona totalmente diferente se levanta para seguir a la enfermera! Es un poco difícil, les digo. ¡Difícil! Ellos no están tratando de ser deshonestos. Sinceramente creo que lo que sucede es que no saben lo que necesito de ellos. O que mi acento los confunde. Tal vez.
Otros acontecimientos del tercer mundo: Sé que he mencionado antes los cortes en el servicio de la corriente eléctrica, pero parece que se están volviendo más y más frecuentes. El otro día conté 6 en un lapso de 8 horas. No es gran cosa, y todos nos limitamos a continuar con las cosas que estábamos haciendo. Cuando el generador de repuesto se enciende 20 segundos después, le doy gracias al Señor porque tenemos ese generador de reserva. Con frecuencia también agradezco al Señor por tener un rizador. Sospecho que mis vecinos también están agradecidos…
La semana pasada encontré una cucaracha en la cocina. Estaba patas arriba, casi muerta. Sus antenas todavía se movían pero su pulso era débil.
Pausa: Si ustedes creen que me acurruqué sobre mis manos y mis rodillas y examiné el pulso de una cucaracha… no tengo nada más que decir. *Gesto de sacudir la cabeza*
Después de comprobar que este insecto estaba lejos de poder levantarse y alejarse, me fui a trabajar, con la intención de volver para desecharlo, cuando no hubiera ningún riesgo de que tratara de saltar del recogedor de la basura. Cuando llegué a casa para el almuerzo, ¡ya se había ido! Cómo se recuperó tan rápido, es algo que no alcanzo a comprender. Después de estar patas arriba, ¡me maravilla cómo fue capaz de voltearse! Puedo imaginar a su familia saliendo a toda prisa de debajo de la refrigeradora tan pronto salí de la casa. En un valiente esfuerzo de equipo, la alejan del peligro. (Mi imaginación se está saliendo de control).
Encontré a la cucaracha disfrutando de su nueva oportunidad de vida debajo de mi escritorio. La maté con una escoba. Espero que sus familiares la hayan visto y hayan decidido que no vale la pena seguir corriendo el riesgo de vivir en mi cocina.
En otra nota, durante nuestro fin de semana con énfasis espiritual, me monté en la parte trasera de un camión con más de veinte estudiantes de bachillerato y fuimos a la ciudad y volvimos. *Hablado en voz baja* Yo no llevaba un cinturón de seguridad.
Mamá, que conste, no había cinturones de seguridad. Y los estudiantes necesitaban que estuviera con ellos para garantizar su seguridad. Para aumentar la aventura, cantamos a todo pulmón durante todo el camino de vuelta. El viento era impetuoso y había polvo en grandes cantidades. Fue muy divertido. Todavía no me puedo cepillar el cabello.
Termino con esta última imagen de la vida en el tercer mundo. Hace unas semanas, salí del hospital en la ciudad después de un día lleno de mujeres parturientas y bebés recién nacidos. Me subí en la parte posterior de un vehículo para doce pasajeros y me entregaron una mascota, el cuscús recién nacido de mis vecinos. En el camino de regreso a casa, no podía evitar reírme entre tanto que esquivábamos los baches y el ganado mientras esta especie en vías de extinción se aferraba a mi hombro.
*Suspiro* Me encanta mi vida. (: