En la mañana de un domingo, el misionero Matt Musser vio que su amigo Metinas venía corriendo hacia él.
“An nemberak u ngok worak”, le dijo jadeante Metinas a Matt. En una apartada aldea del otro lado del valle, dijo él, su abuelo estaba gravemente enfermo. Metinas le rogó a Matt que fuera con él para ver si podía hacer algo por el anciano.
“Tomé mi mochila y partimos hacia la aldea”, informa Matt. “Sabíamos que Jakob había estado en el pueblo un par de meses antes, queriendo saber por qué estaba tan enfermo. Los médicos del pueblo no tuvieron respuestas y lo enviaron de regreso a su aldea para que muriera tranquilamente al lado de su familia y sus amigos”.
Matt sabía ya que no había nada que él pudiera hacer por este hombre moribundo. “Yo sabía que no había medicamentos que ayudaran y con cada paso, aunque mi mente les decía a mis piernas que siguieran adelante, mi corazón les decía que corrieran rápido en dirección contraria”, comenta con tristeza Matt.
Después de caminar por dos horas, Matt y Metinas finalmente llegaron donde Jakob.
“La situación no parecía nada buena”, comenta Matt. “Había un gentío reunido fuera de su choza. Dejé mis cosas en el suelo y avancé lentamente hacia él a través de una pequeña abertura en la oscura y humeante choza; él me miró, esperando que yo dijera algo”.
Pero yo no conocía aún las palabras correctas, explica Matt. La barrera del idioma todavía era muy grande. Después de estudiar diligentemente durante tres años el idioma kora, Matt sólo se sentía capaz de comunicar en esta lengua compleja en una forma muy limitada. Él sabía que sus conocimientos del idioma distaban mucho de ser suficientes para comunicar claramente verdades espirituales.
“Aun en mi propia lengua habría sido difícil saber qué decirle a este hombre, mucho más en el terriblemente difícil idioma kora”, explica Matt.
Por lo tanto, Matt se sentó silenciosamente con Jakob y puso su mano en el hombro de él; y unas pocas palabras sencillas vinieron a su mente:
“Nindio. Nait Nait. Nindio. Nindio.” “Oh, me duele el corazón. Padre mío, padre mío. Me duele el corazón. Es muy duro. Me duele el corazón…”.
“Desesperadamente anhelaba tener las palabras que le abrirían la puerta del cielo a él. Cómo anhelaba tener palabras para compartir todo lo que su Creador había hecho por él… dónde estaba él ante un Dios santo y qué había hecho ese Dios santo para reconciliarlo a él”, comparte Matt.
Él pensó en Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Matt sabía que lo que Jakob necesitaba urgentemente era a Jesús.
“Nunca nadie vino a decirle a Jakob que había un Salvador… y ahora era demasiado tarde”, se lamenta Matt.
Matt sólo podía sentarse allí y orar para que de algún modo, en alguna manera milagrosa que él desconocía, Jakob hubiera oído las buenas noticias de Cristo, quizás en algún sitio del pueblo cuando estaba viendo a los médicos. Él oró para “que de alguna manera las buenas nuevas de Cristo hubieran atravesado las tinieblas y llegado a su corazón y su vida”.
Romanos 10:14 impactó profundamente a Matt: ”¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
Diez días después, cuando él se paró y contempló el valle desde el patio de su casa, vio una espiral de humo que comenzaba a elevarse.
“Sabía que eso sólo podía significar una cosa”, explica Matt. “Jakob había muerto”.
“Me desgarra el corazón pensar que quizás dentro de un año la luz del evangelio iluminará este valle y si Jakob no hubiera muerto, habría tenido la oportunidad de oír”, comparte Matt.
Es difícil para Matt y su esposa Emily trabajar tan intensamente fomentando amistades y amando tanto a la gente, es duro trabajar diligentemente aprendiendo un idioma difícil y luego sentir la inmensidad de la pérdida de aquellos que mueren antes que el Evangelio pueda ser presentado claramente.
“Sin embargo, yo sé que Dios es soberano”, afirma Matt. “Estoy confiado que Él es eternamente lleno de gracia… creo que Dios ha dicho: Alguien debe ir. Alguien debe predicarles”.
“Ésa es la razón por la que Emily y yo estamos aquí”, informa Matt. “Con frecuencia la gente nos dice que debe ser difícil sacrificar tanto para estar aquí. Bueno, la vida es difícil aquí. Extrañamos a nuestras familias, extrañamos pasar las festividades con ellas”.
“Pero este”, añade Matt, “es el privilegio más grande del mundo, ¡no lo cambiaríamos por nada!”.