Construir una casa en la selva es un paso inicial de un largo proyecto.
Benjamín y Alwina Hansen esperaban pacientemente la última madera que se iba a usar en la construcción de su casa en la selva. Su casa se estaba construyendo en forma simultánea con la casa de sus coobreros —la cual estaban volviendo a armar después de haberla desmontado en otro sitio. Aunque la casa de los Hansen se estaba demorando un poco más para ser construida desde cero, Benjamín y Wina están emocionados de ver ambas casas tomando forma.
Se han presentado algunas demoras significativas, explica Wina. “Primero fue que el capitán, cuya embarcación habíamos planeado usar para transportar cosas a la isla, sufrió un ataque de apoplejía. Luego, no podíamos comunicarnos con los hombres que estaban cortando nuestra madera debido a problemas de conexiones telefónicas”.
Y ése fue apenas el comienzo de muchas demoras y desilusiones.
En otras ocasiones, la lluvia impidió que los trabajadores serraran la madera o volvió demasiado resbaladizas las carreteras para transportar la madera. Después hubo tiempos cuando la madera estaba cortada y lista y el clima era bueno, pero no se podía encontrar un camión para transportarla. Además está el hecho, añade Wina, de que la comunicación con las personas a través de teléfonos móviles siempre es un gran desafío.
“Ahora sabemos por qué Papúa Nueva Guinea es llamada ‘La tierra de lo inesperado’”, agrega ella en forma jocosa.
Pero estas casas misioneras que están siendo levantadas en la selva, aun con las muchas demoras, están siendo construidas con un gran sentido del propósito y la dirección de Dios. En el principio, los Hansen viajaron con un grupo de NTM para visitar tres aldeas que habían sido recomendadas como lugares donde los indígenas podrían estar dispuestos a recibir misioneros para que vivieran allí y aprendieran su idioma.
Hubo mucho ánimo en su nuevo sitio, comenta Wina, “por el entusiasmo de la gente para que nosotros fuéramos e hiciéramos este trabajo”.
Los Hansen están emocionados; ellos saben que este proyecto del ministerio, cuyo objetivo es compartir las buenas nuevas de Jesús, tomará tiempo. Para ello invertirán años de su vida fomentando amistades y vínculos. Ellos absorberán la cultura de estas personas y llegarán a entender su forma de pensar y reaccionar, y aprenderán su idioma. Y con el tiempo, el deseo sincero de los Hansen es que Dios abra puertas a un pueblo y una cultura que en el momento no tiene una idea clara de Su amor y Su plan para ellos.
Y así la gente de otra tribu tendrá la oportunidad de oír el Evangelio en su propia lengua. Y serán añadidos hermanos y hermanas en Cristo a la vasta compañía de los hijos de Dios en el cielo.
Los beneficios eternos hacen que las demoras, las desilusiones y las adversidades terrenales valgan la pena. Benjamín y Wina Hansen pueden confirmarlo.