Aini se sentó en la casa de la enseñanza, escuchando fielmente la primera lección bíblica de Fundamentos Firmes.
“Dios creó los animales y las plantas, los árboles y toda la comida que nosotros comemos”, decía con voz retumbante el maestro bíblico Willis de la etnia wusaraambya. “Nuestros antepasados nos mintieron. Ellos nos dijeron que los espíritus crearon todas las cosas. No tenemos que volver a cantar todas las salmodias; Dios no quiere que salmodiemos, Él sólo quiere que confiemos en Él”.
El temor recorría el cuerpo de Aini mientras escuchaba atentamente. Después de unos momentos, interrumpió airadamente al maestro bíblico para exclamar: “¡Si dejamos de salmodiar a los espíritus, ellos destruirán nuestros huertos, harán enfermar a nuestros hijos, y nos harán morir a nosotros los viejos!”.
Otras personas se unieron a ella en la protesta contra el mensaje que estaba siendo proclamado, pero el reclamo se calmó pronto a medida que los aldeanos oían atentamente la historia de la creación.
En su regreso a casa, Aini recogió leña para encender una fogata para sus nietos en la cumbre de la montaña donde ellos viven. Su hijo y su nuera se habían marchado dos semanas antes para buscar trabajo en la ciudad, dejando a Aini al cuidado de sus nietos.
Ella escupió en tierra y refunfuñó: “Ellos deberían estar cuidándome a mí”.
Ella tenía muchos motivos para estar enojada. Su esposo la había abandonado para unirse al mundo de los espíritus cuando ella era joven. Ella crió sola a sus hijos; ahora, cuando los espíritus deberían estar tratándola bien y hacer que los hijos de ella la cuidaran, ellos estaban haciendo que ella criara a sus nietos.
Ella era conocida en la aldea como “Mujer Rabiosa” porque a menudo había gritado con enojo a las mujeres más jóvenes de la aldea o a sus propios hijos y nietos.
Cuando Aini llegó a casa, encontró llorando a tres niños. Ellos necesitaban ir al retrete, pero hasta el presente, los espíritus no le habían mostrado a Aini dónde hacer un hoyo para el retrete. Todos los sitios donde ella había intentado cavar eran demasiado rocosos.
Apresurándose a entrar en la casa para encender un fuego, ella les ordenó a los chicos que lloraban: “¡Silencio, déjenme cocinar sus batatas!”. Sus sollozos cesaron pronto mientras esperaban pacientemente la comida prometida.
Mientras cocinaba, Aini pensó en lo que Willis había enseñado sobre el Dios de la gente blanca. ¿Sería cierto que Él era más grande que los espíritus?
“Oye, Dios que hiciste todas las cosas”, gritó ella en la noche. “Si tú estás ahí, demuéstralo por poner la luz de la luna exactamente donde yo debo cavar el hoyo para el retrete”.
Súbitamente, la luna cambió en el cielo y arrojó su luz a través de los árboles con la forma exacta de una cruz. La luz era tan brillante allí que Aini supo que ese tenía que ser el lugar. Ella empezó a cavar; su pala se hundía fácilmente en la tierra blanda.
De repente, ella empezó a llorar al darse cuenta que este Dios era real. Ella arrojó su pala, la cual produjo un tintineo al chocar con la tierra y ella se puso de rodillas. Esto no podía ser una coincidencia; Dios era real.
Al día siguiente, Aini llegó a la enseñanza con gran gozo. Los otros aldeanos estaban asombrados por la paz que ella tenía. Empezaron a circular susurros confusos entre las mujeres mientras esperaban a que ella refutara airadamente las palabras del maestro bíblico; en lugar de eso, ella escuchó silenciosamente.
Una de las mujeres le preguntó: “¿Por qué no te enojas ahora, Mujer Rabiosa?”.
Ella respondió: “¡Porque Dios es real! Anoche Él me ayudó a cavar un hoyo para el retrete en suelo blando, cuando sólo había terreno rocoso alrededor”.
Repentinamente la mujer que había sido la más férrea opositora de Dios ahora se había convertido en Su más fuerte defensora. Durante casi tres meses, ella asistió todos los días a la enseñanza de la Etapa uno. Finalmente, ella oyó acerca del Salvador que había muerto por ella en la cruz.
“¡Es la misma forma que Dios proyectó con la luz para marcar el sitio donde yo debía hacer el hoyo para el retrete!” exclamó ella asombrada ante sus amigos. “Él quería que yo supiera que Él había muerto por mí sobre postes de madera con esa forma”.
En ese día, ella le dijo a Jesús que quería que Él lavara sus pecados; Él lo hizo. Ahora “Mujer Rabiosa” pasa su tiempo hablando gozosamente a la gente acerca de Dios, en lugar de gritar a sus vecinos.