Lynne Castelijn dice que ya sea que estén en la aldea donde ellos ministran o en su país nativo, siempre están echando de menos la familia.
Hace unas semanas, en la mañana de un domingo, la misionera Lynne Castelijn observó a su alrededor los rostros de los banwaones que estaban enfocados en su esposo, Albert, mientras él enseñaba la Palabra de Dios.
“Preciosos y bellos hermanos y hermanas en Cristo”, comenta ella. “Tan atentos, asintiendo con empatía y, sin embargo, incapaces de comprender totalmente las vastas distancias que nosotros recorremos y los cambios culturales casi cósmicos que debemos soportar cada vez que cambiamos de mundos”.
Y luego, comenta ella, rápidamente ya era otra mañana de domingo, una en la cual se encontraban en su maravillosa iglesia local en Australia, rebosando emoción y gozo en la reunión con familiares y amigos que no habían visto en mucho tiempo.
“Observé los rostros a mi alrededor, los cuales estaban concentrados en nuestro pastor”, comparte ella, “y mi corazón se llenó de bendición”.
Pero al mismo tiempo, el corazón de Lynne vagó a través del mar hasta su familia banwaón, la cual debía estar sentada sobre pisos de corteza de palma, cantando y oyendo la Palabra de Dios y orando al mismo Padre.
“Y los eché de menos”, comparte Lynne.
Y un pensamiento volvió a cruzar por la mente de Lynne: ya sea que estén en casa en la remota aldea selvática o en casa con amigos de mucho tiempo, ella siempre está echando de menos a su familia en Cristo.
“Supongo que tenemos que acostumbrarnos a siempre estar echando a alguien de menos”, considera Lynne.
¿Orarás tú por los creyentes banwaones mientras Albert y Lynne están lejos de ellos por un tiempo? ¿Orarás para que la gracia de Dios los fortalezca y los sostenga por el poder de Su Palabra y continúe edificando y llevando a la madurez a la iglesia de este sitio para Su gloria?