Leyo no vive una vida sosegada. Ella vive en una casa pequeña con unas dos docenas de miembros de la familia. Ella trabaja al lado de su esposo, sembrando y cosechando seis grandes plantíos de maíz. Además, ella también atiende el huerto, cocina y hace el aseo de la casa para sus hijos y nietos.
A Leyo le preocupa poder alimentar y vestir a su familia. Ella teme a los espíritus malignos y está segura que ellos llegan en las noches para aterrorizarla con las frecuentes tormentas y rayos de esta temporada de lluvias. A Leyo también la angustia la posibilidad de que un vecino la maldiga o que los temidos espíritus de la región la atormenten.
Recientemente, Leyo y la misionera Rachel Chapman pasaron un tiempo juntas alrededor de una taza de café y Rachel vio una gran oportunidad para hacerle una pregunta del idioma sobre la que había estado meditando.
“Le pedí que me explicara una palabra nueva para mí: kochishti”, comenta Rachel.
Leyo suspiró profundamente y empezó a explicar. Según las tradiciones tribales, kochishti es un animal diminuto que sólo puede entrar en indígenas; es muy peligroso y puede causar la muerte. Este ser invade los bebés poco después que ellos nacen, y sigue creciendo a medida que los bebés crecen. Y Leyo dijo que el kochishti debe ser sacado por un chamán o podría hacer mucho daño.
Luego Leyo miró a Rachel con nostalgia. “Tú vives muy tranquila. No te enfermas y no necesitas chamanes”, expresó ella.
Rachel pensó por un momento y luego respondió: “Es porque yo conozco a Dios. Dios es grande —más grande que los santos; más grande que los espíritus malignos; más grande que cualquier cosa. Él tiene mucho poder y es bueno y me cuida. Por eso es que yo vivo tranquila”.
Rachel siente mucha tristeza por su amiga Leyo. Ella recuerda otra conversación que ella y Leyo sostuvieron hace varios meses. Ella recuerda que le leyó en la Biblia de español acerca del diluvio que una vez cubrió el mundo. Ese día Rachel le dijo a ella: “Éstas son palabras de Dios. Algún día, cuando yo sepa mejor tú idioma, escribiré las palabras de Dios en el idioma nahuatl para que la gente nahuatl también pueda conocer a Dios”.
Rachel se alegra al pensar que ese día se está acercando más. Por la gracia de Dios, muy pronto Rachel y su coobrera, Katie Moore, habrán alcanzado un nivel en el estudio de la cultura y el idioma nahuatl que les permitirá alfabetizar y escribir libros para la gente nahuatl.
Y Rachel tiene la esperanza entrañable de que la Palabra de Dios se apoderará del corazón de Leyo y le enseñará progresivamente a abandonar sus temores y su espanto, y la llevará a tener gran esperanza en la provisión de Dios de un Salvador y Redentor.
Rachel espera y ora con la mira de que llegue el día cuando su amiga Leyo vivirá en la profunda tranquilidad de conocer a Cristo también.