Algunos han dicho que Interface –una capacitación práctica de nivel universitario de seis semanas con oportunidades para que personas jóvenes experimenten el trabajo– es un reto que transforma la vida totalmente, desde la cosmovisión de uno hasta qué tan inconveniente vemos honrar a Jesús con nuestra propia vida.
Los misioneros Travis y Nikki Ray han tenido la oportunidad de impartir una sección de la enseñanza a un grupo reciente y variado de 16 personas de siete países. Su enfoque ha sido retar a estas personas para que se unan al equipo que está alcanzando pueblos tribales con el Evangelio.
Travis compartió que realmente fue la inconveniencia de sus vidas ocupadas lo que impidió a aquellos que Jesús invitó a cenar con Él en Lucas 14. Su desafío incluyó una profunda motivación para no dejar que el trabajo, las posesiones, la familia, el temor, o aun el tiempo, hagan que ellos dejen pasar la oportunidad de vivir verdaderamente el Evangelio.
Janie Miles es otra misionera que ha tenido el privilegio de ser parte del equipo que trabaja en este programa transformador de vidas. Ella está emocionada porque estos estudiantes interactúen con los misioneros que llegan y salen constantemente del sitio en la selva donde se está llevando a cabo este curso.
Trevor y Judy Clarke han sido líderes y estudiantes durante este tiempo. Ellos están estudiando con el propósito de adquirir experiencia de primera mano en cuanto a cómo y de qué está compuesto el curso. Esto ayudará su entendimiento en caso de que ellos lleguen a enviar algún estudiante en el futuro. Ayudar como líderes al mismo tiempo era una especie de aspecto “desconocido”, sabiendo que ellos serían aislados del mundo. Ellos sabían que iban a ir a donde solamente pueden entrar o salir aviones o embarcaciones. El viaje por tierra no sería una opción; iban a estar totalmente rodeados de selva.
Ellos se han maravillado con las historias de cómo Dios llevó a estos estudiantes allí para experimentar la vida misionera y para ver cómo se planta con eficacia y de manera transcultural una iglesia donde el Evangelio nunca ha llegado.
La culminación para todo este grupo será enseñada en un viaje en barco que tarda de tres a seis horas en el mar. Ellos llegarán a una isla volcánica donde vive un grupo tribal y donde acaba de ser plantada una iglesia.
Lo que es tan especial de este tiempo también es que estos creyentes de la isla recién nacidos en la fe nunca han visto a otros creyentes. Solamente los misioneros que han ido a vivir entre ellos, aprendiendo su lengua, enseñando desde la Creación hasta la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, son conocidos para ellos. Para ellos ver otra parte del Cuerpo de Cristo será extraordinario.
Ahora, al ser expuestos a la gente, el idioma, la cultura y los entornos de las aldeas, más allá de su imaginación y mucho más allá de su zona de comodidad, estos jóvenes están adquiriendo herramientas. Herramientas obtenidas mediante la enseñanza y por ser expuestos a situaciones para que no tengan dudas acerca de cómo sería estar comprometidos con plantar una iglesia donde nunca ha habido una.
El misionero Brandon Buser comparte su perspectiva y el testimonio de un creyente de la etnia biem:
“Nosotros oramos para que los estudiantes sientan fuertemente cómo palpita el corazón de Dios por los fines de la tierra. El tiempo de ellos en Biem con los creyentes ha sido tremendamente alentador para el cuerpo aquí, aun más allá de lo que yo hubiera imaginado. Anoche, me senté y escuché a un creyente biem llamado Xavier, el cual me contó acerca de su tiempo con uno de los estudiantes alemanes.
“‘Brandon, mi amigo no podía hablar nuestra lengua y fue una situación muy difícil. Nos comunicamos con señas y con una charla entrecortada, pero yo no creo que él entendió todo lo que yo quería compartir con él. Él decía ‘sí, sí’, pero creo que no entendió realmente. Tú nos dijiste que la fe de él descansa solamente en Jesucristo, y por eso sé que Dios usó el tiempo que pasamos juntos para fortalecerme’.
“Antes yo pensaba en mis hermanos y hermanas alrededor del mundo, pero nunca había visto uno. Saber que ellos existen es bueno, pero ver ahora uno, cara a cara, y saber que en el futuro yo veré a ese chico en el cielo porque nuestras creencias son una… ¡eso fortalece mucho mi fe! Me hace querer permanecer firme. La visita de ellos ha traído alimento muy bueno (modismo para nacer mucho fruto)’”.
El siguiente es el testimonio de uno de los estudiantes que fue, y cómo eso cambió su vida para siempre:
Se ha dicho que nuestras vidas son como paisajes. Cada uno de nosotros tiene un mundo que nosotros conocemos. A veces nuestros mundos chocan y todo cambia.
El letrero en la entrada decía: “Bienvenido”. Pero yo no podía hacer otra cosa que preguntarme a qué estaba siendo bienvenido.
Todos son tan diferentes; aparentemente yo soy mucho más divertido de lo que mis amigos de mi país admiten. Para ser honesto, es como despertar y descubrir que uno es el personaje principal de la comedia favorita de alguien más.
Me imagino que todos nosotros teníamos nuestra propia opinión de cómo serían las próximas semanas. Para mí, era como ascender una montaña. Con cada paso mi perspectiva cambiaba; gradualmente tuve una vista más amplia de un mundo del cual hasta ahora no sabía nada.
Como con cualquier aventura, había la emoción de descubrir cosas que yo nunca había conocido y el temor muy humano a lo desconocido. La verdad es que yo no tenía idea de por qué había llegado allí.
Hay una quietud aparente en este lugar que se pierde con frecuencia con el paso apresurado de la vida de mi país. Algo que yo descubrí es que uno puede oír realmente el despertar del día.
Este lugar es hermoso y constantemente me veo recordando que nuestras vidas son muy parecidas al paisaje que me rodea; lleno de montañas para ascender y de valles para cruzar.
Los días pasaban, y con cada experiencia subía otro paso; obtenía una vista diferente. Me encontraba a mí mismo preguntándome qué vería en la cima de esta montaña que estaba ascendiendo.
No sucedió de repente, pero a medida que mi mundo normal chocaba con este mundo desconocido, comencé a darme cuenta que malo y diferente no significan lo mismo, y me imagino que lo que consideramos normal es apenas un asunto de opinión.
A pesar de que nunca he sido un buen estudiante, estoy muy agradecido por el tiempo que pasamos en el aula, descubriendo las muchas facetas de la vida en otra cultura; en este mundo tan variado.
Me quedé sorprendido al ver que la mayoría del trabajo que se está haciendo aquí es hecho por personas normales como yo.
Con cuánta frecuencia me han preguntado qué quiero ser cuando madure. Comencé a darme cuenta que lo que más importa no es lo que quiero ser, sino en qué estoy dispuesto a convertirme.
Había muchas cosas que no sabía, pero a medida que aprendía comencé a soñar acerca de dónde podría estar un día.
A pesar de lo grande que el paisaje de mi propia vida parece a veces, comprendí que solamente es una parte diminuta de uno mucho más amplio.
Los pasos que daba hacia la cima de mi pequeña montaña me llevaban a una vista más y más clara de todos los demás paisajes que había alrededor de mí.
Ellos se mezclaban en una vasta planicie que se extendía más allá del alcance de mi vista.
Yo recuerdo el día cuando conocí a Babo; a pesar de que él no podría medir más de un metro y medio de altura, recuerdo que sentí como si estuviera en la presencia de un gigante. Recuerdo que estaba a su lado después de oír su historia; recuerdo que me sentía muy pequeño.
Ése fue el día que alcancé la cima de esa montaña que estaba ascendiendo. Y al estar allí, vi muchas montañas aun más lejos de mí.
Cuando miré atrás a lo que había aprendido, surgió una pregunta en mi corazón. Y al mirar hacia adelante a lo que no podría ignorar, me di cuenta que tenía muy poco para ofrecer.
Supe que Dios ya estaba aquí, y si yo quería, podía ser parte de lo que Él ya estaba haciendo.
La pregunta para mí, y para todos nosotros, es simple, ¿quiero hacerlo?