Entre los mwinikas está ocurriendo un evento histórico. Está sucediendo al aire libre, bajo los árboles de mango, aproximadamente a sólo un kilómetro y medio del hogar de Francois y Nadia Hattingh.
Durante siete años, Francois y Nadia Hattingh han vivido y trabajado en esta zona. Han desarrollado amistades con muchos, pero especialmente con cinco hombres y sus familias.
Estas familias conocen la verdad de la Palabra de Dios y han estado capacitándose para ser maestros de su propia gente. Ellos han ayudado a desarrollar y preparar materiales, editando y formateando, y ahora están presentándolos con claridad.
Hay muchos obstáculos, y debemos confiar en Dios para que los superen. Un maestro es HIV-positivo y otro tiene a su esposa muy enferma. El viento puede hacer difícil viajar y sentarse durante las clases. Y si llueve en el área que mantienen tan limpia, donde está el árbol de mango, podría hacer que se interrumpa la enseñanza.
Los maestros siguen adelante con buenos dramas y enseñanza clara.
Se hizo un drama representando un juicio a fin de mostrar la necesidad de oír toda la historia antes de entender verdaderamente la situación. Esto comunicó que aquellos que están oyendo deben escuchar el mensaje completo, y también la importancia de asistir todos los días a las lecciones.
Se leyeron en voz alta diferentes traducciones de la Biblia, ninguna de las cuales fue entendida. Esto ilustró la importancia de oír la Palabra de Dios en su propio idioma.
Francois y Nadia comparten que “una de las cosas más destacadas para nosotros es ver a los hombres que han sido discipulados en los últimos siete años enseñando la Biblia a sus compañeros mwinikas. …Ellos hacen resúmenes y se aseguran de cubrir todo en las lecciones desarrolladas. Resulta asombroso ver a estos hombres comunicando las verdades de la Palabra de Dios en su propia lengua, directo al corazón de sus oyentes”.
El número de asistentes no es lo único sorprendente, sino los asistentes mismos. Moses, quien fue atacado por un cocodrilo hace poco tiempo, estaba allí. Y un niño pequeño que había estado muriendo de desnutrición estaba allí, y se veía bien.
“Hoy observé a la gente sentada en el suelo a mi alrededor, bajo ese gigantesco árbol de mango, y me costó trabajo creer que finalmente había llegado el momento para que pudiéramos enseñar las Escrituras a nuestros amigos y vecinos mwinikas. Ver aquí en la enseñanza los rostros de todas estas personas amadas, con quienes hemos vivido, llorado y reído durante los últimos siete años, oyendo y entendiendo… es un privilegio inestimable”, así es como Nadia expresa la emoción que siente.
Los Hattingh también están encantados con la forma en que Dios ha usado a sus hijos en este proceso. Heidi, Franco y Waldo han asistido a la enseñanza con sus amigos. A veces es después de un partido de fútbol, o después de recoger champiñones o después de pilar cazabe seco con ellos.
Recientemente Franco oró: “Señor, haz que nuestros amigos que están sentados a nuestro alrededor en la enseñanza continúen viniendo. Por favor, haz que vengan no sólo por la emoción del momento, sino porque quieren oír y escuchar más”.
Waldo ha sido bueno para ir a la enseñanza con Mamá en una motocicleta de cuatro ruedas durante 30 minutos a través del viento y la arena, y con los ojos humedecidos.
Francois y Nadia desean decir: “Gracias a cada uno de ustedes que ha dado, nos ha visitado y nos ha apoyado para que podamos estar aquí. Más que todo, gracias por orar; un día vamos a conocer y entender la importancia y el alto llamado a la oración. No por causa del poder de la oración, sino por causa del poder de Aquel a quien oramos”.